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ABC MADRID 31-01-1969 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID, 31 DE VIERNES ENERO DIRECTOR: TORCUA. TO LUCA DE TENA. DEPOSITO LEGAL: M- 13- 1958- 100 PAGS. DE 1969- NUM. 19.615 TRES PESETAS A B C EN WASHINGTON EL PROCESO ALBUQUE PUEBLO HA EN ESTE NUMERO Editorial SENTADO EN EL BANQUILLO A LA WASHINGTON TIENE LA PALABRA Su capitán, Lloyd Bucher, tenía encomendada u n a misión imposible vigilancias arriesgadas sin contar con protección propia ni cobertura exterior LA TORTURA FÍSICA Y MENTAL QUE LA TRIPULACIÓN SUFRIÓ EN COREA MOVIÓ AL COMANDANTE A QUEBRANTAR EL CÓDIGO DE HONOR DE LA NAVY Washington 30. Crónica de nuestro corresponsal, por telex Una nación perpleja y contundida sigue estos días las dramáticas sesiones de la investigación que un Tribunal, constituido por cinco almirantes, lleva a cabo en la base naval de Coronado, California. El declarante número uno es el capitán L l o y d Bucher, comandante del Pueblo el buque- espía americano apresado hace un poco más de un año, el 23 de enero de 1968, por seis lanchas rápidas de la patrulla naval norcoreana, a unas 18 ó 17 millas 3 ei puerta de Wonsan, es decir, según la regla americana, en aguas internacionales. Se trata de una investigación, una encuesta, no de un Consejo de guerra. Este puedo venir después, aun cuando las circunstancias de la tragedia del Pueblo son tales- -con proporciones de escándalo nacional- que el secretario de Deiensa de la nueva Administración, Meivin Laird, ha anunciado esta tarde aue se va a realizar una investigación técnica a alto nivel sobre aauel desastre americano en los mares asiáticos. No se trata tan sólo del comandante Eucher. El, su barco, la Marina de Guerra y el país se encuentran hoy en ese banquillo de la base naval de Coronado, un año y siete días después de la rendición del Pueblo en alta mar, decidida por su capitán, ante una flotilla rápida de seis unidades de la República Comunista de Corea del Norte. El capitán Bucher no es un oficial de carrera, salido de la Academia Naval de Annápolis. Es un pobre huérfano que se educó en Boys Town una escuela de huérfanos organizada por un jesuíta, el padre Flanagan; se alistó en la Marina, hizo la segunda guerra mundial, estudió después utilizando las becas del Estado para los ex combatientes, se graduó en Geología en la Universidad del Estado de Nebraska y volvió a la Navy alcanzando en ella el rango de capitán. En el lenguaje de carrera, Bucher es un mustang un parvenú un garbancero, hombre triste, intenso, pálido, nervioso, que está defendiendo estos días, como un gato panza arriba, frente a las sacrosantas tradiciones de la orgullosa Flota de Estados Unidos, no sólo sus decisiones como capitán a la hora de la verdad, sino sus convicciones humanas. sus responsabilidades ante los 83 hombres a su mando y su conciencia de ciudadano americano. Su barco, el Pueblo en poder de Corea del Norte, es una vieja embarcación de 970 toneladas, lenta y de difícil manejo, que fue mercante durante la guerra de Corea y transformada después por la Marina en. barco- espía, con una instalación electrónica y de radar valorada en muchos millones de dólares y un sistema de comunicaciones tan anticuado que sus operadores blo estaba rodeado por unidades liseras de Corea del Norte que lo cañoneaban, mientras el capitán trataba de destruir su material secreto, pidiendo auxilio e informando de que no tenía otra salida que la de rendirse a sus captores. La Navy se enfrenta a su vez con la captura de uno de sus barcos ultrasecretos, explicada por su capitán en un relato estremecedor, con una humillación que rio se había producido desde el año 1807, cuando su fragata Cheseapeake fue capturada sin combate por el navio británico Leopard en aguas de la costa de Virginia, y con las responsabilidades de un Alto mando naval que no pudo acudir a las frenéticas llamada- s de auxilio del Pueblo como declaró ayer, con admirable franqueza, el comandante en jefe de las Fuerzas Navales americanas