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ABC MADRID 25-01-1969 página 99
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ABC MADRID 25-01-1969 página 99

  • EdiciónABC, MADRID
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LOS AÑOS LOCOS vida con flores en el pelo y una guitarra al hombro, que también es una forma de buscar marido, pienso yo, sólo que a la moderna. Se lleva enseñar los muslos, trabajar de modelo o de cantante, leer a Marcuse y ser partidaria de la limitación de natalidad. El mundo se ha vuelto al revés, nadie piensa como antes, ni hace las cosas de antes, ni reacciona como antes. Sólo quedan algunas instituciones inglesas inconmovibles, como la columna de Trafalgar, como los horribles sombreros de la reina, como los acantilados de Dover. Por ejemplo el té, que siguen ingiriendo a litros, igual los beatles y los melenudos de hoy que las damas de la reina Victoria, y las carreras de Ascott. Ascott. ¡Cuánta literatura barata se ha hecho sobre las célebres carreras inglesas! El lord que descubre que su mujer le engaña al mismo tiempo que gana el Gran Premio su catihilo favorito y los apostadores profesionales de las novelas de Edgar Wallace. Ayer y hoy Ascott. En Ascott los caballeros van de etiqueta, las damas no pueden usar pantalones y hasta hace poco era la gran exhibición mundial de joyas y de vestidos. Hoy también, sólo que estamos en la época de las individualidades y cada mujer es muy dueña de interpretar la moda a su manera. En Ascott, en Torrelodones, en París y en Cuenca. Se acabó la tiranía de los grandes modistas: Ss lleva el negro, la falda por la rodilla, el escote en punta y los cinturones anchos; fastidíense ustedes si no les favorece. Ahora es otra cosa, todo se lleva, todo está de moda, y cada una se pone lo que le da la gana, como debe ser. Las mujeres ya no siguen la moda como rebaños, Christian Dior se revuelve en su tumba, Balenciaga ss ha retirado, Cardin no se consuela, Givenchy tiene una úlcera de estómago. Porque hoy cada señora la interpreta a su manera, se estudia antes de vestirse, expresa en el atuendo toda su personalidad. Los resultados son variados y sorprendentes: las hay maquilladisimas, las hay toda palidez, las hay medio desnudas, las hay tapadas como monjas, las hay vestidas de organdí flotante enseñando por debajo una enagua con lazos, las hay con boina y falda larga como en los felices veintes mientras otras se disfrazan de astronautas futuristas, con gafas, botas plateadas y traje geométrico. Toda esta variedad pasa un tanto desapercibida en las calles de la ciudad, entre los hombres de cierta edad que siguen con los pantalones de siempre, la americana y la corbata de siempre y los zapatos de siempre; entre las mujeres de más de cuarenta años que tienen el buen gusto de no vestirse ye- yé La chica disfrazada de Bonnie el día que asaltó su primer Banco no llama la atención en el invierno madrileño al lado de las castañeras, los guardias y las señoras que salen de misa de una. Lo bueno, lo divertido, es cuando todo el mundo echa el resto para dar el golpe con su toilette en una reunión elegante. Como en Ascott. Como en las inefables y maravillosas carreras de Ascott, donde iban antes las muchachas a buscar marido acompañadas de unas madres vigilantes estrenando sombreros. Ya saben: los caballeros de etiqueta, prohibida la entrada a señoritas en pantalones. Lo demás está todo permitido. Gertrude, que es rubia, con aire romántico y algo tuberculoso, de cutis blanco y mirada lánguida muy principio de siglo, ss ha vestido como hace sesenta años, con sombrilla, encajes, volantes y enagua. Pero como la chica tiene bonitas las piernas, lleva también minifalda para estar al día. Lucinda, en cambio, se tapa hasta los tobillos, toda vestida de algodón a flores, mangas jamón, confección casera, cuello alto y en el sombrero las primeras flores primaverales. ¡Pasen, señores, pasen, aquí todo se lleva! Esto es Ascott, donde las chicas guapas siguen encontrando pretendientes, ahora como antes, sólo que por otros medios. Siendo audaees, siendo tímidas, destapándose, cubriéndose, con tacones, en zapatillas, rapadas, con trenzas, cultivando la virtnd, bailando ye- yé hablando, callando, actuando, soñando, de negro, a flores... ¡Pasen, señores, pasen! Aquí hay para elegir, aquí todo está permitido. Casi todo, Jayne, la preciosa hija de un banquero millonario, metió la pata, se puso pantalones, y tuvieron que sacarla ds Ascott poco menos que entra dos guardias a la pobrecilla. Los pantalones eran rarísimos, eso sí, a ver si colaban entre los extraños disfraces de las otras, pero no fue así. Y Jayne, toda corrida, tuvo que marcharse de la fiesta a llorar lágrimas amargas sobre los legajos de acciones de su importantísimo papá Porque en la Inglaterra de hoy, que marca la moda juvenil y lanza las nuevas ideas de la generación joven, quedan algunas cosas inmutables: la niebla, las rocas de Dover el Metro los horribles sombreros de la reina y Ascott. Begoña GARCIA- DIEGO Lucinda: Confección casera y mangas jamón A Jayne la pusieron de patitas en la calle con sus pantalones.

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