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ABC MADRID 08-03-1969 página 3
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ABC MADRID 08-03-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD M A D POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA R FUNDADO EN 1805 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC lencia, de los partidarios consecuentes de la curación y de la reforma beneficiosa. Todos entendemos, más o menos teóricamente, que la libertad, por ejemplo, es el bien supremo de la vida, que nos viene de Dios y que cada uno ha de administrar con responsabilidad plena, orientada a la consecución del bien propio y del bien de los demás. Pero, a la hora de la verdad, es decir, en el modo de entender su ejercicio inmediato en el comportamiento de cada día, observamos que los que más desaforadamente claman por una libertad incondicionada para la agresión y el desorden son los que tratan de impedir la libertad de los demás para lá defensa del orden y de los derechos humanos más elementales. Vemos que se preconiza por todas partes para lograr el advenimiento de una Humanidad nueva, rescatada de trabas religiosas, éticas, jurídicas e históricas, la libertad omnímoda, el derecho a la violencia, a la indisciplina, a la insumisión frente a toda suerte de autoridad, religiosa y civil, con el pretexto especioso de que esa es la exigencia y la conquista ds las nuevas promociones, que urgen la destrucción y la anarquía para implantar inmediatamente no sé qué estructuras nuevas, prodigiosas, que van a alumbrar a una Humanidad feliz, nacida de la violencia y de la destrucción, sin intervención alguna de poderes demiúrgicos ni sociales. Se palabreó mucho a cuenta del diálogo, de la autocrítica, de tomas de conciencia, de aperturas y rebeldías contra e tb y aquello; se fue perdiendo el respeto a lo humano y a lo divino; se facilitó la insumisión para poner en tela de R E D A CC I 0 N ADMI NISTRACI ON Y T ALLERE S SER RANO, E L gran filósofo y hombre de teatro Gabriel Marcel, que rehuye, con razón, el tópico con que se le suele calificar de existencialista católico declaraba hace poco en Madrid que la Humanidad no ha vivido nunca una situación tan angustiosa y terible como la actual A esta conclusión, no poco desconsoladora, llega en su obra Pour une sagesse tragique aunque, a la vez, como para atenuar lo que esa conclusión pudiera tener de catastrófica e irremediable, nos deja abierto el camino claro de la esperanza, de la posible recuperación. Al final- -dice Marcel- -queda siempre la esperanza. La Humanidad no podría subsistir sin la esperanza. De trances más difíciles, aunque no tan complicados, nos hablan largamente las historias. La coincidencia en el diagnóstico de al situación presente, de esta confusa y desgarrada situación universal, es unánime y reiterativa. Cada día que pasa se encarga de proporcionarnos en abundancia síntomas y demostraciones que denuncian la extensión de su gravedad creciente. En lo que ya no es tan fácil la coincidencia es en la aplicación inmediata- -no quiero decir drástica para dejar descansar a esta palabra tan fatigada- -de remedios eficaces y directos o en el modo de entender la validez de los recursos curativos que puedan detener la amenaza de los temidos males tantas veces preludiados. Porque lo que falta, en el terreno de las realidades, no son remedios teóricos, soluciones mágicas, procedimientos expeditivos que cada cual tiene, si él mandara para acabar por arte de prodigio con las injusticias, con el hambre, con los negocios escandalosos, con las cárceles y con la policía, con la indiscriminación y las especulaciones irritantes; lo que falla son los modos de aplicación de esas panaceas que encierran, por lo visto, el secreto de todas las curaciones y adelantos súbitos, sociales y religiosos. Todos indudablemente coincidimos en que, no pocas veces, es necesario el cauterio, el piadoso rigor -que diría San Agustín- -ante la insolencia del mal y de la gangrena invasora. Pero en el modo de la aplicación del cauterio difieren, en posiciones polares, los partidarios comprometidos de la destrucción y de la vio- HAY MODOS Y MODOS Depilación y masaje a la vez juicio todos los valores consagrados, y, a fuerza de concesiones, de perder razón por parte de los más llamados a defender y a acreditar la razón y el orden, la tolerancia y el diálogo, se ha venido llegando en este mundo de hoy, cansado y contradictorio, a esta situación de que los partidarios de la libertad para el desafuero y la violencia rechazan la libertad para la defensa del orden y no quieren ni diálogo, ni tolerancia, ni treguas. Es decir, que los tolerantes teóricos de ayer se han aprovechado de la tolerancia y del diálogo de los inadvertidos para imponer la intolerancia más feroz y la demagogia del más disparatado y anacrónico estilo. Lo grave es que se ha implicado a una parte, no sé si considerable o no, de la juventud en esta aventura de la violencia y de la pretensión de cambiar la faz del mundo, dando por supuesta la muerte de Dios para la plena vigencia de la libertad y de la urgente reestructuración del mundo y de la vida. -Para conseguir tan desusados propósitos se apela a los modos más improcedentes e insólitos, a las actitudes más explosivas, a la insolencia más tosca. En esto viene a parar tanto bízantinismo y tanto desgarro y tanta palabrería belicosa: en pedir diálogo y libertad para proclamarse en rebeldía inmediatamente y acabar con la libertad y el diálogo de los demás. Son los modos, es el estilo contagioso de los que recusan toda autoridad por inservible y anacrónica. Pero lo lamentable es que estas actitudes y modos de violencia y osadía han penetrado, no sin escándalo, en el ámbito de lo moral y de lo religioso. Ya no se trata de renovación, de adaptaciones fecundas y necesarias, dentro de la Santa Madre Igles sino de desjerarquizar y desacralizar- -como se dice con impertinencia- reduciéndolos a nivel puramente humano, o divino, pero a su modo, el Evangelio y la tradición, el dogma y la moral, la autoridad y el orden. Y no es ese ni el modelo ni el camino para que prevalezca la verdad y se consiga la renovación apetecida. La violencia y la osadía se han levantado con las palabras tópicas de siempre. Pero sólo la palabra de Cristo, sumiso hasta la muerte, tiene, el secreto y el modo de la renovación y de la vida. P. Félix GARCÍA

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