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ABC MADRID 20-05-1969 página 39
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ABC MADRID 20-05-1969 página 39

  • EdiciónABC, MADRID
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DIRECTOR: TORCUA 2 O D E MAYO DE 1969- NUM. 19.707 TRES PESETAS TO LUCA DE TENA. D E P O S I T O LEGAL: M- 13- 1958- 128 PAGS. X MAS CERCA DE IA M A QUE DE LA TIERRA LAS 8,20 DE LA TARDE DE AYER (HORA ESPAROLA) REBASO LA MITAD DE LA DISTANCIA Se aproximan los momentos de riesgo y tensión, cuando la araña se desprenda de la nave con dos hombres a bordo para aproximarse a la superficie lunar Cabo Kennedy 19. A las 20,20 (hora española) la nave espacial Apolo X había alcanzado la mitad de la distancia- -185.000 kilómetros- -entre la Tierra y la Luna. Cuando ha recorrido 202.690 kilómetros, la velocidad en que se desplaza la astronave va decreciendo hasta los 3.413 kilómetros por hora. Desde ese momento volverá a aumentar a causa de la atracción lunar. La tripulación de la cápsula ha realizado una corrección de rumbo para ajustarse con exactitud al objetivo del vuelo. En los controles terrestres se ha informado que la rectificación de rumbo se realizó mediante el empleo del motor principal del módulo de mando y que dicha operación había sido perfecta. -Efe- Upi. FRANCO REGRESA AL PALACIO DE EL PARDO Sus Excelencias el Jefe del Estado y señora, informa Cifra, lie garon poco antes de las nueve de la noche de ayer a su residencia del Palacio de El Pardo, dando por terminadas las jornadas de descanso en Asturias, durante las cuales el Caudillo ha estado dedicado a la práctica del deporte de ía pesca. tiles automáticos en el planeta Venus y su conclusión, basada en los datos obtenidos por el doble experimento, es que la atmósfera de Venus es inhabitable para el homo de nuestro mundo. Habrá que volver, de momento, a la pobre Luna próxima, fría, desértica y sin promesa. Los rasos han contado que sus vehículos automáticos dejaron en Venus un retrato de Lenin y la bandera soviética. Las cápsulas americanas llevan pintada en su exterior la bandera de las franjas y las estrellas, la misma que las tripulaciones lucen en su brazo izquierdo. Si el Apolo XI ejecuta en julio su proyectada expedición, es obvio que sus hombres, con los pies en la Luna, clavarán una bandera norteamericana y acaso el retrato del presidente George Washington en aquellas espeluznantes soledades, y tendremos así, como dice el escritor de referencia, una nueva carrera de nacionalismos terrestres en los espacios sin que- -escribe- -n a d i é haya consultado al resto de la Humanidad El escritor Harry Schwarte no es ciertamente el primero en plantearse esta clase de acongojantes preguntas universales. Los políticos- -añade con razón- -carecen de la imaginación demostrada por los hombres de ciencia... A ninguno de ellos se le ha ocurrido hasta ahora enviar al espacio a un astronauta perteneciente a un país aliado, pongamos a un inglés o a un japonés, a un polaco o a un mongol. Hay, escribe riesgos universales en esta clase de empresas. Uno de ellos, según su teoría, es el de traer de regreso a la tierra grandes epidemias producidas por organismos importados sin querer desde la Luna u otro planeta... Los Gobiernos y los científicos del resto del mundo, ¿no tendrán derecho a opinar sobre esos riesgos hipotéticos cuya responsabilidad exclusiva está acaparada ahora por los gobernantes y los científicos de Estados Unidos y la Unión Soviética? Los interrogantes del escritor impresionan a estos niveles de la experimentación espacial cuando, si todo va bien, dentro de un par de meses los astronautas americanos pondrán los pies en la Luna y los cosmonautas rusos, lanzados a una carrera feroz por el prestigio y el Poder, se afanarán en seguirles y superarles con banderas rojas y efigies leninistas. ¿Pueden, en efecto, los viejos standards de los nacionalismos