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ABC MADRID 26-03-1969 página 33
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ABC MADRID 26-03-1969 página 33

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página33
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PROSCENIO Giancarlo Giannini, Annamaria Guarnieri, Giulio Brogi, Andreina Pagnan! Ezio Busso y Adolfo Gen, personajes de Dos y dos ya no son cuatro de Lina Westmüller. que perdidos están en otro bosque más cálido y más vivo- -nuestro tiempo está hecho de fuego y no de hielo- ha de advertir que ese final trágico que se nos hurta está espsrando en cualquier recodo. Después de todo, la tragedia de nuestra hora puede resultar colectiva. Esta comedia se titulaba primero La roña según nos advierte quien la creó. Y siguiendo su síntesis, diremos que es la historia de dos hermanos enamorados de una misma mujer. En nuestra época, como sin duda en otras que nos han precedido, aunque no de modo tan concreto y violento como puede verse cada día, dos hermanos pueden ser exponentes de dos tendencias distintas, es decir, y otra vez con frases de Lina Wertmüller, puede constituir uno el símbolo de una juventud con alas y otro la imagen de quien marcha sobre ruedas e impulsado por un motor Hay, en efecto, en la obra teatral, un hijo trabajador y aplicado, que se deja rodar sobre el conformismo de una situación cómoda, prefabricada por el padre, un capitán de industria, y mantenida y acariciada por una madre vana y superficial, y otro que, colocado en el extremo contrario, abandona el bienestar y la opulencia para fabricarse una vida propia, dura e incómoda, pero libre. Es curioso observar cómo, en la antigua tragedia que hace un instante comentábamos, hay palabras que coinciden en cierto modo con los lemas de una parte de la juventud actual. Hipólito, el malquerido ya nos habla con alabanza del que no es esclavo de reyes ni, émulo suyo, persigue honores huecos o riouezas flojas Y de ese ser que se aparta de la comodidad amasada por otros, Séneca explica que su impulso ingénito es de huir lejos del lujo de los reyes porque en oro ansioso beben los soberbios Y añade: ¡Cuánto más sabroso no es tomar el agua en el cuenco de la mano desnuda! Bibom, que es el joven con alas de la moderna comedia, sin haber leído seguramente al clásico cuando decía más se- guro es el sueño que agobia dulcemente a quien extiende sus miembros sobre una yacija dura ha renunciado a- la acogedora blandura hogareña para dormir dentro de una bolsa de alpinista en un lugar mísero, e n t r e manifiestos y grafismos violentos. Gianni, el hermano arropado por el ambiente en que vive, no ha dejado nunca de alimentar cierta envidia- -la roña- -por ese embrión de hijo pródigo, cuyo retorno tanto desean sus padres. Así inicia la autora su comedia, y la continúa después mostrándonos cómo los dos hermanos, las dos tendencias simbólicas, vienen a converger sobre una sola mujer- -un poco relicto de la sociedad que los envuelve- -y jue ha ennoblecido algo su tenor de vida sin dejar de persistir en otros envilecimientos. Luego, cuando surja el fruto natural del hijo, serán los dos hermanos los que se disputen su paternidad. Siguen los cauces de la comedia guiando su caudal, y hasta se colora de un tono rosáceo cuando parece que todo se resolverá con un acatamiento a las fuerzas sentimentales y pecuniarias; pero hay un débil esguince de rebeldía y un final idealista en el que el símbolo del futuro grita su protesta, y la autora sugiere que acaso en el grito está la sola esperanza. Pero es entonces cuando, entra músicas agudas, clamor de voces y multitudes en diapositiva, cae el t e l ó n cuando la tragedia que se inició sin advertirlo, continúa realmente, reflejada en esa discrepancia entre generaciones, en ese choque de sistemas y visiones de nuestro tiempo actual, en esa incógnita del auténtico final, que habrá de ser verdaderamente trágico si sólo con la muerte se resuelve. La obra goza de un montaje trepidante y de una excelente dirección. Franco Zeffirelli ha puesto en ella toda la vivacidad de su imaginación fértil para darnos un espectáculo casi espacial donde cada milímetro de la escena puede dar cabida a la explosión de una música, al fogonazo de una imagen, al estallido de un ámbito nuevo. Diapositivas gigantescas, trozos de sugeridoras proyecciones, luces, colores, sonidos, contribuyen a un conjunto de poderoso expresivismo. Palpita allí el ritmo de la vida moderna, el compás de las imaginaciones juveniles, la clave de los tiempos actuales. En esta historia, que la autora piensa que sea quizá la de un probable traspaso de poderes, del que ha de nacer el hombre nuevo, vive, por gracia de su verbo ágil, desenfadado, procaz a veces, y merced al impulso que la presta la dirección, el germen de la verdadera tragedia de ahora nos consume: la prisa. Annamaria Guarnieri y Andreina Pagnani, junto a Giannini, Brogi y Adolfo Geri, son los excelentes actores- factores de esta expresión matemática con la que no salen las cuentas, porque está en formación un orden distinto que busca su fórmula no hallada. José MÉNDEZ HERRERA

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