ABC MADRID 24-05-1969 página 13

OTRA VEZ GULLIVER L A Cenicienta. Blanca Nieves. Gulliver, la infancia humana tiene hambre de maravilla. Aprendemos a leer en las páginas de lo imposible. Nuestros primeros pasos se inician en un reino aue no es de Este mundo. La imaginación nos da la mano y, como buena compañera de juegas, nos hace saltar a la comba o tirar la pelota con príncipes y duendes, con hadas y dragones, en caminos transhumantes y lúcidos con brujos y trasgos. La fantasía abre su abanico de mil colores y, con ángeles o demonios, nos hace dueños de cielo y tierra. Más tarde, por desgracia, el abanico va perdiendo sus plumas, aue se decoloran con la realidad. Pero antas de zambullirnos en las reales aguas que nos esperan, todavía hay un remanso en la playa. Es el momento que en la semiinocente adolescencia buscamos la inquietud de la aventura en los libros de viajes, en el western en la lucha de los buenos y los malos, y tal vez en el prestigio de un detective, y tal vez en las dulzonas insinuaciones de una novelita rosa. Quiere decir aue la maravilla de lo imposible se va secando poco a poco, perdiendo tristemente, como árbol sin tierra, sus flores y su hojas, sus tallos y su savia. Y un día, cuando ya ese árbol ha sucumbido al hachazo mortal, nos encontramos dejáronte nadando en plena vida, resistiendo el oleaje de los números, los embates de las preocupaciones materialistas y, si nos vemos en un mal trance, al solicitar a gritos un salvavidas, nos entregan un libro intelectual, duro y frío, cuyo peso morboso nos hunde más. Por supuesto, no es ninguna novedad el rapidísimo esquema de esta trayectoria. Sería pueril y hasta irreverente pretender detener el proceso de la ley natural, ya que. en último término, su esencia y fundamento es de origen divino. A nadie se le ocurre la monstruosidad de desear una infancia estereotipada en si hombre- niño que fuara al morir como un anciano recién nacido. No, el camino andado es obligatorio v hasta deseable. Sin embargo, se nos ocurre una observación que a primera vista nos llena de asombro. Siendo el hombre la célula de la Humanidad- -como si a la Humanidad la viéramos en un microscopio- sería lógico que el proceso de ésta fuera correlativo y paralelo al proceso de su célula. Y así es, pues nadie puede negar que hoy hemos llegado a una Humanidad adulta. Y no obstante, sin embargo... Existen infinitos detalles que nos perturban, y cuya lista sería larga. Vamos a escoger uno al azar que nos brinda una actualidad demasiado repetida, entendiendo que una repetición constante ya no significa puramente lo actual, La Cenicienta, Blanca Nieves, Gulliver, la maravilla ha musrto para la Humanidad y, sin embargo, la Humanidad quiere jugar. Los hombres de todos los países del mundo, en todos los climas y en todas las latitudes, se tiran la pelota unos a otros, a través de mares y continentes, con la misma destreza y el mismo deseo, en un gran partido infantil universal. Y no es el deseo de ganar, es la necesidad de resucitar la maravilla. En cualquier hogar de la tierra, rico o modesto, siempre hay un padre Bey Mago que junto al zapato ds su niño coloca un juguete nuevo. Por fortuna, los soldados, las ametralladoras y los cañones tienen un nuevo rival que las jugueterías disputan en competencia para fabricarlo. Es el común y vulgar plato volador descubierto para alegría ds los niños y los hombres. Y mientras el hijo le da cuerda, en un tremendo itinerario de la sala al comedor, el padre no se atreve a confesar la duda misteriosa que le asalta, después de habar leído tanta y tanta noticia que no puede admitir. Una ccpiosa literatura documental niega o afirma, establece el pro o el contra. Institutos especializados clasifican casos y pruebas. con perfectas estadísticas que analizan la fantasía y la realidad. No obstante, la incógnita no se despeja, la investigación lla y el problema sigue en la bruma. Pues bien, eso es lo importante, la bruma. 1 magnífico resultado obtenido es uno de los grandes éxitos de nuestros días: la Humanidad adulta a vuelto a abrir las puertas a la fantasía y camina locamente, como el niño, de la sala al comedor. ¿Acaso esto no es un síntoma reconfortante? Nos interesa muy poco la verdad o la mentira, la exactitud o la superchería, los testimonios conscientes o la neurosis colectiva. Es evidente que el Cosmos puede ser una fabulosa caja de sorpresas y que la ciencia puede regalarnos un día la llave del secreto. Es evidente la posibilidad de vida extraterrena en formas, manera o sustancia que escapen a nuestra concepción, pues sería ridículo declarar a nuestra mente directriz del Universo que no hemos creado. Vana y soberbia sería la cortapisa puesta a Dios al decir Dios y nosotros El es el único y exclusivo autor del verbo ser 1 y bueno estaría que no pudiera conjugarlo a su arbitrio. Si ha dicho vosotros sois ¿quién puede negarle autoridad para que dicte la tercera persona del plural? Pero suceda lo que suceda, seamos un día amigos o enemigos de extraños mundos o simplemente despertemos de un sueño ccn la sonrisa en la mano, el caso es que ya ha acontecido para nosotros algo verdaderamente importante: la Humanidad ha vuelto a jugar. En la época frenética y tremenda del tecnicismo, la electrónica y la cibernética, frente a los robots infalibles, se abre la rendija de una pequeña ventana. Es Gulliver quien la abre, el Gulliver perdido y hallado en el templo de nuestra imaginación, que una mañana se levanta decidido a abandonar el hogar, en busca de nuevos enanos y nuevos gigantes... ¡Aleluya! Isabel SUAREZ DE DEZÁ