Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 05-06-1969 página 122
ABC MADRID 05-06-1969 página 122
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 05-06-1969 página 122

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página122
Más información

Descripción

FORMA Y RECUPERACIÓN R ENQUEANTE, jadeando, con un crujir y gemir de su viejo esqueleto, el autobús se puso en marcha, pausado, con la digna calma d e l veterano. Al arrancar, un desconocido, campesino por las trazas- -boina, zamarra, pantalón de pana- esbozando un saludo, nos dijo: ¡Buen viaje, buena suerte! Y advirtiendo nuestra cxtrañeza: ¡Que el mal que les deseo me venga a mí! Esto era estilo; estilo entendido no como práctica de un ritual de trivialidades, sino como actitud ante la vida y los hombres, como respeto hacia algo que más que fórmula, o forma, es médula, esencia. Era Pascua, tiempo penitencial, de recogimiento. Durante los ejercicios, en los recreos, paseábamos por el claustro románico, señoreado por el ciprés teólogo- -todos lo son- -o por los alrededores del monasterio, entre huertos de frutales modestos salpicados por algún que otro nogal corpulento. Y otro labriego, parecido al de marras, acompañante de nuestro peregrinar, nos decía: Por aquí había muchos nogales, pero todos l o s han matado Un dolor... ¡Matar a un árbol! Y de un golpe este palurdo- -pensábamos arrogantes- -había tenido la misma honda intuición del ser profundo de las cosas inertes que inspiró a Juana de Ibarburu, al rimar a cuento de la higuera de su huerta, aquello de su alma sensible de árbol Pues esto era también estilo. Como lo sería el de esos personajes de Somerset Maugham, rodeados del verde viscoso de una jungla rezumante y opaca, cenando solitarios, de smoking y leyendo el Times por su orden sin saltarse un número. Estilo el de Stanley, el explorador americano dándose de bruces en un remoto rincón de África, con su colega británico Livingstone y saludándole con aquel famoso ¿Mr. Livingstone, supongo? Como si le hubiera visto la víspera. Y estilo el de Fray Luis de León, con su histórico Decíamos ayer O d de los toledanos, dirigiéndose a sus regidores venideros con aquel su Claros, ilustres varones... grabado en el frontispicio iJel Ayuntamiento de la ciudad. Estilo, -en definitiva, el eje diamantino de Ganivet, expresión de aquella filosofía estoica de tan honda raigambre española. Pues ese estilo, esa forma que no es envoltura, ni accidente o contorno, no es ya apenas más que nostálgico recuerdo. Entre las obras del gran novelista polaco de lengua inglesa, Joseph Conrad, figura una cuyo protagonista, Razumov, un moscovita hamletiano es uua perfecta contrapartida, de signo opuesto, del Raskolnikov de Dostoievski. En boca del primero, de Razumov, pone su creador, Conrad, una frase atrozmente desesperanzadora. A la sociedad como al nombre- -le hace decir- sólo se le abren al nacer dos perspectivas; la de arder o la de pudrirse. Pues bien, algunos sectores de la sociedad contemporánea, en su extraño empeño de autoinmolación en los altares de un nihilismo absoluto, parecen haber decidido consumar su propia ruina de ambos modos. ¿Suena apocaliotico? Dejémoslo por si acaso. Preguntémonos, en cambio, si este declinar del estilo vital ha afectado a uno de los pueblos con más estilo histórico y humano: el nuestro. En 1916, Azorín, a propósito del duque de Rivas, hablaba de una modosidad una compostura, que existía en otras épocas y ya se echaba de menos en la del duque. ¿Y ahora? La verdad es que en el mundo que vivimos la modosidad brilla por su ausencia. Se advierte en aparentes nimiedades. Por ejemplo, en la desaparición casi total del uso corriente de esta palabrita: gracias. N o las damos a nadie ni por nada. ¿Y por qué lo haríamos? Nada debemos y lo que recibimos nos