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ABC MADRID 05-02-1969 página 15
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ABC MADRID 05-02-1969 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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LOS HOMBRES Y LOS DÍAS LA REBOTICA frecuentadores el rango de su sólido prestigio, ascendido ya a categoría, como exigía el filósofo. -Podía decirse, parafraseando a Ortega, que en la provincia, que en la ciudad, lo que no había sugerido, patrocinado o mencionado la rebotica se había quedado sin hacer; porque, en definitiva, en la provincia, en el trozo entrañable pero desconocido de la geografía española, la rebotica era lo único operante, vibrador, con ánima y con pulso. lia rebotica era- -como cabía esperar- -un poco de todo: Universidad y Escuela, Concejo abierto y agora popular. Y, también- -que todo hay que decirlo- olla hirviente en la que se cocían a fuego lento los chimes ciudadanos, los pequeños aconteceres provincianos. Asegurar que la rebotica conformaba esa fenómeno extraño Y complicado que llamamos opinión sería muy aventurado; pero en ningún caso cabía desdeñar su influencia a la hora tremenda de poner en pie las grandes verdades, que son las que, en resumidas cuentas, componen el perfil de los pueblos; pues b i e n mirado resultaba que la mayor parte de las realizaciones culturales, industriales, artísticas o políticas- -que la política entonces como ahora y como siempre constituye una forma de comportamiento- -se debían, repetimos, a sugestiones proyectadas en la v i b r a n t e tertulia de la rebotica. Con las nuevas fórmulas sociales, con el nuevo juego de las generaciones, la rebotica- -como tantas otras cosas- -fue perdiendo fuerza. Los azares históricos postergaron o anularon muchos de los valores que habían constituido los soportes de un mundo apasionadamente romántico, y entre los que se contaban: el espíritu de convivencia, el gusto por el diálogo, el afán de verdad, el imperio de los mejores... Las ciudades se masificaron y el ciudadano recortó su personalidad, adscribiéndose a cualquiera de los gráficos más comunes de la municipalidad anónima y espesa. Como la grave, sencilla, benemérita acción de la rebotica carecía de Prensa favorable, dada la oscura y torva sublevación de los subalternos, acabó convirtiéndose en almacén de muchas cosas- -de todo, como en botica- sin sitio ya para aquellos hombres románticos pero eficaces que componían la tertulia de la rebotica. Hoy, apenas si queda, envuelta en sus penumbras olorosas, en alguna pequeñísima ciudad encantada, alguna de aquellas reboticas influyentes, creadoras, a las que, allá, a la caída de la tarde, cuando las callecitas estrechas se llenan de silencio azul y el cascado campanil de la iglesia recorre con el escalofrío de sus sones la piel enjuta, acudían los hombres importantes (el médico, el registrador, el inspector, el beneficiado) para trazar, entre humos densos de cigarros negros y toses moderadas, los caminos que habían de encaminar a la ciudad hacia los alcázares de su redención como afirmaba el beneficiado, que era algo cervantino. Victoriano CRKMER L A rebotica había llegado a adquirir un prestigio nacional. En Madrid incluso se hablaba de ella. Y se registraban con admiración los nombres, auténticamente ilustres y beneméritos, de los contertulios. En la famosa rebotica de la provincia replegada habían nacido las ideas mejor musculadas y las realizaciones de mayor provecho. Aun para los más refractarios a admitir las buenas influencias de la rebotica en la vida pública- -que eran los mismos que rechazaban con aspavientos beatos los beneficios de la Sociedad de Amigos del País y que consideraban increíblemente absurdo establecer en la ciudad una Escuela Pericial de Comercio- la rebotica tenía un cierto peso específico que la inmunizaba contra el virus extendidísimo de la maledicencia. La rebotica era en la provincia algo así como el casino de los espíritus progresistas, de los amantes de la Escuela (leían a Costa) y de la Despensa. Y era curioso comprobar que los más asiduos figuraban también en las listas más relevantes, más selectas de los profesionales. De los que, por alguna razón, se les decía dedicados a profesiones liberales Existia una forma de trasvase mutuo de virtudes y de fama: los tertulianos de la rebotica (el médico, el registrador, los abogados, el notario, el inspector de Primera Enseñanza y el beneficiado de Ja catedral, a d e m á s del farmacéutico) prestaban a ésta sus altos dones intelectuales y científicos, en tanto que la rebotica ofrecía a sus

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