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ABC MADRID 23-04-1969 página 36
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ABC MADRID 23-04-1969 página 36

  • EdiciónABC, MADRID
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AMELIA DE IA TORRE UNA PAREJA EN EL p u e d e ser más inmediato. Historia de un adulterio la obra de Ruiz Iriarte, noche tras noche de representación, es oportunidad para que Amelia y Enrique dicten su lección teatral. El homenaje amigo y el éxito apuntado me brindan la ocasión de tratar el doble tema de la pareja humana y escénica. Busco el improvisado coloquio y Amelia y Enrique, al conocer mi propósito, acceden cordiales. Hablamos en su hogar en el paseo de Calvo Sotelo poco antes de que ambos se encaminen al teatro. Mi primera pregunta va ai actor: ¿Desde cuándo son ustedes pareja en la vida? Diosdado sonríe. -Van a descubrir la edad, pero en fin, lo diremos: desde el año de 1942. Pareja oficializada. Con contrato firmado. -Y en el teatro? dirijo la pregunta a Amelia. -Desde siempre. Porque yo entré en la compañía donde Enrique trabajaba y allí nos conocimos. Debió ser nacía 1 año 35. Era la compañía de Margarita Xirgu, todavía en España, para marchar en seguida a América. Y allí estaba Enrique desde el año 31. -Entré en la compañía al mismo tiempo que en el Ejército. Lo digo para que no tengan duda- -apostilla el actor- -y a él vuelvo a preguntar: ¿Quién se comprendió antes, él actor y la actriz o el hombre y la mujer? -Yo creo que el hombre y la mujer. Aunque trabajábamos juntos lo hacíamos como unidades distintas. ¿Qué contrastes hay entre ambos? Como intérpretes y como humanos. Ahora he preguntado a Amelia. -Como humanos- -responde con evidente sinceridad la actriz- -creo que Enrique posee unas calidades superiores a las mías. Es más noble, más recto en su actuar. Tiene menos miedo a la vida. Yo soy una mujer valiente, no lo niego, y a pesar de eso tengo mucho miedo a la vida. Es probable que este rasgo de nú carácter sea el que no me permita tener reacciones tan valerosas como Enrique. Esto por lo que hace al contraste humano. Por lo que se refiere al interpretativo, en ese terreno yo no puedo entrar; no sabría juzgarme. A Enrique sí; me parece un actor de una sinceridad absoluta y esta es, para mí, la cualidad más importante en el intérprete. Le admiro mu- OPINA AMELIA: CUANDO OIGO HABLAR A MI MARIDO EN EL TEATRO ME PARECE QUE LO HACE FUERA DEL TEXTO, Y NO ES ASI: TODO ES UN PRODIGIO DE SU NATURALIDAD DE ACTOR Entre nosotros no hay celos artísticos: el está deseando siempre mi lucimiento, y yo, incluso cuando el público no me conocía como ahora, era feliz con su triunfo dios Lar también se aposenta en el teatro. Como un inmenso entrañable ogar son las paredes escéniis para aquellas personas a nes unió la vocación artísy la atracción humana, atrás a telón levantado iscurre la peripecia amatoria e los seres de ficción, entre imbalinas, cuando ya la coledia es acabada, hombres y tujeres conjugan su dulce caünar, juntos, por la vida. Son tuy frecuentes en España los latrimonios teatrales ilustres, ogares modelos, recogidos, mpenetrados. Donde la com ensión mutua trasciende inuso a lo artístico. La pareja umana es casi siempre parei escénica. Y el resultado tea al, como el vital, se produce ítímo. Hace pocos días una de estas irejas fue objeto de homena; POT parís de ese discreto prestigioso senado que para arte de Talía significa la eña Chicote Verdad es que agasajo había sido intenta tiempo atrás sin que él ncero sentimiento de modesa de los señalados, tan auIntieo como su valía profecnal, lo hubiera permitido. hora la concesión del premio Haría Rolland a Amelia de Torre por su interpretación dmirable en Primavera en L plaza ds París dio nueva pasión. Y tanto ella como EnIque Diosdado. que llevaba itorce años rehuyendo la me- recida pleitesía, se doblegaron al imperativo de justicia y amistad. Amelia y Enrique constituyen una pareja escénica eminente. Juntos o en las ocasiones en que hubieron de interpretar por separado papeles clave del teatro universal, conquistaron el difícil y ambicionado éxito. No se da en ellos la interpretación eficaz, pero adocenada, falta del rasgo y el acento que electrizan y comunican el mensaje contenido en todo texto dramático. Diosdado es la naturalidad, el bien decir, la verdad humana. El talento capaz de desentrañar la carga emocional de una. frase. Amelia de la Torre el tono dramático, la profundidad expresiva: una sensibilidad de mujer lacerada y lacerante, desde la risa al llanto, desde la frivolidad a la paranoia. La loca de Chaillot Madre coraje o Dulce pája de juventud quedaron como magistrales creaciones de su talento de atriz, así como La plaza de Bekerley La heredera La barca sin pescador o El canto de la cigarra dieron la medida sobria y genial de ese gran señor de la escena española que es Enrique Diosdado. Y con ellos los títulos, donde ambos- tanto monta como en el escudo de Isabel y Fernando- -ponían cátedra de bien decir y sentir, dándose la réplica en escena. Y aquí sí que el ejemplo no

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