es ampliamente debido. Se percibe también en el modo de hablar y escribir para di público. A los españoles, desde el XVII, se nos ha metido la retórica en la masa de la sangre. No lo podemos- remediar. Metáforas resobadas, perífrasis, adjetivos desorbitados, y toda clase de comodines retóricos, se nos van por la boca o la pluma, en una orgía palabrera, y así no poco de lo que se escribe y lee, tiene perfiles churriguerescos. Azorin, en la misma obra aludida, hablaba también de nuestro hiperbolismo expresión q u e sola se alaba y en plena vigencia hoy. Es et momento de recordar la frase, atribuida a Sánchez Mazas, según la cual habría que escribir un poco peor Otro ismo frecuente entre nosotros es- el eufemismo, la resistencia a llamar al pan pan y al vino, vino, inventando, verbigracia, para los ciegos, eso de invidentes ¡como si ello aminorara su tragedia! o rebautizando ingenieros agropecuarios como se intentó hace bastantes años, a quienes ejercen la franciscana profesión de curar al hermano perro o al hermano jilguero. Todo lo que vengo recogiendo es, aunque sintomático, pura externidad. Pero hay otras cosas. En- el duro subsuelo del carácter nacional yace intacto un filón de algo inapreciable, el empeño del hombre español en ser reconocido, sobre todo, como tal, como individuo. Pero al calor de la nueva prosperidad, acaso por aquello de que el apetito viene comiendo, sobre esa rica vena de pundonor y hombría, parece irse depositando una capa de avidez que nos induce a no apreciar lo ya ganado, a no querer recordar lo que nos faltaba no hace mucho porque apetecemos más y sólo en ello pensamos. Así se crea una mezcla de viejo orgullo y codicia nueva bastante detonante y poco grata. De aquí también un cierto desasosiego, estimulante acaso de la mejora individual, pero que trae a la memoria aquel archiconocido apólogo del hombre feliz, el que no tenia camisa. En situaciones tales suele surgir, impulsada por el afán de lucro, una nueva picaresca de cuello y corbata a la que falta la nobleza que, a pesar de todo, podían tener los andrajos de Lazarillo o la patética miseria de Buscón. Desaparecida casi, la satisfacción de la obra bien hecha; en peligro también el respeto a la palabra toda. Lo que ds triste y zaragatero pueda tener todo ello nos hace temer, en ocasiones, que en la convivencia y contraste Don Quijote- Sancho, simbólica d e l alma nacional, pudiera no tener ya Alonso Quijano las mejores cartas. Acaso f u e r a demasiado quijotismo pero ni tanto ni tan calvo... Y es que es siempre difícil que una sociedad en desarrollo adopte los criterios y m é t o d o s de otra más desarrollada sin que alguno de los subproductos de la segunda destina sobre, la primera. A a t a j a T estas manifestaciones, necesaria y transitoria consecuencia sociológica de una evolución inevitable, tienden probablemente esas oportunas consignas televisadas que nos incitan a vivir deportivamente, a pensar en los demás. Volviendo al terreno de lo universal sería fácil registrar, en apoyo de lo dicho, toda una serie de fenómenos debidos a esta crisis contemporánea del estilo moral. Pero el catálogo se haría interminable. Diré sólo, por eso, que no veo razón, por lo que nos toca, para renunciar al optimismo. Al contrario. Nuestro país ha c a m b i a d o de piel y nuestra sociedad está en plena transformación. Es una sociedad joven, si no adolescente; es natural que tenga pecas, lunares. Nuestro relativo r e z a g o material nos ha obligado a quemar etapas, a llegar en pocos años allá donde otros estaban de tiempo atrás instalados. Ni nos están vedadas las rectificaciones que aconseje la experiencia ajena, ni son inútiles las cautelas. Y la primera la restauración, el reconocimiento de Fray Luis de León

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.