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ABC MADRID 23-05-1969 página 7
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ABC MADRID 23-05-1969 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página7
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UNCA se sabrá cómo hay que contar ciertas cosas para no asustar a nadie ni asustarse uno mismo. Pero la vida de las grandes ciudades está en la calle, en la fábrica o en la oficina; está en el interior de cada casa y se asoma a los tejados y galerías, donde creemos que sólo hay antenas de televisión o cables de la luz enlazados de aislador a aislador. Puestos a contar es importante para el que escribe, tan importante como la máquina de escribir, tener delante de uno un conjunto de fotografías de cosas que ya se conocen: un tejado, una casa de vecindad, cualquier estampa callejera... Si nos concretamos a la simple estampa de un tejado, sin otro detalle descriptivo que ese trozo de tejado, no creamos por eso que la estampa es limitada. ¡Ni mucho menos! La estampa es amplia a poco oue ahondemos en sus distintos planos. Y en esta estampa no se alcftugm a una panorámica que nos diga dónde estamos: ni nay la torre de una iglesia, vigía de todas las ciudades o pueblos de España, qus pueda determinar en qué pueblo o ciudad nos encontramos; ni el edificio que, por su importancia, aparees en las tarjetas postales; ni una caite, paseo, plaza o avgnida oue nos aclare qué lugar es... Nos enfrentamos al silencio de unos rincones que reclaman de nuestra imaginación para ir explicando por partes cada cosa. En- primer término, tenemos un tenderete con sus ropas extendidas donde hay prendas de distintas clases. V no hay, por cierto, ropas de hombres- -en casas asi, de obreros- -que nos hagan pensar en ropa N sudada según la advertencia del Génesis: Te ganarás el pan con el sudor de tu frente. Luego ya, arriba de los tejados, aparecen los enjambres de antenas de televisión. Aquí ya pensamos en una ciudad desarrollada, porque penetra en cada casa el partido de fútbol del domingo, o la corrida de toros del jueves, o la plática de un sacerdote siempre basada en el buen orden de las cosas, o la película cus pertenece a la prehistoria del cine, donde hombres y mujeres, con los problemas de siempre, visten como hasta hoy habían vestido los hombres y las mujeres; en una palabra, se sabe quién es un hombre y quién es una mujer... T la televisión- -obligado es decirlo- -ha ensanchado el mundo dentro de las cuatro paredes ds la más pequeña y humilde habitación. La televisión nos ofrece muchas, muchas cosas. Y no diré snie algunas no merezcan ser vistas, pero algunas mejor seria no verlas... Salvando la epopeya de la. civilización y el progreso cue supone la televisión, en los humildes hogares que componen esa casa, de la que vemos el tejado, sí hay. señores míos, un aliento poético: los pequeños tiestos oue se asoman a algunas de las venta nucas. ¿Qué manos temblorosas o juveniles se acercarán a esas pequeñas macetas? No serán gentes, con seguridad, oue aspiren a grandes éxitos en la vida o que eslieren mafftmit homenajes postumos. Ni gentes que hayan oído además que las flores consuelan de muchas penas, entre ellas de la soledad ¡Y cuántas casas de esas modernas, con muchos pisos, de fachadas ar- tísticas, no conocerán del aliciente de uno; desmelenados geranios colgantes, o de unos claveles, o dé unas plantas de albahaca Contrastes ds la vida. Yo recuerdo, en esa casos, los versos del poeta argentino Fsrnández Moreno: Setenta balcones hay en esta casa, setenta balcones y ninguna flor... Pero felizmente, como si estuviéramos en Sevilla o en Granada, o en cualquier ciudad del Mediterráneo, ciudades de clima cálido, esas macetas están ahí diciendo con su presencia que hay que acostumbrarse a mirar más allá de las cosas oue enturbian nuestra vista. No decía otra cosa FTaubert: Creo que si miráramos siempre al cielo, terminaríamos por tener alas. Esto es lo que he ido desentrañando, poco a poco, de la vista abstracta- -profunda, aunque limitada en su estampa- -que el fotógrafo ha puesto en mis manos. Ya dice el buen novelista Julio Cortázar: Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños. pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros. AQUÍ, con esta foto, entre Donis y yo, hemos atrapado un lienzo de la realidad. La verdad, sin personajes pendientes de ser captados por la cámara fotográfica. La verdad desnuda. José Miguel NAVEROS (Foto Donis.

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