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ABC MADRID 26-06-1969 página 115
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ABC MADRID 26-06-1969 página 115

  • EdiciónABC, MADRID
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MIRADOR vida colmada, como Blasco Ibáñez, no intentase ni el menor asomo autobiográfico, pero en cambio ningún documento capital se hubiera perdido con la ineditez de La novela de un novelista de Palacio Valdés, empero su finura literaria. En cuanto a Ramón y Cajal, sólo en parte aumentó la narración de experiencias muy comunes de su infancia y juventud, al llegar, ya demasiado tarde, a El mundo visto a los ochenta años cuando su misantropía ty cierto atrabiliarismo incomprensivo para si arte se le habían exacerbado. Si Silverio Lanza en vez de emitir sus teorías algo sibilinas sobre la antroposofía se hubiese contado a sí mismo, quizá hubiéramos ganado una obra más lograda que todas las demás suyas. Los Recuerdos y olvidos de Jacinto Benavente, se inclinan más al segundo titulo que al primero. Más memorioso- -y anecdótico- -es Eduardo Zamacois en Un hombre que se va Es sensible que Valle- Inclán no alcanzara a reconstruir su vida con menos fantasía que en su juvenil autosemblanza de Alma Española o mediante las figuras interpósitas de Bradomín y Montenegro. ¿Pudo agregar algún aspecto nuevo a la fisonomía del 98 alguien a quien solía- -con no entero fundamento- hacerse inicialmente partícipe del mismo movimiento, esto es, Manuel Bueno? Su novela Poniente solar nos decepciona en tal supuesto. Y por agotar posibilidades- -las memorias que no existieron- -preguntémonos también si Ortega y Gasset, llegado a su mayor cumbre de edad, se hubiera lanzado a escribir las suyas que alguna vez- -en el prólogo a la primera compilación de sus Obras -superando el asco al pasado declaró. El caso es que sólo por transferencia en un personaje ficticio de una época inmediatamente anterior- Memorias de Mestanza El Espectador, VII -aventuró opiniones con sesgo retrospectivo sobre la política y el amor. Por lo demás, que Ortega no infravalorizaba el memorialismo se advierte en varios pasajes de sus escritos y particularmente en el capítulo de El Espectador que dedicó a las Memorias de la marquesa de la Tour du Pin. En la introducción al capitulo antedicho sobre Mestanza leemos: El lema de mis memorias y novelas futuras sería ésts: Neblí, neblí, suelta tu presa. Y asimismo: Mis memorias serían también, junto a mi vida efectiva, las que pude vivir. O sea, las de sus ex yo futuros, como eserbía Unamuno. n Estar situado en un altozano del tiempo o bien a la distancia, la vejez o el destierro; he ahí los resortes habituales que originan los libros de memorias. Movidos por la segunda razón, ciertos escritores españoles fuera de España, después de 1936, lejos aún de la declinación, pero deseosos de registrar sus nostalgias y sus nuevas experiencias, nos han anticipado algunas autobiografías valiosas. Tales la de José Moreno Villa Vida en claro donde revive muy luminosamente la España intelectual anterior al exilio; la de Rafasl Alberti, en La arboleda perdida visión con óptica no muy diferente de la misma época; José Venegas en Andanzas y visiones de España y Arturo Barea con su trilogía La forja de un rebelde Este libro rebasa lo puramente autobiográfico, aunque el primer tomo- -el de su infancia en un Madrid de comienzos de siglo- -sea el mejor y valga especialmente por su crudeza expresiva y su densa atmósfera novelesca. Una autobiografía realmente impar es la Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna, summa de la imparidad genial que es toda su cuantiosa obra. Muy influido por tal libro se mostró César González Ruano Mi medio siglo se confiesa a medias Las aportaciones posteriores ai mismo género ganan la primacía: me refiero al Viaje al siglo XX de Melchor Fernández Almagro, comienzo de unas Memorias que la muerte del autor dejó truncadas y que hubieran superado mucho el cuadro meramente autobiográfico, dada la curiosidad por otros mundos y el profundo espíritu historicista del autor. Finalmente, Una vida española a caballo en dos siglos por Corpus Barga. Los tres tomos publicados hasta la fecha pueden considerarse como la verdadera revelación de un originalísimo escritor, más allá del renombre que ya posía desde años atrás, merced a sus trabajos de periodismo literario. En Los pasos contados Puerilidades burguesas Las Delicias Corpus Barga crea una técnica y un estilo sin Santiago Ramón y Cajal nada de común con el habitualmente memorialista o novelesco. Finalmente, no olvidemos una autobiografía algo prematura, escrita antes de la mitad del camino de la vida- r- como fue la de Stephen Spender- -por Salvador Dalí, su Vida secreta Felipe Vivanco ha compuesto una delicada Pero rectifiquemos: prematura no puede autobiografía de sus años infantiles en ser la narración de una vida qua fun- Los ojos de Toledo Llegando, al fin, a la meta prefijada, cionó desde la infancia cara al espectador, dada la megalomanía y el exhibicio- para hacer una estación menos rápida, nismo que confiesa ya desde la primera henos aquí ahora ante las existencias de página. En cuanta al apelativo secreta dos noventaiochistas indudables, quienes en modo alguno parece convenir a una emprendieron, ya longevos, tal recuento: vida rigurosamente pública. Pero quizá Pío Baroja y Azorm. También en las pátal carácter no hace sino aumentar el va- ginas de mi Del 98 al Barroco ss enlor de las confidencias de este hijo del contrará a otro noventaiochista, bien que siglo XX De los poetas últimos, sólo Luis evadido, por el cambio de país y de idioma, pero al que en cierto modo recuperamos con el presente recuerdo: es George Santayana. Todas las autobiografías son mentiras -ha dicho Bernard Shaw- Frase que, como muchas de las suyas, tan incierta o verdadera parece dicha del revés: todas las mentiras son autobiográficas. Y aún más, porque justamente a mayor sinceridad. Undante no ya con lo inverosímil, sino con el cinismo, mayor fuerza de imantación tendrá una autobiografía. Por otra parte, la mentira desnuda es más difícil de hacer aceptar que la verdad embozada; y, en Ramón cualquier caso, el lector siempre maliGómez cia. -como escribía Torres Villarroel, uno de la de los patronos del género- -que se le inSerna tenta dar por humildad rendida lo que es una soberbia refinada Guillermo DE TORRE

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