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ABC MADRID 19-03-1969 página 24
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ABC MADRID 19-03-1969 página 24

  • EdiciónABC, MADRID
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rEATRO EN EL CAFE Por Ángel GARCÍA- PINTADO STO es un café- teatro A Veces resulta difícil distinguir a los actores de los espectadores. Ficción y realimezcladas hasta la confusión. Los exrimentos que el estudiante austríaco retz Prisch se propone en el el café EinIt de Viena, parecen obedecer por entea lo que rigurosamente debe ser en tenlo por café- teatro. Piezas expresamente altas para ser recreadas- -mejor que reessntadas- -en un espacio de nadie- -o á i los- mientras los camareros atienden mesas, mientras los clientes divertidos redispuestos- -beben su gin- tonic Csta obra comienza asi: un muchacho se arca a una mesa y dice a una cliente: eme su bolso. Vamos... Soy un ladrón... si todas las noches una señorita está a ito de entregar su bolso, asustada. Pero es de hacerlo aparece una joven rubia empieza a dialogar con el presunto lato. Es entonces cuando el público se per; a de que la obra ha comenzada. Así, soel papel, la cosa parece una tontería, secreto del éxito estriba en hacer esa itería progresivamente convincente. El ultado depende no tanto del autor como los actores, de los clientes, de los camaos sobre todo, tal vez... que son los que an y descrean la atmósfera de los cafés. K esta fórmula inocente y pura no le tan sus detractores. Un crítico de París inifestó su escepticismo en esta frase: a se sabe que la fórmula café- teatro ha cido de la asociación de dos categorías áales y espirituales muy diferentes: los mediantes y los cafeteros. Matrimonio interés y no por amor. La frase no es todo insensata. Los interesadas y amide los cafés- teatros reconocen que si 1967 cerraron en París quince locales éstos, y en 1968 cuatro, se debió, en la tyoría de los casos, a esta incompatibíad de caracteres que, a veces, hasta con leldad mental se manifiesta entre el que ce el arte y el que intenta exprimirlo amente. jos compromisos de los artistas con los lustriales han adoptado diversas facetas, la mayoría de los locales parisienses los tores no tiene sueldo. Al final de la re ¡sentación pasan un bombín, un cazairiposas, un zapato, una palangana... initando disfrazar con humor sus pudores, espectador primerizo le extraña y le innoda ver a los intérpretes, que a lo mehan conseguido elevarle a mundos fans t i c o s y confortables, convertidos de mto en mendigos de su propio arte. El bitual del café- teatro, sin embargo, lo un acto normal. Cuando ese matrimonio no falla, cuando por amor o cuando una buena pianifica n ha suplido este sentimiento, se ve al fé- teatro sobrevivir con cierto decoro, e nadis trate, no obstante, de enrique se. Lo corriente ss un aforo de cuaita o cincuenta espectadores- clientes. La muía parece reclamar esa intimidad. Los mismos promotores suelen confundir ifé- teatro con minitestro En esta ultio se da, entre espectadores y actores, la ratera distanciadora de un escenario. Pesño, proteico, pero escenario al fin y al JO. No es exactamente lo mismo, aunque El espectador no puede ser un extraño. Ei secreto estriba en hacer esa tontería progresivamente convincente.

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