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ABC MADRID 28-02-1969 página 10
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  • EdiciónABC, MADRID
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ALFONSO XIII EN LA MONTSERRAT S Per Julián C 0 RTES 4 AVANILLAS ROMANA U Majestad Católica Don Alfonso de Borbón y Habsburgo- Lorena, Bey de España, de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerasalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca y Menorca, de Sevilla, ele Cerdeña, de Murcia, de Jaén, de Algeciras. de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Occidentales y Orientales, Archiduque de Austria, Duque de Borgofia, de Mandes y del Tirol, Conde de Barcelona, Señor de Vizcaya y Molina, y de tantos otros lugares que simbolizan, en la cumbre de la Historia Universal, la Corona de España, murió en Roma en la habitación numero 32 del Gran Hotel a las once y cuarenta de la mañana del día 28 de febrero de 1941. Contaba, en esa fecha, cincuenta y cinco años de edad y diez de nostálgico destierro de la patria amadísima, de la que fue Rey en el mismo instante de su nacimiento, caso único en las crónicas del mundo. Había hecho testamento en la ciudad suiza de Lausanne el 8 de julio de 1939 ante el notario Bergier, declarando, ante todo, que se ajustaba a las leyes de España para que rigieran su sucesión como rigieron su vida, y que deseaba morir, como siempre vivió por convicción y fe propias, en el seno de la religión católica apostólica romana. Muy poco antes de su muerte había también abdicado sus derechos a la Corona el día 15 de enero de 1941, en la persona de su hijo Don Juan, Príncipe de Asturias. Y en dieciséis jornadas que duraron los espantosos sufrimientos de una lenta agonía producida por angina de pecho, Don Alfonso X m dio uno de los más extraordinarios ejemplos de cristiana humanidad: que pueden darse, con conocimiento pleno, cuando se presagia que la muerte ha dictado su irrevocable sentencia. Por eltoy mientras sonaban las campanas de la basílica de Santa María de los Angeles, dentro de los clásicos muros de las Termas de Diocleciano, su fúnebre réquiem por el alma del Rey de España, el Papa Pío 3 QT ordenó a la Radio Vaticana que difundiera, para conocimiento y ejemplo del mundo, el poema de la agonía y de la muerte del Soberano que consumió su destierro en la Urbe donde ningún cristiano puede ser extranjero. Aquella misma mañana del 28 de febrero de 1941, al conocer España la triste noticia, las ciudades y los pueblos vistieron espontáneamente de luto, la congoja estremeció millares y millares de corazones y las campanas. rezaron, por doquier, su De profundis en grave y musical contrapunto al dolor de tantos y tantos españoles, que musitaban oraciones, que gritaban los paradójicos vivas ante la muerte y que pedían una tardía reparación a la g r a n injusticia histórica cometida con aquel gentilísimo caballero español que el mundo conocía y admiraba con el sólo nombre, por antonomasia, de Don Alfonso Esto sucedía en tanto en la cámara donde vivió y cerró sus ojos a la par que sus labios invocaron por última vez a Dios, se extendía el cadáver del Bey de España en el suelo, sin otro lujo que el de hacer reposar la nobilísima cabeza sobre una almohada de blanco lino. La alta y regia estatura del Monarca católico se re- He aqui una de laa últimas fotografías de Su Majestad Don Alfonso XIII.

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