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ABC MADRID 31-05-1969 página 32
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ABC MADRID 31-05-1969 página 32

  • EdiciónABC, MADRID
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de hoy tiene su problema, también de hoy. Solo que como acaba de curn p 1 i r veintitrés primaveras con una salud de caballo, gana un sueldo muy apañadito y es soltero, resulta que su problema, así, visto desda fuera, parece una estupidez. Pero quién sabe. La cosa es que el chico volvía cada no. he acongojado a casa y se ponía a llorar sobre el hombro de su honrada madre francesa, segurátoente encantadora y gorda, con un gato negro encima de la falda y haciendo calceta sin parar, como las protagonistas de algunas novelas de Simenón. Total, que entre hipido y sollozo decía el bueno de Pierre a su mamá: -No quiero que me llamen burgués, no quiero que me llamen burgués... ¿Y quién te llama a ti semejante barbaridad, tesoro? -preguntaba extrañada la obesa señora- -si aquí siempre hemos sido contrarios al general De Gaulle y cuando vino de visita la reina de Inglaterra nos quedamos todo el día en la cama y con las ventanas cerradas a piedra y lodo... -Me lo llaman mis amigos pop y cuando entro en el club se ríen a carcajadas. Ninguna chica quiere bailar conmigo... No hay nada como una madre cuando se trata de comprender. Así que Pierre abrió su corazón rebosante de angustia. El hombre trabajaba en un Banco, y es sabido desde tiempo inmemorial lo poco aficionados a las bromas que son los directores de esos establecimientos. Siempre serios, siempre con su corbata, siempre haciendo multiplicaciones gordísimas, siempre pendientes de las cotizaciones, nunca interesándose por la música pop El jefe de nuestro Pierre no era, desgraciadamente, ninguna excepción. Y exigía de sus empleados que fuesen disfrazados de antiguos, con el pelo cortíto, camisa blanca, corbata y, el colmo, chaqueta a juego con el pantalón. No hay nunca un melenudo en la ventanilla donde cobramos el cheque, jamás el señor seño que nos dice: firme aquí sin prestarnos su propio bolígrafo, lleva levita romántica ni blusa con chorreras, todavía no es costumbre que el encargado de la moneda extranjera toque la guitarra eléctrica mientras nos cambia nuestras muchísimas pesetitas chiquitínas por poquísimos y gigantescos dolarazos. Asi que el pelicorto Pierre cuando salía del trabajo, con su traje clásico de rayita blanca, y se precipitaba en el sótano- boite donde sus amigotes se reunían horas y horas a no hacer nada con fondo de rebeldía filosófica, era el blanco de todas las bromas: -Anda éste, que viene disfrazado de la Edad Media... ¿Se ha escapado usted de un cuadro antiguo, caballero? -Yo soy una chica seria, no bailo con hombres raros... Píerre se estaba quedando delgadísimo y mustio de tanto mascar quina, hasta que una tarde se puso a pensar en la manera de arreglarlo. El muchacho- -que no era tan lerdo como pudiera pensarse por lo que estoy contando- -se puso un dedo en la frente al misino tiempo que se encendía una potente bombilla en su cerebro y empezó a bailar pop en el despacho del Banco, con gran disgusto de sus compañeros, que eran burgueses de verdad, mientras gritaba lleno de felicidad- -lEureka! Ya encontré la solución. Voy y me compro una peluca. Tres mil pesetas le costó el caprichito del buer dinero que le pagaban sus aburridos jefes por hacer un trabajo aburrido en el más aburrido de los atuendos. Pero el dinero ganado en horas grises sirve para viyir horas brillantes. Ahora Pierre es completamente feliz. También su honrada madre y su padre, que trabajaba de ca- marero, y el negro gato familiar, y no digamos las minifalderas pop que se le dan de miedo desde que el niño se presentó con su melena larga y una chalina de colorines para completar el atuendo: -Chico, pero que guapo eres... -Eh, tu, Fely, no seas fresca, que para bailar con Pierre hay que hacer cola y yo estoy antes. Bueno, y esta es la historia. La ntcia historia de Pierre y su mamá, de la peluca y el gato negro, del serio banquero conservador y de la muchacha con l a s piernas al aire. Donde sale un señor que apenas he nombrado y que es si verdadero eje del cuento; me refiero al fabricante de pelucas masculinas, que se debe de estar forrando. Podría ser que ese avispado caballero, llamado Jacques Dessange por más señas, fuese el que levantó todo el tinglado para hacerse propaganda publicitaria. Y Pierre no será Pierre, ni tendrá madre con gato, ni trabajará en un Banco ni nada de nada. Que el mundo moderno es así. Lo malo es q ie no basta un traje sobrio con su corbata de colores suaves, zapato negro y un chaleco de la misma tela, para infundir seriedad al muchacho alocado que está deseando dejar el trabajo y precipitarse en el mundo pop La cosa no es tan fácil. Tampoco ponerse una peluca de bucles, barba postiza y camisa naranja con chorreras es suficiente para que un señor tranquilo y hogareño se sienta a gusto rodeado de niñas ye- yés en un cabaret de moda. Si uno es alocado, bromista y con ganas de divertirse, lo sigue siendo vestido de enterrador, pero cuando un hombre con ideas de hace cuarenta años se disfraza de moderno, sólo consigue sentirse desgraciado. El hábito no hace al monje, y mil perdones por el tópico. Hay hippies con un alma burguesa que no se la salta un gitano, y señores oficinistas que nunca salieron de una capital de provincia donde se ven negros para sacar adelante a sus diez hijos, que tienen ideas avanzadas de verdad, audaces de verdad, modernas de verdad. Lo que se lleva dentro nos acompaña hasta la tumba, 5- si algunas veces, sobre todo en la tonta época en que estamos enamorados, pensamos que somos capaces de cambiar a alguien, es porque, de cuando en cuando, todos nos volvemos unos románticos de perra gorda sin pizca de seso: -Haré de él un luchador... (Necia, si es apocado así seguirá hasta el fin) Antes: tin hombre fracasado.

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