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ABC MADRID 04-04-1969 página 20
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ABC MADRID 04-04-1969 página 20

  • EdiciónABC, MADRID
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ESPAÑOLES EN PARÍS: GUSTAVO PIMIENTA La español i ta Autorretrato Norte, silencio espectral y, cuando menos se espera, el ruido atronador de un tren que parece que se va a llevar por delante la casa entera. En uno de esos digamos huecos funcionales, cuya capacidad resulta aún menguada par largas cortinas o colgaduras de recia tela cruda- -más tarde sabremos que cubren esbozos, retratos y otras preciosidades que el autor no quiere ver, pues sólo le interesa lo que trae entre manos o lo que está proyectando- nos acoge al entrar una pareja de gatos. ¿Vivos? Sí, de aquellos que se dice que parecen más vivos que los de verdad, más reales que los de carne y hueso. Así s- 3 lo digo a guisa de saludo al artista. -No, que tengo que retocarlos bastante, contesta. ¿TJn especialista de animales? No, pero que cuando se le ha ocurrido pintarlos lo ha logrado airosamente. Ejemplo: el águila que acompaña esta página. Lástima que no vaya con ella un par de palomas que son símbolo, no de la paz, sino de la mutua ternura, candidez y poesía que aún perduran en el mundo. ¿El autor? Pues quién ha de ser sino Gustavo Pimienta. Con semejante apellido ¿cómo se podría no ser español? Quien lo lleva lo es y de rancia estirpe: el padre, gaditano; una tatarabuela gibraltareña y de tiempos en que los ingleses no habían pisado aún el Peñón. Criado en París. Niño de esos que se dicen prodigio. Vocación tempranísima. A los ocho años da en sus manos un panecillo de cera de modelar. Ya no lo deja, y por lo que le sale se vislumbra claramente el don sin el cual resulta inútil dedicarse a una actividad artística. Grandes artistas, ya lo sabemos, y valga por todos un Leonardo da Vinci con su H ACIA, los años 20, Montparnasse era el barrio de los artistas. Lo sigue siendo en parte, pero con qué diferencia ¡Dios mío! lia rigurosa geometría moderna ha avasallado allí espacio, casas y gentes. En vez de los patios con un par de lilas enclenques que, al fin y al cabo, pálida y enternecedoramente, acababan por florecer en el debido tiempo y las hileras de destartalados estudios de cuyas grandes estufas de hierro crudo asomaban los tubos por encima de las puertas, ahumando los vecinos del primero que solían ser pintores- -los del piso bajo eran escultores- -en vez, digo, de aquel ambiente casi pueblerino, con su familiaridad, chismes, jugadas, peleas y, para acabar, risas y canciones, ya tenemos el alineamiento matemáticamente calculado a lo largo de la vía férrea, que no se ha podido desplazar, de celdas de dimensiones reducidas al mínimo, su luz congelada del

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