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ABC MADRID 16-07-1969 página 133
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ABC MADRID 16-07-1969 página 133

  • EdiciónABC, MADRID
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Joaquín Peinado: Barcos de vela i Manolo Huoue: Marinero vasco temente, le avecina. A veces, como en el rompeolas de San Sebastián, el mar se convierte en absoluto protagonista. Darío de Regoyos tiende sobre el mar un arco iris impresionista, y Ricardo Baroja pone en las costas del País Vasco una tibieza humana que después de él no ha de tener nuestra pintura. En Cataluña, que es donde la constante marinera se mantiene más fiel, es Joaquín Sunyer quien devuelve a la playa una serenidad clásica que se alia, felizmente, a los lirismos de Renoir. José Mompou concede al puerto de Sóller las últimas claridades expresionistas, y Miguel Villa reduce el cielo y el mar de Masnou a una disciplina de poéticas geometrías. Emilio Bosch Roger enfierece el puerto de Barcelona y funde barcas y agua en un parpadeo de manchas encendidas. Vázquez Díaz resucita en La Rábida, con la lección intelectual del cubismo, la eterna epopeya del mar colombino, y en Puenterrabia pinta las horas más líricas del mar. Evaristo Valle, los Zubiaurre, Arteta, Solana y Pancho Cossío, describen pueblecitos pescadores, la recia canción de los astilleros, los graves armadores santanderinos, y las tomerianas tempestades que Zaóaleta: El puerto Gerardo de Alvear: Viento Sur. hacen de la mar un abismo hiperbóreo. Gregorio Prieto pinta el lejano m a r de Taormina, José Aguiar la fabulosa despensa del mar, y allá quedan las castas marinas de Martínez Abades, los hespéricos tritones de Néstor de la Torre. Francisco Lozano pinta el mar valenciano desposeyéndolo de sus brillos lumlnistas, devolviéndole su clásica soledad, y Antonio Lago quita a las aguas levantinas sus luces espectrales y las recrea en grises de una delicadeza poco común. Pedro Mozoz también lleva a la playa sus criaturas opulentas; Martínez Novillo, Redondela y Antonio de Miguel se proponen Bermeo como un ejercicio de vocación marinera; Lara y Mampaso, los trabajos d e l mar, las redes que retienen el secreto de los fondos; Alvaro Delgado introduce el mar de Asturias en el corazón del arte moderno, mientras Nicanor Pifióle sigue tratándolo eon su suave lirismo. Y Salvador Dalí, en su proteica ensoñación cadaquesiana, levanta la piel surreal del mar para descubrir un perro que duerme a la sombra del agua. Pero no es posible encerrar en un inventario de urgencia un tema como el del mar, cuyo renacimiento en la pintura española actual es un hecho feliz que puede constatarse cada día, desde la exposición monográfica de Repesa, de 1968, a la exquisita muestra de Joaquín Peinado, pintor de un mar lleno de orden y de luz, y la expectación en que nos tiene Benjamín Patencia, decidido por fin a estremecer los países del mar. Y siempre Picasso, cuya obra multiforme celebra constantemente las gracias mediterráneas, poniendo sobre las cosmopolitas arenas de la Costa Azul las doradas leyendas antiguas, promiscuamente (bañistas y centauras, dioses, niños y toros) con una pasión y una vitalidad qué sólo concede el mar, en cuya azul juventud se corrobora eternamente el genio. A. M. CAMPOY

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