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ABC MADRID 18-05-1969 página 167
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ABC MADRID 18-05-1969 página 167

  • EdiciónABC, MADRID
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A la Izquierda de estas líneas, LIz Taylor en una escena de La flereollla domada rodada en Italia bajo la dlraoolón de Pranoo Zefflrelli. Sobre estas líneas, el contraste entre el ayer y el hoy. El tiempo pasa para todos. LIz Taylor ha perdido, oon su juventud, la silueta estilizada, la cintura fina, la esbeltez de formas. De Izquierda a dereoha, oon Van Johnson en el film La última vez que vi París (1964) del brazo de Richard Burton por las oalles de Fortoflno; LIz Taylor en S Agaró, y la gran estrella posando en sus primeros tiempos oomo bella y esbelta modelo. lastre que representó el escándalo de su tempestuoso enamoramiento h i z o que Cleopatra no representase más que pérdidas para sus productores, habida cuenta, además, que Liz cobró por ella el sueldo más alto que registra la historia del cine: un millón de dólares. En 1963 Liz Taylor contraía matrimonio con Richard Burton y comenzaba, de nuevo, a explotar una ilusión de amor. Sus peripecias, mínimas en relación con matrimonios precedentes, forman parte de la última historia de la actriz. Su talento, incipientemente demostrado bajo la dirección de George Stevens, en 1951, cuando interpretase Un lugar en el sol Eddie Fisher fue uno de los protegidos malogrado después en Rapsodia Beau de Todd, como productor. Judíos ambos, Brummell El árbol de la vida o La su amiBtad fue algo entrañable, y de ella última vez que vi París renacido con participaron sus respectivas esposas: Deb- Gigante La gata sobre el tejado de bie Reynolds y Elizabeth Taylor. Al mo- cinc y, especialmente, en Una mujer rir Todd, Elizabeth y Eddie se consola- marcada que le valiera el Osear a ron mutuamente; quizá demasiado. El la m e j o r interpretación femenina en escándalo que produjo el divorcio de los 1961, encontró en su unión con el de Fisher y después el casamiento de Liz Burton un terreno propicio para maniy Eddie, convirtió a Liz en una mujer festarse. Dejando a un lado alguna peodiada por todas las asociaciones de amas lícula convencional, como Hotel Interde casa americanas y todas las ligas de nacional tanto La mujer indomable moral del país. El hecho se agravó aún como ¿Quién teme a Virginia Woolf? más a los ojos de los millones de admi- -por la que consiguiese su segundo Osradores de Liz al convertirse, repentina- ear en 1966- o Boom han revelado lo mejor de Liz Taylor como actriz, demente, al judaismo. jando muy lejos a la belleza morena que Las relaciones entre el nuevo matri- elegían año tras año estudiantes y cademonio F i s h e r comenzaron a agriarse tes como la mujer a la que nos gustaría mientras se rodaba, a saltos, entre inte- encontrar en una isla desierta Con Burrrupciones que la convirtieron en la pe- ton, Liz parece haber encontrado el equilícula más cara de la historia del cine, librio anímico y amoroso. Burton no es Cleopatra El veterano realizador Rou- el joven apasionado y brusco, ni el caben Mamoulian fue sustituido por Joseph ballero maduro y respetuoso, ni el abueL. Mankiewicz; Liz cayó enferma con lo que se esfuerza en ser joven a costa una pulmonía que casi la llevó a las puer- de su enorme vitalidad, ni el hombre que tas de la muerte, y, para colmo, junto al se asombra de su suerte y no es capaz de César personaje, interpretado por Rex defenderla. Elizabeth Taylor ha corrido Harrison, otro César, encarnado por un en pos de la felicidad desde que cumplió actor de voz profunda y atractiva, espe- dieciséis años, buscando desesperadamente cialista en Shakespeare, poco conocido hacer compatibles sus sueños cinematofuera de Inglaterra, comenzó a vivir, para gráficos, basados en la ficción de un la desesperación de Eddie Fisher, un apa- guión, de un plato, con la vida real. A sionado romance de amor con la Cleopa- los quince años era la presidenta de una tra de ficción. Las relaciones R i c h a r d asociación de corazones solitarios y Burton- Elizabeth T a y l o r estuvieron a en su diario escribió, tras asistir a la punto de dar al traste con la película. El de ser abuelo. Juntos dieron una auténtica vuelta al mundo presentando la película de Todd. Y, de repente, un día cualquiera, cuando Elizabeth sólo cuenta veintiséis años, Todd se estrella con su avión particular- La afortunada Liz -y perece. Un César para Cleopatra boda de una conocida: Estuve espiando su rostro y no decía nada. Yo quería que mirase a su esposo, pero ella continuaba mirando impasible por la ventanilla del coche. Aquello me preocupó. ¿Es que no todas las novias son felices? Porque cuando yo soy novia de alguien sé que debo ser feliz, y eso sin haber llegado a casarme. La mezcla de realidad limitada- -limitada por la cadena invisible de la Metro, rota hace ya año 3 con el respetable pico de medio millón de dólares por la rescisión del contrato- -y de la fantasía del cine, conservó quizá demasiado tiempo niña a l i z Taylor. Con este factor, su salud frágil, circunstancia que condicionó su existencia, hizo que madurase a trompicones, sin asimilar el gran caudal de experiencias pasadas. Caprichosa, extremadamente femenina, sensible, Liz Taylor hubo de rebelarse contra si misma, contra su éxito como mujer, para encontrarse como actriz y como ser humano. Liz parece haber encontrado al hombre capaz de dominar sus caprichos y de satisfacerlos sin menoscabo de su posición como marido. Liz Taylor, al borde de la felicidad y de la muerte, alternativamente, muestra hoy la imagen de una mujer, y de una actriz, en la serena madurez de la cercana cuarentena. Muy lejos han quedado su debilidad, compartida, por un a c t o r introvertido y extraño llamado Montgomery Clift, y muy lejos también sus rabietas amorosas y las galopadas sobre King Charles -el caballo que la Metro acabó por regalarle- y su cintura de avispa y sus ojos de niña sabihonda, y el primer beso que le diera, una noche de Luna, Marshall Thompson. Liz ya no es la novia de América Ha fundado su propia productora, vive en Europa gran parte del año, ha contratado casi en exclusiva a un realizador de la talla de Joseph Losey y, pese a una reciente intervención quirúrgica abdominal, que desató una oleada de rumores sobre si padecía cáncer, parece dispuesta a ganar, definitivamente, su batalla a la vida. HARPO 47

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