estacionadas en el Japón, almirante Frank L. Johnson. Finalmente, el país, la nación, con un concepto de omnipotencia de sus Fuerzas Armadas, pero, asimismo, con una idea humana e inmediata de los límites del heroísmo y el deber militar, torturada por las dudas de por qué el Pueblo no fue socorrido a tiempo después de tanto despliegue armado en todas partes, y de tantos gastos militares, como pedía a gritos, desde su radio, el capitán Bucher. Decídase lo que se decida en la base de Coronado, ninguno de los actores de la tragedia del Pueblo saldrá inmune. Hay una regla en la Marina. En el código de Honor de la Marina norteamericana, una de las reglas señala: El oficial al mando no permitirá que su buque sea registrado por ninguna persona, representando a un Estado extranjero, y no consentirá que nadie bajo su mando sea detenido ñor dicha persona mientras le queden fuerzas para resistir. La norma, en su letra, es categórica. En el papel y en la tradición el capitán del Pueblo tenía que haber resistido cuando (Págr. 16. Hacienda EXPOSICIÓN DE LAS CUENTAS CORRIENTES DE LAS ADMINISTRACIONES P U B L I C A S DEL AÑO 1967 (Pag. 49. se le intimó la rendición. ¿Qué tenía el capitán Bucher para defenderse? Tenia dos ametralladoras de cincuenta milímetros envueltas, por orden expresa de la superioridad, en fundas de lona que en aquel invierno de 1968, en alta mar, estaban heladas. Tenía también algunas granadas de mano, varias metralletas y un rifle. Esto es todo lo que tenía ante los cañones de tiro rápido de las seis lanchas que rodeaban al Pueblo Para ganar tiempo, el capitán ordenó parar sus motores y la destrucción inmediata del material electrónico j los documentos de la sección secreta del buque, dependientes no de su responsabilidad, sino de a Agencia Nacional de Seguridad, al mando de un oficial de carrera, joven, el teniente Harris, independiente del capitán hasta el extremo que Bucher no podía entrar sin el consentimiento del teniente en la cámara de espionaje. Bucher tenía que limitarse a conducir su autobús y aceptar la responsabilidad de lo que aconteciera en su barco. Cuando detuvo a su barco, según su relato, fue saludado por varias ráfagas de artillería de las cañoneras enemigas, y tuvo un muerto y varios heridos a bordo. El mismo, en el puente de mando, fue alcanzado por una bala. El mástil del radar y las comunicaciones fue destruido. No disponía a bcrdo de u- sistema automático de destrucción de sus instalaciones. Lo había pedido en Tokio y se le había dicho que se carecía de tiempo y de dinero La destrucción fue intentada, bajo el fuego enemigo, en alta mar, con hachas y martillos, a pesar de lo cual una gran parte del material pasó a manos de los norcoreanos. El Pueblo indefenso, tuvo que navegar hacia el puerto de Wonsan. El capitán y su tripulaciin- -hay relatos trágicos y veraces de su calvario- -firmaron papeles declarando que el buque se encontraba dentro de aguas jurisdiccionales norcoreanas. También los firmaron, para rectificar después, los negociadores de la liberación de la tripulación del Pueblo en las agotadoras conferencias diplomáticas con los captores y en uno de los incidentes más embarazosos de la Administración Johnson. El capitán y sus 82 hombres, en sus once meses de cautiverio, pasaron por un trágico Vía Crucis mental y físico, palizas, amenazas de muerte, pistolas en la frente, golpes, incomunicación. hambre, soledad. Si rio firma- -se le dijo al capitán Bucher- -ejecutaremos uno a uno a tus hombres, empezando por el más joven. Bucher, que, según sus declaraciones, trató de suicidarse, firmó un papel en el que se declaraba que el Pueblo se encontraba dentro de las aguas jurisdiccionales de Corea del Norte cuando fue apresado. CREÍ Fundada en 1934 A B C J e Crédito, S. A. Avda. de José Antonio, 3 S Teléf. 222 22 28 MADRID necesitaron catorce horas- -catorce horas- -para establecer contacto con su base de Japón e informar al Alto Mando que el Pue- José María MAS 8I F,

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