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ABC MADRID 01-07-1969 página 11
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ABC MADRID 01-07-1969 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página11
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SUEÑO PARA UN MUSEO E STA antigua residencia señorial forma uno de los cuatro ángulos urbanos de la plaza de la Cibeles, el gran centro moderno de la Villa y Corte. Los tres otros ángulos son el palacio de Comunicaciones, el del Banco de España y el de Buenavista, hoy Ministerio del Ejército. El palacio de Linares, de bella fábrica neoclásica, acusó puntualmente la deshidratación parcial de las altas clases y estuvo sucesivamente deserto, casi en abandono, u ocupado por alguna gran empresa, vuelto a desalquilar y a cubrirse de polvo. El edificio, con su armoniosa fachada, seguía en pie por más que su destino llegara a ser tacierto y aún sintiera la amenaza, extensible a todo el ámbito de la plaza, de su desaparición, lo que habría quebrado la tradicional fisonomía de una de las más encantadoras encrucijadas urbanas de Europa. Pero ahora, en un gallardo mástil sujeto a su balcón de honor, ondea la bandera oficial española. Todo el viejo palacio retoña la vida y brillantez. Sobre el frontispicio, unas letras de oro, donde se lee: Museo Nacional de los Escritores Españoles En el vestíbulo unos ujieres, con sus uniformes galoneados de oro, canalizan hada el interior el arroyuelo turístico que afluye para respirar unos momentos de intimidad casi familiar con las grandes figuras de nuestras letras. ¿Dónde si no encontrar la vitrina y algunos objetos personales de Benavente, los rincones de los Machados, de Marañen, de Ortega, de Valle- Inclán? Un cartelillo anuncia los programas de conferencias y de otros actos culturales. Los maestros de hoy acuden a evocar a los maestros que se fueron, junto a las reliquias personales que nos dejaron (unas prendas, unas plumas, unos manuscritos) ante sus efigies pintadas o dibujadas por Zuloaga, por Sorolla, por Vázquez Díaz. Allí están los retratos de Galdós, de Valera, de Pereda, de Azorín, de Baraja, de Menéndez Pidal; allí pueden contemplarse en espacios sabiamente dispuestos algunos de los objetos en los que dejaron su huella cotidiana, además de manuscritos, documentos curiosos, primeras ediciones; allí revive una atmósfera donde, como en una especie de pequeño Olimpo urbano, acuden familiarmente a nuestra afectuosa evocación los dioses mayores de nuestras letras: pensadores, novelistas, dramaturgos, periodistas, poetas... Lo que se hizo aisladamente por Lope o por Rubén- ¡y con qué amor! -se hace ahora colectivamente por otros de los grandes que se nos fueron y alrededor de cuya memoria vemos: el tintero de Galdós, la mesa- camilla de Azorin con algunos de sus libros favoritos, la capa de Répide, las pajaritas de Unamuno, la cigarrera de Pérez de Ayala; y cosas y cosas, y recuerdos ligados a la vida de tantos otros como se nos van... con lo más curioso de sus objetos, papeles y bibliotecas. Todo lo que facilita el acceso a la proximidad humana de esas entrañables figuras que, año tras o t r o se van hundiendo inexorablemente en la nebulosa del olvido. Este museo es un galardón postumo a su vida y a su obra. Otras personalidades nacionales, y en particular los capitanes ilustres, los héroes de la patria, ya tenían sus vitrinas, sus retratos, sus objetos, sus condecoraciones, sus pergaminos en el Museo del Ejército, homenaje público y permanente a su grandeza y a sus méritos. ¿Dónde sino aquí, en este nuevo Museo de los Escritores Españoles, podría formularse con mayor familiaridad y brillantez el homenaje público y perenne para aquellos capitanes del pensamiento y de las letras que se nos fueron, algunos casi ayer mismo como Ortega, o Marañón, o Pérez de Ayala, o los Machados, o Menéndez Pidal y que siguen tan entrañados en nuestro prestigio nacional? ün sueño. ¿A quién se lo contaríamos para que este sueño alcance las mínimas realidades con que pudiera florecer? Emilio GASCO CONTELL

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