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ABC MADRID 31-01-1969 página 3
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ABC MADRID 31-01-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD M A D POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA R I D FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC No podemos concretar esas intuiciones en términos precisos. Y por eso cuando nos referimos a la música tenernos que emplear palabras nebulosas, expresiones circundantes, alusiones a emociones, a paisajes, a estados de ánimo que nos puedan trasladar, ya que no a la esencia melódica, a lo menos al clima irradiante de sus arpegios. Y a pesar de esa inefabilidad, sentimos que en la misma onda emocional estamos sumergidos cuantos! a escuchamos. En ningún momento se ha producido una tal unanimidad en todos los corazones. ¿Servirán las palabras tío para unir sino para distanciar a los hombres? Y es porque la palabra remete al hombre en sus razones, en su verdad, en su pequeña verdad, que por personal siempre es bélica. Y la música abre las compuertas del alma y se engrandece y se derrama. Y la paradoja del alma es- que. sólo se ordena, ajusta y- disciplina, en los desmesuramientos. No es un azar que la gran época de la música sea el Romanticismo. Porque en él se hace realidad el idealismo hegsliano. Estamos en el dominio de la subjetividad, de la creación dentro del universo de la intimidad. Pero no es la conciencia el depósito inerte del mundo. Sino gue de aquí b r o t a n vivas, coloreadas, trascendidas en espíritu, las ilusiones de los hombres tan vastas, que astillan todas las palabras que intentan contenerlas. Y esos anhelos que colocan tantas veces en trance de agonía a las almas para no poder definirlos, quedan libres, planeando sobre los infinitos, saciados de sí mismos, por la música. Me permito ahora un recuerdo personal. En mi juventud se llevaba mucho eso del arte puro Se quería que el cuadro sólo fueran colores; la escultura, volúmenes; la arquitectura, funcionalismo; la música sonidos. No sé si los jóvenes de hoy continuarán con ese anhelo de pureza, muy legítimo y en sí mismo elogiable, pero que se expresa en formas R E D ACCI 0 N ADMINISTRACI 0 N Y T ALLERE s SERRAN 0 6 1 del más crudo materialismo. Artes que terminan en su pura eficacia plástica, en sonidos desarticulados. Ahora ten o qus confesar- -y mirando más e! porvenir que al pasado- -que aprecio del arte, precisamente, sus esencias impuras, es decir, su humanismo. La p a s i ó n arrebatada, las ansiedades célicas y ese sumergirse unas veces en las fuerzas telúricas y otras en los deslumbramientos sobrenaturales que palpitan en el universo. Y aquí nos encontramos otra vez con el problema de la grandeza de la música. Ningún arte como éste nos saca de los límites de la razón y nos entrega lo que tantas veces nos hace caer brazos y alma en impotente pesquisa de lo qus puede saciarnos. Hasta podemos d e c i r que cuando las demás artes alcanzan el ápice de la perfección, tienen calidad musical. Tal, las últimas infantas de Velázquez, la espuma casi sonora de los impresionistas y esa grave ascensión de un espacio de trueno de órgano que es la cúpula de San Pedro. ¿Podría distinguirse en los poemas de San Juan de la Cruz lo que hay en ellos de palabra y de música? Música i m p u r a sí, que nos levante enardecida hasta la cima de nuestra alma o hasta los más calientes abismos de nuestra intimidad pasional. Un doble dualismo encontramos en la música. Por un lado, su total y conclusa belleza sonora, la intangibilidad de su redonda perfección. Como un astro entero y cuya hermosura radique precisamente en el exacto juego de sus tensiones rítmicas: que en eso consiste la armonía. Una creación que vive con independencia de nosotros, con la vida más saciada, puesto que contiene unos límites producidos por la fatalidad íntima de. sus reacciones melódicas. Pero, a la vez, este universo así delimitado penetra en nuestra alma y la desmesura y se convierte en sustancia de sus anhelos. Y aun otra ajuárente contradicción este bloque sonoro, tan objetivo, lo asimila cada hombre de manera distinta y le excita su propensión personal. Acentúa su individualidad, su singularidad afectiva, hace más riguroso y aislado el cauce de su personalidad. Cada uno escucha en la música lo que su alma reclama. El vuelo de las notas se realiza en el ámbito solitario de cada oyente. Confluyen, pues, el anhelo personal de cada hombre y la realidad exenta de la forma sonora. Pero esta creación que se mantiene en pie con fortaleza que no mellan los tiempos, se adapta, dócil, a los relieves concretos de cada criatura, a las efusiones individuales. En cada nota de Beethoven cabe una lágrima o un gozo distinto. Y en cada una de sus sinfonías, un universo. José CAMÓN AZNAR N sitos, ni reclusión en salones. Magna invasión de la música en nuestro tiempo que moviliza multitudes, que embelesa con acentos místicos, que es objeto de unas experiencias más arriesgadas que las demás artes. ¿Hay alguna razón sociológica p a r a este apetito de embriagueces melódicas? Digamos que el primer motivo de esta melomanía lo encontramos en lo que hay en la música de evasión. Estamos apresados por el mundo, ahogados por las cosas, llenos los ojos y la sensibilidad de esos requerimientos casi táctiles, insidiosos unas veces, brutales y pungentes otros, desgarrados los oídos y las meditaciones por esos ruidos que son como el aliento de ese universo que nos conmina. Y frente a todo este mundo de cosas, cosas, cosas, la música nos libeta, ojos cerrados, alma abierta. Y nos permite intuir el misterio, acunarnos en lo inefable, reclinarnos en lo que no tiene cuerpo. Nos dejamos llevar por las corrientes sonoras de la música. Y vamos en seguida a afluir, ¡qué felicidad! al mar del infinito. Este es ya el dominio del hombre. Ya nada tiene límites. Ya los sueños no tienen más freno que su incapacidad de vuelo. Si tuviéramos que definir al hombre, diríamos que su esencia consiste en el más allá Pues bien, es este más allá el que la música nos entrega. Y ello desde el mismo podium de la orquesta. Ancho plato de ofrendas para el espíritu es la música. Y levantada en vilo por los violines, es más alta que los mismos cielos, es más alta que los pensamientos más altos. Allá abajo queda la razón y lo que está entregado al diálogo de los hombres. Lo que éstos pueden repartirse con palabras. Soy ajeno, amigos míos músicos, al mecanismo creador de la música. Y como confesión personal tengo que decir que puedo subrogarme en los impulsos creadores de las demás artes. E intuir su proceso formativo. Pero a n t e la creación musical sólo cabe la admiración hacia unas cabezas que tienen dentro el secreto de la armonía universal. Vamos penetrando en las disciplinas conceptuales paso a paso, abriendo cor nuestras propias manos el horizonte que exige nuestra alma para no ahogarse. Pero en la música esta infinitud que forma el fondo anhelado de la vida intelectual, se nos ofrece súbita, desvelada, más ancha que nuestros b r a z o s abiertos. Ya estamos dentro de su magia, ya hemos alcanzado las cimas de la sublimidad, ya hemos intuido- -e intuir en la música es vivencia y comprensión- -unas anchuras metafísicas que sólo se abren en las últimas fronteras de la filosofía. Hemos rebasado ei mundo conceptual. Y ello es grave para el uso habitual de las relaciones humanas. 1 goce de exqui- EL ARTE IMPURO MUEBLE JUVENIL Fabricación Exclusiva de TRANS MOBEL pida presupuestó a nuestro Departamento Técnico de Diseño y Decoración GENERAL MOLA. 122 (Esquina a López de Hoyos)

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