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ABC MADRID 28-06-1969 página 142
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ABC MADRID 28-06-1969 página 142

  • EdiciónABC, MADRID
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ELEGANCIAS DE AYER Y DE HOY L CS jóvenes que tenemos muchos años disfrutamos aireando recuerdos de nuestra edad primaveral, para deleite de lectores contemporáneos aquejados de lumbago y reumatismo. Y quienes poseemes fotografías y documentación de nuestra época se las brindamos a la actual muchachada para que comparen cómo se ataviaban las señoras de principios de siglo y cómo visten hoy esas nenas y otoñales de la minifalda. Una de las cosas menos admitidas por esta generación es que pudieran resultar seductoras sus abuelas y bisabuelas con las indumentarias de finales del siglo XIX y amanecer del XX. Sin embargo, ¡vaya si resultaban sugestivas con aquellos arreos complicados, que no permitían admirar de las hijas de Eva sino el rostro, las manos y la puntita de sus zapatos! Entonces una gran dama aristocrática, una celebridad escénica o una de esas beldades que algunos llaman perdidas y tantos desearían encontrar, no podía ser confundida con una menestrala. Ahora, en cambio, con los decretos de Su Majestad la Moda, imponiendo el vestuario sintético o los pantalones, cualquiera confunde a una de estas princesas que andan sueltas por Europa con una manicura o un cantante de melodías modernas. Las hermosotas de las postrimerías del siglo pasado o cuantas prestigiaron los albores del corriente, encarnizadamente resguardadas por sus aparatosos atavíos, arruinaban a los príncipes rusos, millonarios yanquis, banqueros franceses o proceres nacionales. Hoy, estas espectaculares bellezas que decoran las calles, obtienen premios en concursos de perfección femenina o se exhiben en revistas teatrales y pantallas de todos los tamaños, no consiguen de sus adoradores- -generalmente- -otros obsequios positivos que una ración de gambas al ajillo en una marisqueria o un paseo en motocicleta. A vsces pagando ellas la gasolina. Frecuentemente aparecen en la televisión unas preciosas, provistas de un micrófono, para cantar en minifalda, prodigando aullidos feroces. Desfilan criaturas lindísimas, muy indicadas para idealizar un fin de semana- -o la semana entera- pero con las faldas a media metro por encima de las rodillas o enjaezadas de efetos del Oeste. ¿Cómo van a intrigar a un admirador solvente hasta el punto de regalarlas una collera de brillantes como las que se remitían a Liane de Pougy, Lise Fleuront, Eva Lavaliere... por no citar sino a respetables cortesanas extranjeras? Y lo curioso es que muchas muñecas de lujo nacionales nada tienen que envidiar a las guapas mundiales de ayer. Pero aquéllas despertaban el interés de lo desconocido, y éstas, la pobres, ¡ofrecen un misterio tan reducido! Mi abuelo, que todos- los años pasaba sus vacaciones en París, no dejaba de traerme a su vuelta portafolios ilustrados por estrellas rutilantes de la galantería, y rebuscando entre ellos localicé estas fotos, que muestran vestuarios como ya sólo se contemplan en las fabulosas revistas teatrales y cinematográficas de Norteamérica. Tuve ocasión de comprobarlo en mi último viaje a Nueva York. Fui al país del dólar a comprarme unas camisetas de seda que liquidaban en un establecimiento de la calle 3.194, y, por cierto, que estrené una en la fiesta a que concurrí invitado por un magnate considerado como el rey de los cepos para cazar ratones. Tuve la suerte de coincidir allí con el presidente Kennedy, y aproveché la oportunidad para preguntar a éste su opinión sobre las cosas de España. Me confesó que tenía excelentes noticias del gazpacho andaluz y las morcillas extremeñas, agregando que le gustaría ver torear a El Cordobés con flequillo y moño bajo. Estuvo muy deferente conmigo, invitándome a pasar veinte días en la Casa Blanca, con todo pagado. Igualmente me acogió con mucha simpatía el maharajá de Gambe-

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