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ABC MADRID 29-04-1969 página 3
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ABC MADRID 29-04-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO SOCIEDAD M A D POR PRENSA ESPAÑOLA, ANÓNIMA R I D FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC R E. D A C C. I.O N ADMINISTRACI 0 N Y T ALLERE s m S E E R ANO, 61 IODO gran político tiene, junto a una dosis necesaria de histrionismo, una carga obligada de jugador de ventaja. De Gaulle, cuya personalidad humana nadie puede, sin menoscabo de la justicia, dejar de reconocer como extraordinaria y excepcional, posee ambas cualidades en grado superlativo: la del actor consumado y la del frío calculador que lanza su envite en la mesa del poker interno o exterior. Ahora acaba de perder por escaso margen su apuesta final, la que nadie le pedía, la que en torno a problemas de reforma administrativa- -SeTiado, regiones- -quiso vincular dramáticamente a su persona, convirtiendo la consulta electoral en plebiscito de adhesión, en cuestión de confianza, en suma. Llevado por el engranaje de su propia seguridad, que atosiga con frecuencia al poder personal, creyó precisa otra marea de sufragios populares que borraran definitivamente el recuerdo de las jornadas de mayo y le otorgasen carta blanca para las nuevas estructuras del aparato estatal. Su error fue menospreciar la existencia de esas dos mitades en las que sensiblemente se divide, desde hace veinte años, el electorado francés. Cuando verdaderamente se hallaba en trance decisivo algo que afectaba gravemente a la existencia nacional, ese cuerpo electoral añadía, en efecto, unos pequeños porcentajes que inclinaban la indecisa balanza en favor del gaullismo, que pudo así acabar la guerra de Argelia, aprobar la constitución o vencer en las elecciones del pasado junio. Pero sup e r a d o el episodio respectivo, la confrontación libre de opiniones y sectores era inevitable. Suponer que de una manera sistemática el país iba a dar siempre su conformidad en bloque a una política tan personalizada era olvidar lo que la democracia francesa contiene de tradición liberal, de repulsa al bonapartismo, de respeto a la dinámica cambiante de la sociedad, de recelo hacia los plebiscitos, de los que el historiador Careopino escribía que sirven para extraer de ellos, en nombre del pueblo que los vota, decisiones que políticamente tratan después de anularlos. Adversarios y partidarios del general se preguntan todavía cuál haya sido la auténtica razón de su insistencia en hacer este referéndum- -que constitucionalmente era de dudosa legalidad- -y de haber uncido en su torno el yugo de su destino personal al carro del sufragio popular. Hay interpretaciones para todos los gustos. Suponen algunos que desde EL ULTIMO ENVITE sionado por esa sucesión. Quería, como todo hombre que ha impuesto un s e II o mayo el general no era el mismo. Aunque personal a su obra, verla respetada en lo el triunfo electoral subsiguiente f u e r a esencial y no destruida a los pocos meses. considerable, aquella sísmica sacudida que El se sentía identificado con Francia, que durante treinta días paralizó la vida del providencialmente lo encontró en junio país, revelando la hondura de muchas y de 1 S 40 al desaparecer la III República sn graves quiebras en el subsuelo social, lo la derrota y asumir el general todos los dejó sorprendido y perplejo, dando al tras- poderes, al comienzo bien imaginarios. te con la tesis de la estabilidad política La legalidad soy yo gustaba de repetir. del régimen y del próspero cimiento de su De ahí esa dialéctica- amenaza que ante la moneda. Por otra parte, De Gaulle quiso pantalla televisiva expuso una y otra vez salir del apretado proceso por medio de a sus conciudadanos. Elegid. Yo o el desun referéndum, de lo que le disuadió orden. Yo o el caos, el disparate, el baruPompidou, partidario, en cambio, de elec- llo. La pagaille ciones generales, acertado c r i t e r i o que El argumento servía c u a n d o graves prevaleció, como se sabe. ¿Se le habría amenazas se cernían sobre la vida franenconado el referéndum nonato como a cesa. Pero ha cesado en su vigencia en aquel célebre político andaluz que murió, cuanto al país se le ha ofrecido una alsegún decían, de un discurso impronunternativa razonable que ahuyente los teciado? mores apocalípticos. Mi e n t r a s fue! s Otros arguyen que el verdadero meollo izquierda esa disyuntiva, era difícil que de la consulta era algo que no figuraba lograse arrastrar una mayoría por la esen ella sino indirectamente, es decir, la casa coherencia de su programa y la presucesión del presidente en caso de vacan- sencia del partido comunista, con el inevi- te. Hasta ahora, esa interinidad es asumi- table cortejo de recelos que levantaba en da por el presidente del Senado, órgano grandes sectores de opinión. Pero esta ve ¿t constitucional representativo que signifi- ha sido en el propio gaullismo y en el. caba un contrapunto a la Cámara de Dipu- centro donde han aparecido las soluciotados. Es conocida la tensión existente nes apacibles y confortadoras. En primer entre De Gaulle y el Senado desde que su lugar, Pompidou, cuya abierta pretensión anterior presidente, Monnerville, chocara a la presidencia hizo pensar a muchos que abiertamente con él, precisamente sobre había allí un excelente sucesor posible y t e m a s de jurisdicción y prerrogativa. que acaso fuera mejor nombrarlo pronAhora se trataba de hacer automática- to sin esperar a que el naufragio de la vemente al presidente del Gobierno sucesor jez agrietase aún más las cuadernas del en la vacante de presidente de la Repú- navio. En segundo término, Alain Poher, blica, si aquélla se producía. Teniendo en presidente del Senado, hombre moderado cuenta el enorme peso de la máquina es- del centro, que asumirá constitucjonaltatal moderna con su coactivo poder de mente el mandato vacante y que evoca comunicación social, ello equivalía a nom- en el francés medio esa imagen de buen brar un heredero. La vieja tradición re- sentido burgués que tanto aprecia. Acapublicana de Francia no podía aceptar ese so después de las tragedias de R a c i n e trago sin un respingo. quiera escuchar el público los versos temDe Gaulle se hallaba, en cambio, obse- plados de Moliere. Finalmente, la decisión de Giscard, tomando partido públicamen- te por el no trajo otro centrista de la derecha al campo de los disidentes, confirmando así la existencia de una alternativa responsable y efectiva, a la que, sin mengua de la verdad, no se podía calificar de caótica. ¿La transición podrá hacerse pacífica y ordenadamente? ¿El fin del reinado conocerá quizá las horas sombrías de los ocasos? En cualquier caso, la salida de escena del general De Gaulle no dejará de causar impacto moral profundo en el ánimo de los franceses y en el foro de ia opinión pública. MADRID. 26 S 7602- BARCELONA, 2305838 VALENCIA. 272826 Fábrica. Santiago de Compostela. José María DE AREILZA

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