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ABC MADRID 25-03-1969 página 11
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ABC MADRID 25-03-1969 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página11
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DEL PIANO carse al llegar el momento difícil, el pasaje que requiere agilidad. ¡Qué empeño, qué seguridad en tocar la nota contigua a la indicada! He conocido a no pocas generaciones. Recuerdo a la jovencita que bórdate primorosamente- -liras entre guirnaldas- -la funda de bayeta destinada a proteger mi teclado. La niña interrumpía a veces su labor, y, en otros momentos. La oración de una Virgen para acercarse con cautela a la ventana, atisbando al novio, paciente, apostado en una esquina de la calle. ¡Qué abnegación la de aquel hombre! ¡Con qué poco se conformaba! ¡Ay, aquellas reuniones con motivo de fiestas onomásticas! Era antes de la guerra de Cuba. Se cantaba mucha habanera. ¿Qué diré del Vbrrei moriré Pues ¿y la Stella confidente Y pasaron los años, muchos años. Otras manos me acariciaron, ya bien entrado el siglo, más distraídamente. Manos que no bordaban. Aquellas chicas salían de paseo con la carabina asistían a los tes del Palace, patinaban en el Ideal Polistilo Vamos, que empezaban a desquiciarse. Por aquel entonces se pusieron de moda unos horribles aparatos llamados pianolas que pretendían sustituirnos. ¡Como si eso fuera posible! M dueño de la tienda salió a hacer un recado, dejándome solo frente al piano destronado, el piano en venta. Y estoy a punto de hablarle a mi vez, a punto de decirle tantas cosas que pudieran servirle de consuelo. Empezaría por enumerar los motivos de su decadencia: la radio, la prisa, el tocadiscos, la televisión, el disc- joc- key la emancipación- -en el mejor tido- -de la mujer desde que empezó a bajar. ¿Comprendes, querido piano? yo nos entendemos muy bien. Es qv vida ¡ha cambiado tanto! No creas, tampoco me gustan muchas cosas de ra. Ya no hay tiempo para tocar el ni para cantar. Ya no hay espacio, ¿c prendes? para un piano en las viyienl modernas, en esas habitaciones llama living concebidas para estar y p comer y en las que no queda lugar p una ni otra cosa. Todo anda trastorna Los edificios carecen de proporciones; mujeres, de misterio; las canciones, de u lodía. ¿Comprendes, querido piano? Ti yo nos entendemos. I Seguiría hablándole mucho tiempo, J respeto, con halago, tal vez con mentii piadosas, como se debe hablar, por eje pío, a una actriz olvidada, llena de va: dad y de recuerdos. El dueño de la tienda, al regresar, ve ensimismado junto al viejo piano. -Ya veo que le interesa. Pues, nada, ti to hecho. Le advierto que están buscados. Sí, p a r a ambientar ¡Hombre, una idea! ¿Para qué dirá que se llevaron el último? Si, un caprichoso. Para convertirlo, una vez d tripado en bar. Agustín DE FIGÜEROAl

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