ABC MADRID 21-03-1969 página 19
- EdiciónABC, MADRID
- Página19
- Fecha de publicación21/03/1969
- ID0000884786
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0 i Vi i. t J á v LAS MANOS DE LA ABUELA L AS manos de la abuela no sran bellas, pero eran santas y buenas. Los años, muchos ya, y el reumatismo deformante, habían dejado huellas de fealdad en sus manos otrora finas, blancas y delicadas. La vejez- -d- acía ella- que es tan fea y temaba una de sus manos en la otra, y, apretándose les dedos suavemente, se quedaba por breves mementos mirándolos y parecía como meditar; quizá pasaban por su mente, como en tropel luminoso, los recuerdos de su juventud; el convento de las Salesas Reales de Madrid, su viaje a Centrcamérlea, su matrimonio, sus fiestas. Les rubíes, los brillantes, las perlas y zafiros, que, preses en sus ares de oro o de platino, habían lucido en sus dedos jóvenes, finos, pálidos y frágiles. El capricho de los destellos de esas gemas, rojos, blancos, azulados, lechosos o ambarinos, saltando en sus manos y haciéndole feliz aquellos breves momentos de esplendor, entre rasos y sedas y abanicos de marfil y de carey. Ahora sus pobres dedos nada hacían recordar aquellos fastos y aquella belleza de sus manos, tantas veces alabadas por amigos y admiradores. Pero esas manos feas conservaban otra belleza que ni el tiempo, ni el reúma habían podido destruir. Era su bondad y su santidad. Esas manes habían hurgado constantemente en el bolso de piel o de tela, que llevaban siempre consigo, para sacar muchos dineros, cuando fueron ricas, aliviando el hambre del necesitado, y algunas monedas cuando vino a menos su fortuna. Manos que jamás permanecieron quietas cuando oyeron la voz de un pobre que decía una limosnita, por Dios Manos ricas que fueron consuelo de los pobres. Manos que se deslizaron suavemente, quedamente en el silencio de la noche, para tocar la frente del hijo que ardía en fiebre. Manos santas que supieron acariciar y ofrecer amor cristiano y puro. Manos que supieron restañar la sangre de una herida y curar con un gesto de amor literidas del alma. Y yo, al pensar en esas cosas buenas y mirar las manos de la abuela, sentía y veía que se iban transformando en marfbs de una gran belleza. Y es que la verdadera belleza reside allí en lo espiritual, en el alma. ¡Manos viejas y feas de la abuela, qué bellas sois! Vicente URCUYQ