ABC MADRID 16-05-1969 página 37

C RISTOBAL Toral, el joven pintor antequerano, se encuentra i n m e r s o arrebatado, ingrávido en el epicentro, entre sísmico y cósmico, que él mismo ha desatado. Qué raro que me llame Federico decía su admirado Lorca. Y qué raro que Toral sea precisamente de Antequera. Nada parecido a la escuela poética antequerana, la ciudad de las iglesias blancas y gongorinas. Poesía, escultura, arquitectura de los s i g l o s XVI, XVH, XVHI. Toral pinta en los siglos- -tal como él se los imagina- -XXI o XXII. Pero ¿quién sabe cómo serán los hombres, las cosas, los astros vistos por los ojos de dentro nada mas que de cincuenta, de veinticinco años? Y, sin embargo, Toral inventa o se hace la ilusión dé que inventa, como nos la hicimos nosotros en los umbrales de la era aviatoria, futurista y creacional. La juventud tiene siempre razón, aun cuando no la tiene: tiene la razón de si misma, la pasión de sí misma, de su propia juventud, pureza, imaginación y ansia de más allá. Ultraísmo. No hay columnas de Hércules. Plus Ultra. La vorágine de astros, eclipses, bultos y huecos, vientos y huracanes, tentaciones y hundimientos, torbellinos horizontales que r e m u e v e n agitan, dislasceran, espectran a las figuras y a los objetos de sus cuadros apenas si se calma en algunos retratos trabajados con calma y fruición dibujada y ahondadora en el secreto de un rostro o un alma. O posados tan delicadamente sobre el lienzo, como flores de niña, de muchacha, como ensueños de los más tenues matices y nostálgicas actitudes. No sabemos ciertamente cómo veremos o verán nuestros hijos y nietos lo sideral y lo telúrico. Pero sí sabemos cómo lo telúrico, lo atómico y U sidéreo, cómo lo químico y lo biológico nos están viendo con sus miles de millones de ojos a nosotros mismos, a este nuestro mundo que creíamos ya agotado y archivisto y exprimido para siempre. Qué lección, amigo Toral, amigos pintores, escultores, arquitectos, la que nos da la materia, sus tejidos mil veces más sutiles y fabulosos de invención que los de persas y extremorientales. Qué sugestión los liqúenes, los espectros, las espirales y caprichos de óptica del mundo infraatómico, del oceánico, del sidéreo y cristalográfico. Cuántas maravillas de forma, de color, de organización y armazón, de rebeldía a todo lo previsible y estático. La vorágine, sí. y no sólo ascensional, sino derrumbadora y arrastrándonos con su vórtice a velocidades increíbles. Y por si esto fuera poco, las fotos desde fuera de la atmósfera. La tierra desde la luna, los colores que hacen palidecer y avergonzar a las ingenuidades altaneras, ridiculamente soberbias, de los- artistas abstractos. Pero sin salir de este nuestro planeta: tal muro de colegiata románica roído de humedades pinta mejor que cualquier hombre. Es la maestra naturaleza. Se ha podido fotografiar todo un libro de Gaudís en paisajes naturales, en rocas con luz de costado, casi tangente. Adelante, Cristóbal Toral. Tú inventas vorágines y las vorágines te inventan a ti. Gerardo DIEGO Vr la Real Academia Española