decimonónicos prevalecer entre las superpotencias de nuestro mundo ante los ojos atónitos e impotentes del resto de una Humanidad no del todo segura de los propósitos y las conquistas? -José María MASSJP. (MAS INFORMACIÓN Y COMENTARIOS EN PAGINAS 23 A 25) Washington 18. (Crónica de nuestro corresponsal, por telex Mientras esos tres bravos astronautas norteamericanos del equipo Stafford avanzan hoy por el infinito en su cápsula Apolo X a velocidades inconcebibles para realizar el último ensayo general antes del alunizaje que se propone realizar en julio, si todo va bien, la tripulación ya preparada del Apolo XI un prestigioso diario neoyorquino publica hoy un penetrante comentario de uno de sus mejores cronistas internacionales con el siguiente título: En el espacio, el nacionalismo es anticuado Bes hombres del equipo Stafford, los comandantes Cernan y Young, cuando la nave espacial se instale en la órbita de la luna, el próximo miércoles por la tarde, embarcarán en la araña monstruosa de metal que llevan a bordo, se desprenderán de la nave nodriza que se mantendrá a unas sesenta y nueve millas de la superficie lunar, y descenderán hasta una altura aproximada de quince kilómetros del astro muerto, para una última y detallada comprobación de la capacidad de maniobra de su aparato ultraligero y de los fenómenos atmosféricos y orográficos del espacio lunar escogido por los expertos para el aterrizaje del Apolo XI en el próximo verano. Serán operaciones delicadas y arriesgadas por las confusas zonas de gravedad descubiertas en la órbita de la Luna por las computaciones del famoso viaje exploratorio del comandante Borman en la pasada Navidad. Si la araña sale con éxito de la prueba a que será sometida por sus dos tripulantes, ésa será la última oportunidad de comprobar las posibilidades de la máquina y de los hombres y de todo el fantástico sistema electrónico de control, dirección y ejecución del también experimento humano y técnico en el ignoto laboratorio de los altos espacios siderales. El del miércoles y jueves será un ensayo general de vida o muerte, porque tendrá que ejecutarse ante dos interrogantes hasta ahora incontestados. Uno, la respuesta de la araña a los mandos de su tripulación, a sesenta millas de la cápsulanodriza, hasta situarla, sin fallo ni catástrofe, a quince kilómetros de la superficie lunar, permanecer en esta posición durante largas, muy largas horas, y regresar por tus propios, y autónomos medios de pro- pulsión al Apolo X que, al mando exclusivo del coronel Stafford, irá siguiendo, sin perderlos de vista, la trayectoria de los exploradores a una distancia relativamente muy grande. Otro, vencer las ya comprobadas diferencias en las zonas de gravedad de la órbita lunar, puestas de manifiesto desde el resonante experimento del Apolo VIII de Borman y no aclaradas por el Apolo IX porque las operaciones de éste se ejecutaron siempre dentro de la órbita de la Tierra. En semejantes condiciones el menor fallo en la respuesta del aparato o en su ajuste a las diferentes gravitaciones del espacio lunar podría ser irreparable para los comandantes Young y Cenan. Las sesenta y nueve horas señaladas para el experimento serán de angustia para el centro de control de vuelo de Houston, los técnicos de Cabo Kennedy y las estaciones monitoras establecidas en varios Continentes. Si algo le sucediera al LEM nombre técnico de la araña en su sobrevuelo de la superficie lunar, el coronel Stafford, a bordo de la cápsula- madre, colocada en órbita, sería impotente para socorrer a sus compañeros en dificultad. Estos son los condicionamientos de esos hombres lanzados a una aventura vital para la formidable ciencia electrónica y espacial de la nación tecnológicamente más avanzada de este último tercio del siglo XX. Coinciden teniente, los científicos soviéticos acaban de colocar a dos proyec-

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