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ABC MADRID 01-03-1969 página 3
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ABC MADRID 01-03-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO SOCIEDAD M A D POR P R E N S A ESPAÑOLA, ANÓNIMA R I FUNDADO EN 1806 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ADECER por voluntad propia es una forma de masoquismo. El padecer, en los santos, para perfeccionarse en la virtud de lo perecedero, hacia lo eterno, es una forma de heroísmo, despreciando los bienes y goces que nos puede ofrecer lo efímero de la vida. Ahora bien, por aquello que podemos evitar y que no puede producirnos ningún beneficio, si no es por el deseo de denigrar a alguien, constituye una mala voluntad del ánimo, o el deseo de hacerse notorio. Está actitud no tiene nada que ver con la crítica. El crítico puede combatir una obra ajena en virtud de un raciocinio, o en una posición disciplinaria. La crítica es un género literario no sólo noble y elevado, sino necesario, para dirigir, orientar y contrastar opiniones. Todo el que realiza algo en la vida está sujeto a la crítica de los demás, y aun han existido muchos críticos de críticos, mas ahora se ha producido un hecho insólito que nos ha descubierto muy gallardamente don Pablo Vila San- Juan. Se trata de un señor Badosa, que, por lo visto, ya que no he tenido ocasión de leer nada de lo que ha escrito, me informó de que es un intelectual ¡Qué peligroso es el apelativo de intelectual Y, sin embargo, ¡qué elevado es el de inteligente Y claro está, no puede ser inteligente quien padece leyendo. Yo, en mi larga vida, he leído bastante; casi puedo decir que he tenido el vicio de leer, mas debo afirmar que he empezado a leer muchos libros y, a algunos, no he seguido leyéndolos por no ponerme en el trance de padecer. Es decir, que para mí el leer no ha sido nunca ni un dolor, ni un castigo, sino una grata diversión. Hasta es posible que si cayera en mis manos un libro del señor Badosa yo empezaría a leerle y, si me gustara, le acabaría de leer y aun le agradecería el placer de haberlo leído. De lo que el señor Badosa puede estar seguro es que, por aburrido e inane que hubiese sido su libro, el señor Badosa no hubiera conseguido hacerme padecer. Bastantes accidentes nos saltan en la vida, que nos hacen padecer sin poder evitarlo. Por lo que ha escrito el señor Vila San- Juan, el intelectual señor Badosa hace un paralelismo entre don Jacinto Benavente y don Alfonso Paso, ya que ambos autores le han hecho padecer. He aquí dos líneas paralelas, imposibles de ir juntas. Y no digo esto en detrimento de la fecunda calidad dramática del señor Paso, sino porque no son cualidades homogéneas las de estos dos escritores, ni por su finalidad ni por su contenido. Y para aquel a quien le hagan padecer los dos, al no discriminar cuál de los dos padecimientos es mayor, nos quedamos en la duda de las causas de los dos padeceres, y, asimismo, de la gravedad de cada uno. Siendo, pues, estas equivalencias desorbitadas, bueno es decir que a un escritor del pasado no se ABC le puede equiparar nunca con un escritor del presente. Mas esta cuestión incidental- -de poco valor literario, y al margen de la crítica que el señor Badosa no se molesta en analizar, de estos dos valores antípodas- -me da a mí ocasión de romper una lanza en honor de don Jacinto Benavente, a quien admiré desde sus albores, en mi adolescencia literaria, y a quien acompañé, hasta su muerte, como a un amigo entrañable y a un maestro indiscutible. La inmortalidad, después de la muerte, la otorga el tiempo, cuando pasa la pasión de los contemporáneos, y de los próximos, que se desligan del pasado, y quieren ser, como Berlamino, inventores de las cosas. Si repasamos el proceso de las artes y las letras advertimos una constante de valores que, siendo discutidos en su tiempo, pasan a la categoría de genios, a veces estando, más de un siglo, sumidos