ABC MADRID 21-05-1969 página 36

LAS PINTORESCAS DE VARIEDADES DE LOS Q UIENES tuvieron la oportunidad en la tercera década del siglo actual de adentrarse en alguna academia expendedora de canciones ligeras o dedicada a la enseñanza de toda clase de coreografías- -desde el baile flamencoide hasta la danza clásica, pasando por los bailoteos sagrados del Oriente fabuloso- -no habrán olvidado el inefable ambiente que caracterizaba a tales templetes consagrados al servicio de la frivolidad. Periodistas, agentes teatrales, amigos particulares de los dirigentes de la academia, colaboradores, compañeros en el cultivo del baile y el cuplé, acompañantes de la clientela- -familiares, novios o algo asi... -congregábanse eufóricos en el salón de espera, mientras el maestro ensayaba ante el piano con las artistas en la apartada estancia que permitía trabajar aislados de los concurrentes. Las academias surtidoras de repertorio a las cupletistas, hallábanse, generalmente, instaladas y regidas por un compositor, en torno al cual se aglutinaban los colaboradores letristas, unas veces con carácter de exclusividad y otras alternando con cuantos ofreciesen una letra interesante para el músico. Por aquella época destacaban en plena juventud Ángel Villajes, Manolo Bertrán Reyna, Antonio Rincón, Manolo Pont de Anta, Carlos Castellano, Genaro Monreal... asistidos por los letristas Fidel Prado, Mariano Bolaños, Alfonso Jpfre, Ángel Hernández de Ix renzo, Diego Flores, José Soriano, Salvador Valverde, Ramuncho, Bellido Ijerena, Perelló, García Padilla, Susillo... y se mantenían invictos, procedentes de la segunda década, Eduardo Montesinos, Modesto y Vicente Romero, Martínez Abades, Ernesto Tecglen, Cándido Larruga, Bódalo, Ricardo Yust, Luis Barta, Raíles, Felipe Orejón, Ezequiel Endériz, Joaquín Zamacois, Nieto de Molina, Costa, Jerónimo Gómez. Alvaro Retana... El compositor, erigido en divinidad lírica, encargábase de hacer oír y enseñar sus números; a los colaboradores letristas cumplía la misión de merodear por escenarios, camerinos, cafés... dispuestos a la busca, ¡persecución y captura de artistas para transportarlas a la academia y colocarlas repertorio. Como la Sociedad de Autores liquida la ejecución de un número lo mismo tratándose de una estrella que de una telonera para los efectos monetarios tan importante resultaba conquistar a una estrella como a una furcia denominación aplicada a las cupletistas sin categoría artística. A los colaboradores diligentes, duchos en conseguir voluntades se les conceptuaba pistoleros Villajos contaba con Bolaños y Jofre; Bertrán Reyna con Ramuncho, Bellido y Lerena; Cándido Larruga con Raíles... Alvaro Retana, con un gran sentido comercial y conocimiento de la psicología femenina, contaba con media docena de pistoleros de infalibles cualidades. Eran unos chicos de familias honorables, estudiantes bailones, económicamente débiles, pero dotados de impresionante apostura. Cada noche, iban uno o dos a un cabaret donde la consumición costaba tres pesetas, provistos de un durito facilitado por el jefe, y enlazados a una cupletista, cimbreantes a los acordes de un pasodoble, exponían: -Eres monísima y como artista tienes un magnífico porvenir; pero no luces debidamente a causa del repertorio que interpretas. ¿Es feo acaso? -Es precioso; pero nada a propósito Me aquí, según dibujo muy popularizado de José A. Zamora, una acertada evooaoión de tas academias varietlnesoas de los aftos veinte, con un joven maestro ensayando sus produootones a la dlsotpulas, mientras tas mamas haofan las veces de espectadoras.