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ABC MADRID 03-05-1969 página 142
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ABC MADRID 03-05-1969 página 142

  • EdiciónABC, MADRID
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y poesía, cada día Nacido en Córdoba en 1923, es uno de los fundadores del grupo de Cántico fundamental en la poesía cordobesa de los últimos decenios. Ganó el premio Juan de Mena y ha publicado varios importantes libros: Rumor oculto Mientras cantan los pájaros Antiguo muchacho Su estilo poético se mueve en un surrealismo muy personal, ancho y profundo, intensamente emocional, alcanzando algunos de sus mejores logros en el tema religioso. PABLO GARCÍA BAENA LAS SANTAS MUJERES Hemos llorado tanto que apenas si podemos recordar. Nuestras vecinas nos decían desde sus ventanas: María, tus ropas están húmedas... María, la alhahaca de los pórticos te lia bañado en su agua amarga y verde. María, ya no temas. Varas finas de olivo han cubierto lae hachas de los líctores. Sí. Hemos llorado tanto... Las tres hemos llorado tanto que ahora casi no sabemos otra cosa que llorar. Toda la noche errantes llorando por las calles. Como ciegos que tienden su mano en la penumbra y caen en las zanjas, llorando, nos caímos dormidas en los duros peldaños de y entre el sueño llorábamos. los atrios Bajo los negros mantos, agrupadas, como funestas aves que guardan el enjoyado dedo de los sátrapas para posar en él su altanería, caímos esperando el dedo de la aurora, seguras de que el ángel de cabellos vengadores vendría con la espada y la balanza para pesar las túnicas bordadas de campanas, las frías armaduras, los escudos, los yelmos y su airón de blasfemia, las danzas como llama que surge de los pífanos y las miradas que alargan los celos o la envidia en tanto el cuerpo teme y escurre tembloroso la inmunda pedrería de sus llagas como áspid que abandona su escama entre los miml re Sí. Hemos llorado tanto... Nuestras ropas van húmedas de llanto y madrugada. María y tú, María, y tú también, María, las tres, hace miles de noches que lloramos. (Caminan mientras hablan las santas mujeres. Todo el pueblo las sigue y el Nazareno, pálido, en sus pesadas andas de lirios lu bendice a la campiña de lejanos cortijos, minososs donde bajo el azahar, los martinetes lloran la pasión del Señor. JerUisalén, Jerusalén, hacia ti nos volvemos. Míranos: tres mujeres andando ya sin fuerzas. Nuestra voz nadie oye. Y hay sangre por tus muros, hay sangre entre tus piedras como musgo rojizo, toda tú, esponja ávida empapada de sangre. ¿Qué dirán las vecinas cuando nos vean volver? María, tienes paja en el pelo... María, algo punza en tus ojos. Se dirían acericos donde arden alfileres. María, ¿aún tiemblas? Tus manos en su fiebre buscan no sé qué pájaros de angustia. Hemos llorado tanto que apenas si podemos recordar. Dejamos nuestras casas creyendo que en seguida volve riamos. El pan siguió cociéndose al fuego de los hornos. La escalera apoyada en el viejo manzano paira coger sua Xfratos. lias aves goteando su sangre en las vasijas. Los calderos dispuestos, derritiendo manteca, y ahora todo es ceniza. Somos pobres mujeres. Al pasar bajo un arco los niños han gritado creyéndonos embriagadas. Sí, vamos ebrias de llanto. Vamos andando, torpes, dando tumbos, cayendo. Somos mujeres débiles, pero una fuerza oculta nos obliga a decir algo que sólo sabemos expresar con llanto. 1 LA FUENTE DEL ARCO He venido de nuevo al retorcido olivo donde una E me aguarda grabada en su corteza hace un año. Noviembre, como ahora, extendía un pálido fulgor de amarillas verdinas. La alberca, como entonces, deshace en su agonía nubes rojas y azules, nubes blancas, ahogadas, y las hierbas acuáticas que crecen en el fondo son como yertas manos que pidieran auxilio. Esta Tí que grabada en la vieja corteza me espera con su mundo pequeño y solitario ha visto, mientras yo la olvidaba de lejos, todo un año tenderse sobre la tierra virgen Ha visto estas montañas que nos cercan borrar en la envoltura gris y ágil de la lluvia y escuchó las palabras iracundas o tiernas del viento que estrecha el pinar temeroso. Las horas de la siesta adormecieron lentas feZ paisaje... Silencio... Solo un gallo a lo lejos. Y una noche en que el cielo era un ángel desnudó escuchó desmayada de un ruiseñor el canto. Todo es igual ahora: la fuente fluye mansa, las cabras, el caldero, el olivo y noviembre, que derrama el consuelo de su amarillo bálsainé por la tarde aromada de diamelas marchitas. Sólo yo soy extraño en la quietud intacta de estos campos, y miro áspero y distraído la dulzura lejana que apenas si recuerdo de esta E que me aguarda en la vieja corteza

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