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ABC MADRID 01-02-1969 página 86
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ABC MADRID 01-02-1969 página 86

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página86
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NO HAY QUE JUGAR CON LAS COSAS SERIAS ¡Ay, mi serio, tranquilo, Bach, el más genial de los buenos burgueses, que además de los conciertos de Brandenburgo tuviste tiempo de crear veintidós hijos... ¡Qué perfectos tus allegros unidos por la corta cadencia del adagio maravilloso! Cuando ya viejo y ciego vino a buscarte la muerte dejaste en el mundo una obra musical considerable, no tanto por su dimensión como por la profunda influencia que ha tenido sobre los que te siguieron. De ti ha salido toda la moderna música sinfónica, miles de seres humanos, de hoy, de ayer y de mañana, se han sentado o se sentarán en la oscuridad de una sala de conciertos, silenciosos y solemnes como si estuvieran en la iglesia, para escuchar tu música. Porque la música es lo más hermoso del mundo y todo lo hermoso es música. Música es la amistad, música es el amor, música es la lucha y el trabajo bien hecho, y los gritos de un niño y el mar rompiendo de noche sobre el acantilado, todo es música. Música, música, música. es muy probable que que hayan sido acariciadas con amor por algún aficionado con más voluntad que talento. Y entonces salió el inefable M a r c o s H u g o Finaly- -feo. melenudo y miope- -que, adelantándose a las candilejas y con la entonación de un actor mediocre en una comalia de boul e v a r d dijo: -Señores, encantado de conocerles. Tienen ustedes la inmensa suerte de asistir a un a c t o que hará r u i d o Va a n a c s r la degeneración cromática un hito en la historia de la música. ¡Se acabaron las anticuadas y latosas composiciones musicales! Conmigo ha llegado la era de las descomposiciones y son ustedes los primeros en el mundo que tendrán el honor de escucharlas. Pero antes he de explicarles que yo considero el piano no como un instrumento, sino como una masa blanca a la que hay que aporrear para dar forma a la pieza que se interpreta. El piano es como una harina a la que yo tuviera que trabajar con manos y pies para hacer con ella un pastel. Van ustedes a verlo, mejor dicho, a escucharlo. Adelante, silencio. ¡Ay. Beethoven, mi viejo, querido y admirado maestro que creaste nueve sinfonías perfectas, redondas, coloreadas y alegres como naranjas maduras y nunca las pudiste oír! Aislado en tu sordera jamás escuchaste los cascos de lose caballos resonando en las calles empedradas de la Viena de tu juventud, ni los violines del Concierto para el E m p e r ador ni el aplauso de tu público, ni los coros de la Novena Sinfonía que es, a mi parecer, la obra más hermosa salida de un cerebro humano. Dentro de tu cabeza el estruendo maravilloso de la genialidad: piano, violines. instrumentos de viento, limpíelas notas en el aire... Fuera silencio, siempre silencio, sólo silencio. Menos mal que estás muerto, si viaras lo que hacen ahora con nuestra música... a la manera clásica; el sí con el pie, consiguiendo al mismo tiempo con el codo un re recalcitrante y aún queda un fondo musical logrado a fuerza de patadas. Parece ser que los acomodadores advertían cortésmente al espectador, al mismo tiempo que le indicaban su sitio, la prohibición de abandonar el espectáculo antas del final bajo multa de diez francos. Cusntan las crónicas que nadie se fue de la sala durante la ejecución del sacrilegio musical, tal vez por no pagar la multa, o por educación, o a lo mejor porque fuera hacia mucho frío. No, míster Marcos Hugo Finaly, no juegue usted con las cosas serias. Ridiculice lo que quiera, llame la atención como le dé la gana, pero deje en paz a la música. A nuestra música. La que amamos tanto, la que nos hace sentirnos tan felices, tan acompañados, sin salir de casa, sentados junto al tocadiscos las tardes de invierno. La que escuchábamos cuando éramos adolescentes, mordiéndonos las uñas de placer, en los conciertos baratos de los domingos por la mañana; la que oímos cuando fuimos jóvenes, la mano en la mano de la persona amada; la que nos deleitará de viejos cuando haya desaparecido nuestro mundo y sólo disfrutemos con las cosas verdaderas e inmutables. No, Marcos Hugo Finaly, no. En nombre de todos los amantes de la música, no. En nombre de todos los directores de orquesta, de todos los pianistas, de todos los interpretes, no. En nombre de toda la humanidad sensible y con buen gusto que ha sentido latir su corazón al principio de una sinfonía, no. En nombre de todos los grandes compositores muertos, no. No, no. no y no. Begoña GARCIA- DIEGO Y sigo contando. 83 sentó el joven pianista en su taburete y empezó a golpear el instrumento con manos, brazos, codos, pies, piernas y barbilla. Gimnasia sonara para todo el cuerpo, lo mejor para mantenerse en forma si uno es un artista. Se da el la con los dedos, como concesión

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