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ABC MADRID 03-04-1969 página 13
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ABC MADRID 03-04-1969 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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crónica semanal de las letras LA PASIÓN: SUDOR Y BARRO ilJ ÜÜ Q UE el tema de la Pasión de Cristo iba a impresionar a los escritores actuales era algo fácil de prever a priori Y que su modo de enfocarlo iba ser agudamente diferente al tradicional, entra también dentro de la lógica, i Qué lejos la tierna compasión llena de dulce amor de los medievales! ¡Cuánto más lejos la exaltación inflamada de los románticos! El escritor de hoy sólo puede entender la Pasión de Cristo viéndola desde el más cruel de los realismos. No un dolor de porcelana, no un sufrimiento místico, sino un Viernes Santo de sudor y de barro, una Pasión en la que Cristo tropieza, cae, sufre y muere con la misma sangre y humillación con que mueren hoy los hombres en las guerras, en los suburbios o en las carreteras. Una muerte que puede entenderse que es divina, pero sólo con mucha fe, porque todos los contornos de esa agonía son ferozmente humanos. Así lo vio Malegue- -ese enorme novelista tan desconocido para n o s o t r o s- -cuando contaba que Cristo sudó sangre humana en Getsemaní, y emitió sangre y agua humanos bajo el lanzazo del Calvario. El microscopio no se equivocaría. Y sufrió con nervios de hombre todos los pormenores de una muerte de hombre, la sed de las hemorragias, la inmovilidad terrible de la cruz. Todo esto es aceptar la tierra Y así lo vio Bernanos, que, en una carta, comentaba a un amigo: Desde el huerto al Calvario, sábete que Nuestro Señor Jesucristo conoció y expresó anticipadamente todas las agonías, incluso las más humildes, las más desoladas... ¡Esta Pasión no es un juego de príncipe! El sudor de sangre, la ingenua oración del monte de los Olivos, hasta el decisivo Yo soy no son la humillación por pasatiempo; no se trata de un Dios que juega al hombre, como María Antonieta jugaba en el Tríanón a la campesina. Y así lo entendió Kazantzakis en su cruel visión de los modernos Caifas, Herodes o Pilato de su Cristo de nuevo crucificado La muchedumbre- -describirá en la tremenda muerte de su nue- de La Pasión, según San Mateo de Paselini. Una escena vo Cristo- ebria del olor de la Sangre, se echó como una bestia sobre el cuerpo jadeante; al incorporarse, algunos tenían los labios ensangrentados. Panayotaros limpió el puñal en sus cabellos rojos. El Pope Grigoris se inclinó, llenó el cuenco de la mano con sangre y, asperjando con ella a la multitud, exclamó: Que su sangre caiga sobre todas nuestras cabezas. Todos recibieron las gotas de sangre estremecidos. Y ese mismo camino ha adoptado el poco cine que se ha acercado a la vida de Cristo con un mínimo de respeto y sin azúcar, como el amargo Jesús de Pasolini, que muere de una muerte sin fondos de violines y sin cortes de ángeles protectores. ¿Que todos ellos se quedan más acá, mucho más acá de lo que la muerte de Cristo era y significaba? Desde luego. Pero al menos, al menos, no han mentido contando la Pasión como la vieron los ojos de los hombres que- -hace dos mil años- -rodearon la tremenda historia de un viernes de sudor y barro, M. D. 1

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