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ABC MADRID 31-05-1969 página 22
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ABC MADRID 31-05-1969 página 22

  • EdiciónABC, MADRID
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CERVANTES EN U. S. A LOS PROFESORES ESPAÑOLES A sabemos que la empresa norteamericana, de la índole que sea, se desenvuelve conforme a un riguroso programa para que resulte un todo orgánico, de fines claros y acción mancomunada. Los españoles, en cambio, procedemos de una manera absolutamente individualista, impulsados por motivos personales, en busca casi siempre de objetivos perentorios, sin mas plan que el que surge sobre la marcha. A veces, ese esfuerzo se pierde, inconexo y solitario, como un río que se diluye en el desierto antes de alcanzar el mar; pero, en algunas ocasiones, jjptr meras coincidencias, llega a ser también una hazaña colectiva. Resultados de este rango fueron la colonización de América y la guerra contra Napoleón y, últimamente, la emigración Taboral a los países desarrollados de Europa. En todos estos casos es el contagio la fuerza impulsora y es la de los ramos de cerezas la técnica empleada: el paisano tira del paisano, el amigo, del amigo; el pariente, del pariente, etc. hasta formar una caudalosa corriente de voluntades y aspiraciones comunes. Pues de manera muy parecida se ha venido efectuando hasta ahora la recluta de profesores españoles para las Universidades de los Estados Unidos. Fueron primero unas personalidades eminentes: Américo Castro, Federico de Onís, Emilio Gómez López, Francisco Ayala, Juan Marichal, Rubio Barcia, Dacall, Sender, etc. a quienes circunstancias históricas o personales habían empujado a las playas de los Estados Unidos. Luego, su aventura despertó el interés de otros muchos. T empezó asi el desfile de profesores hacia aquí, uno a uno; algunos para quedarse y otro sólo de paso. En gran manera han contribuido a esta nueva empresa, española en América las idas y venidas de Dámaso Alonso, las giras de nuestros escritores -José Luis Cano, Matute, Cela, Delibes, Ferres... -y, sobre todo, las cartas de unos a otros, el ¡tirón desde aquí al indeciso o desorientando de allá. Rodríguez Moruno, Montesinos, Tofcrente Ballester y Alborg, entre otros, sirvieron de imán también y llegaron los Ildefonso- Manuel Gil, Marra- López, Fernando Ibarra, Carenas, Juan Calvo, Rafael Bosch, BetoretParís y varios cientos más. No vaya a creerse, por ello, que todos los españoles que desempeñan cargos docentes en estas Universidades iniciaron su Y El autor de estas crónicas, con un grupo de alumnos de español en la Michigan State University. carrera profesoral aquí con los títulos españoles correspondientes o siguiendo una vocación experimentada. A veces, han llegado a esta situación por los caminos más insospechados. Los hay que comenzaron sólo con su diploma de maestro nacional, con algún curso de Filosofía y Letras aprobado en España, o con una licenciatura que nada tenía que ver con la lingüística. Pusieron pie en el primer peldaño, en el de instructor y, a la vez que enseñaban, iban preparando su master en la misma Universidad, hasta lograr posteriormente su doctorado para poder alcanzar así los grados superiores en el escalafón de la docencia. He conocido uno, valenciano, que. harto de ser hijo de papá se vino a los Estados Unidos, sin saber a qué, sólo como evasión de un mundo mercantil que no le agradaba, que ha acabado por ser uno de los profesores más estimados en el Departamento de Español de la Universidad de Michigan. -Yo soy abogado- -me decía un antiguo condiscípulo de la Universidad de Granada- pero como las cosas no me iban bien allá, decidí emigrar a Cuba con mi mujer. Allí vivimos varios años, hasta que no pude aguantar más a Fidel. Cai, con otros muchos exiliados cubanos, en Miami y, naturalmente, me puse a trabajar en una fábrica de pinturas, que fue el primer trabajo que me ofrecieron. ¡Figúrate! También mi mujer se colocó en otra factoría, con el mismo grado que yo. el de peón. Y no es que viviéramos mal, pero aquello no era lo nuestro. De esta forma fuimos tirando unos veinte meses, porque me enteré que las Universidades de este país necesitaban profesores de español. Entonces escribí a varias de ellas solicitando un puesto, sin muchas esperanzas de que me lo dieran, esta es la verdad. Pero si. Recibí distintos ofertas, con gran sorpresa por mi parte, y acepté la que me pareció mejor. A eso se debe que me encuentres ahora de profesor de español en la Universidad de Minnesota. ¡Ya ves tú! Podría contar muchas historias como ésta, pero son aún. más peregrinas las de otros profesores procedentes de las repúblicas de Iberoamérica. Algunos son excelentes, preparadísimos, incluso escritores de mucho mérito. Vargas Llosa, por ejemplo, creo que enseña en el Estado de Washington. Al novelista argentino Benítez me lo he encontrado en la Universidad de California en Los Angeles. Pero no hay que olvidar el nutrido contingente de cubanos exiliados que han sido acogidos en las Universidades norteamericanas, más bien por razones políticas, sin la preparación adecuada, ni siquiera la mínima, aunque aleguen ser doctores por la Universidad de la Habana, extremo éste que hay que admitir bajo palabra, ya que no existe ningún medio de comprobación. Ello no quiere decir, por supuesto, que de Cuba no hayan llegado también verdaderos profesores, sino que, al amparo de una circunstancia política, otros muchos, que no lo son- -tal vez ni siquiera bachilleres- se aprovechen del inevitable confusionismo, y se cuelen de matute. Por otras razones, iberoamericanos de distintas procedencias- -que llegaron becados como estudiantes de otras

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