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ABC MADRID 24-04-1969 página 134
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ABC MADRID 24-04-1969 página 134

  • EdiciónABC, MADRID
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y poesía, cada día Tal vez sea el aspecto voético lo menos conocido de la impar personalidad de Pérez de Avala. Pero la cultura, la sensibilidad y el buen gusto del escritor asturiano (1881- 1962) no podían menos de dar origen a una poesía importante. Sus versos- -se ha escrito- más que inspirados son profundamente inteligentes y más aue buenos, de buena escuela y meior oficio. Son versos con genealogía Sus obras poéticas son La paz del sendero (1903) El sendero innumerable (1916) El sendero errante (1921) y Ramoneo (1935) RAMÓN PÉREZ DE AYALA LA PAZ DEL SENDERO Con sayal de amarguras, de la vida romero, topé tras luenga andanza con la paz de un sendero. Fenecía del día resplandor postrero. 1 En la cima de un álamo sollozaba un jilguero. No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba Parecía que Dios en el campo moraba; los sones del pájaro en lo verde cantaba morían en la esquila qué a lo lejos temblaba. La flor de madreselva, nacida entre bardales, vertía en el crepúsculo olores celestiales; Veíanse blancos brotes de silvestres rosales y en el cielo las copas de los álamos reales. Y como de la esquila se iba mezclando el son al canto del jilguero, mi pobre corazón sintió como una lluvia buena, de la emoción. Entonces, a mi vera, vi un hermoso garzón. Este garzón venía conduciendo el ganado, y este ganado era por seis vacas formado, lucidas todas ellas de pelo colorado y la repleta ubre de pezón sonrosado. Dijo el garzón: ¡Dios guarde al señor forastero! Yo nací en esta tierra, morir en ella quiero, rapaz. Que Dios le guarde. Perdióse en el sendero. En la cima del álamo sollozaba el jilguero. Sentí en la misma entraña algo que fenecía, y queda y dulcemente otro algo que nacía. En la paz del sendero se anegó el alma mía, y de emoción no osó llorar. Alma graciosa, gracia adolescente, en delicado cuerpo femenino, que se perdió en la sombra eternamente. Y yo hube de seguir, solo, el camino. Quebrado el pomo de alabastro terso, roto el fanal sutil de líneas puras, ¿a qué buscar sentido al Universo y perseguir vereda, si ando a oscuras? Quebrado el pomo, el bálsamo sagrado derramóse en tinieblas; de repente se perdió, se voló. Dios ha cegado. Y enmudecieron ruiseñor y fuente. Yo conocí el espíritu escondido que anida en las estrellas y en las rosas. Extinguida tú, Alma, se ha extinguido el alma innumerable de las cosas. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Te busco a tientas. Hacia el sordo misterio tiendo en vano el eco de mis voces macilentas y la angustia aterida de mi mano. Mar, elocuente ayer, cielos desnudos, bosques, ríos de azur en la llanada; hacia vosotros voy. Pero, ¿estáis vivos? ¿Tenéis alma tal vez? ¿No decís nada? Alma; espiando indicio tuyo o rastro, llanto en el corazón, la mano abierta, te imploré congojoso de astro en astro cual mendigo que va de puerta en puerta, Al fin, junto a la margen del torrente me he sentado, en espera de mi día, mirando como todo lo existente fluye sin plan, sin orden ni armonía. EN LA MARGEN DEL TORRENTE Alma que un día amé, alma injundida en una forma frágil yhuidera; Alma que era el oriente de mi vida. Y mi vida era toda primavera.

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