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ABC MADRID 20-05-1969 página 7
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ABC MADRID 20-05-1969 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página7
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UN NUEVO CANIBALISMO ILLONES de españoles fueron testigos a través del receptor de televisión. Algo fallaba a la hora de dar luz a los focos del campo, y el partido de fútbol entre suizos y españoles no podía comenzar. Y al no ser posible poner el balón en juego, comenzó el peloteo de las responsabilidades, al que somos tan proclives, tal vez porque no abundamos en eso que se ha llamado sentido de la responsabilidad. La impaciencia en aumento demandaba frecuentes explicaciones por parte de Matías Prats, y a través de las palabras de éste podía colsgirse que los cuidadores- -término muy deportivo- -de la instalación eléctrica del campo culpaban de la falla a los suministradores del fluido, al que ya Tales de Mileto atribuia un soplo de vida y un alma y los suministradores, a su vez, a los cuidadores. Una vez más, hubo moros y cristianos. Una vez más, el confuso s inelegante por causas ajenas... hacía su aparición. Al reconocimiento de descalificación propia, la verdad es aue no estamos acostumbrados. Siempre hay una locütora cubierta con capita de santidad para atribuir a los enmarañados, impalpables y hasta ahora mudos circuitos de Euroyisión o a un corte de la energía eléctrica la pausa en blanco de la pantalla del receptor. Si el firme y el asfalto de una carretera recién construida duran el soplo de un verano, ahí está el ajeno meteoro de la lluvia como fácil sujeto de acusación. Como si sobre las carreteras francesas o italianas no lloviera. Como si los circuitos de Eurovisión o las fuentes suministradoras de energía eléctrica no fueran entes respetabilísimos, y sus servidores, en el peor de los casos, tan sometidos a la falibilidad humana como los nuestros, pero no más. Tan pronto sorprendemos un bota extraño en la pelota de la técnica, la estamos lanzando a corral ajeno, como ascua viva que nos quemara las manos. País de toreros, nos preocupa muy poco dejar a los demás sobre las astas del toro. Existe una manifiesta falta de ética y de elegancia en la fórmula imprecisa y autoexculpatoria del por causas ajenas... Bien mirado, por causas ajenas suale acontecernos casi todo lo que en este valle de láIgrimas nos acontece: causas ajenas nos hacen llegar al instante del nacer, en cuyo acto no pusimos pizca de albedrío ni responsabilidad. Luego, y no ya por causas ajenas a su voluntad, sino incluso contra su voluntad, el hombre trabaja, se enamora, procrea, enferma... Y a la postre- -y tras eso aue se ha dado en llamar última voluntad que es, sin duda, la más laxa, la menos voluntaria de sus determinaciones- el hombre se queda en la más total abdicación volitiva; es decir, muere. Lo matan. No se muere. En el mismo suicida, la voluntad de morir está siempre cegada por mil engañosos velos, agazapada en un penumbroso rincón de espejismos, de vaguedad, de error. Pero, pese a tanta entre- M ga y abdicación, debemos actuar en todo momento lo más lejos posible da la falta de voluntad y gallardía de la marioneta. Bertrand Russell nos dice que las máquinas privan al hombre de dos cosas que son, ciertamente, ingredientes de la felicidad humana: la variedad y la espontaneidad. Cabria añadir que también de la sinceridad. Hasta ahora, la electricidad, por ejemplo, o la máquina no podían defenderse de las acusaciones del hombre sino da una manera primitiva y casi animal, dando coces: si rayo, el accidente. Pero en un reciente seminario internacional celebrado en Roma se han revelado cosas sobrecogedoras sobre el futuro As la relación hombre- máquina. Parece ser que nos encontramos ante un descabalado octavo día del Génesis, en que las másquinas y la electrónica no sólo van a hacer uso de una razón matemática y ordenadora. -que en eso ya estamos- sino también de una razón lógica y metafísica, que ha llevar incluso aparejada el uso de la palabra. Las máqui- nas, señores, ¡van a hablar! Y, naturalmente, c o m o cualquier chica de servicio maltratada, nos podrán salir respondonas. Llegado este momento, el socorrido y descalificante debido a un corts de suministro, etc. etc. de la guapa locütora, podrá tener la siguiente divertida ráplica dialéctica por parte del cumplido grupo electrógeno difamado: ¡Incierto! Lo que ha ocurrido es que el ingeniero de servicio, señor Domínguez, está en estos instantes en la cafetería hecho una jalea con la secretaria, señorita Yolanda, y se ha olvidado de la carga de acumuladores. Cierto que en la enmarañada, laberíntica, abstrusa selva de la técnica, cada cual se defiende como puede. Pero cuando ante nosotros veamos abrirse las oscuras, amenazantes fauces del león, no está bien arrojarle tasajos de carne ajena, incluso carne, de nuestros semejantes. Ello se parece mucho al canibalismo. José Luis ACQÜARONI

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