en el olvido. Ateniéndonos no más que al teatro, pensemos en Shakespeare, casi inadvertido por sus contemporáneos y discutido mas tarde por críticos de renombre. Los críticos franceses en el siglo XVIII, sin hablar de que le padeciesen, le flagelaban despiadadamente. Moratín traduce el Hamlet para señalar sus defectos, y aun sus extravagancias y disparates En la novela tenemos a Cervantes, a quien descubren los ingleses en época en que la novela se consideraba como una narración para que se divirtiesen gentes de baja cultura y amantes de los chistes y chascarrillos. En suma, que, visto el rumbo de algunos críticos españoles contemporáneos, a don. Jacinto Benavente se le descubrirá alguna vez, ya que a los autores de la dramática empiezan a exaltarlos cuando sus obras dejan de representarse y comienzan a ser leídas. Los genios son los únicos que mueren sin saber que son genios. Así, muere la langosta ignorando que es un crustáceo. Solamente por esto, un poeta, en una comedia satírica, pudo terminar ésta con estos dos versos: Que Cervantes no cenó, -cuando terminó el Quijote. REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN Y TALLERES SERRANO, 61- MADRID P TRISTEZA DE PADECER Albídent EL DENTÍFRICO DE ESPAÑA En cuanto a don Jac i n t o Benavente, podemos decir que, tras los últimos fulgores del romanticismo de don José Echegaray, fue el gran dramaturgo que supo brillar en nuestro siglo como astro mayor del teatro. Todos los genios tienen sus eclipses; mas, ya sea tarde o temprano, se llega a reconocer su auténtico valor, quedando, al correr de los siglos, fijos, ya para no moverse en lo venidero, o- -Si don Jacinto Benavente no hubiese escrito más que una comedia, Los intereses creados ya habría hecho bastante para pasar a la posteridad. El estreno de esta obra en Inglaterra le dio relieve para conseguir el premio Nobel, que, quizá si Benavente ño hubiera traspasado las fronteras de su patria no hubiera conseguido. El teatro, en general, en el curso de los tiempos ha sufrido avatares que, al juz- gar la Historia en su proceso, desde sus orígenes, los únicos que no han podido juzgarle en una posición desinteresada son sus contemporáneos. Esto mismo lo podemos aplicar al teatro, a la novela y a la poesía. Son muchos los muertos que, a través de la crítica retrospectiva, han resucitado. Y muchos, ignorados de sus contemporáneos, han reaparecido a través del tiempo, como maestros indiscutibles. Se dice que los árboles no dejan ver el bosque. Yo creo más bien que es el bosque el que no nos deja ver los árboles. Yo disculpo todas las variantes de la perspectiva, y creo que el juicio de los contemporáneos puede sufrir errores que mueven la moda, el interés de una postura, el deseo de publicidad... pasiones que, en la esfera del Arte, giran arbitrariamente. Hay que renovar, dicen muchos y lo intentan muchísimos, y de cualquiera de estas renovaciones sale alguno que no sólo renueva, sino que afirma en la constante del Arte una personalidad que, al revivir los moldes, aun viviendo en un paréntesis de transición, es una flecha que parece pervive en una época decadente y que, a través del tiempo, se clava en la diana. Quede, pues, tranquilo el señor Badosa y deje de padecer por don Jacinto Benavente. En nuestros dramaturgos del siglo XVII hubo uno, Ruiz de Alarcón, que fue flagelado por todos los grandes que escribieron comedias en aquella época. Y no sólo por sus obras, sino por su constitución física- -era pequeño, patizambo y corcovado- No era ya, pues, que se burlaban de sus comedias, sino que satirizaban su figura humana. La posteridad le reconoció más tarde como un gran comediógrafo, a la par de Lope, de Calderón, de Tirso de Molina... Y en su comedia La verdad sospechosa que tradujo Moliere, hay dos versos que se los ofrezco al señor Badosa: Los muertos que vos matáis, -gozan de buena salud. Francisco DE COSSIO

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