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ABC MADRID 23-01-1969 página 3
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ABC MADRID 23-01-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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E D! T A DO S 0 C 1 EDAE) POR P K K N S ¡A ESPAÑOLA, ANÓNIMA M A D R I D FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC R E 1) A C C 0 N AlDMI NI! 3 T R ACÍ ON Y T AL L E RE S SERRANO, 61- MADRID EL LITERATO ECONOMISTA D OS excelentes y admirados amigos- -Juan Fuertes Velarde y Manuel Funes Rodríguez- -han tocado, en diferentes ocasiones, el tema de la literatura dedicada a los fines económicos, o de la economía vestida con galas literarias. Esto hace pensar que la economía, a medida que progresa, en andas de un progreso universal que cada vez se advierte, más firme y positivo, pierde también rápidamente su carácter hermético, su áspera insociabilidad para los no iniciados y va siendo ya un bien mostrenco al alcance de todos, a poca curiosidad que sientan por los problemas que aquella plantea. Esta sociabilidad de una ciencia que hasta muy poco tiempo- -el tiempo que ha tardado en abrirse paso la idea mundial del desarrollo económico y la planificación- -era una auténtica ciencia infusa huerto exclusivo de cultivo pretencioso para pedantes y elegidos se enlaza muy directamente con otras recientes afinidades. Por ejemplo, la señalada por mi querido amigo y colega M. Francis- Louis Closon, que fue director general del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia y que escribió un interesante libro titulado Un hombre nuevo: el ingeniero economista Pues bien, todo hace pensar que al lado del ingeniero- economista de Closon pueden ya marchar con paso firme los economistas literarios, o los literatos economistas de Fuertes Velarde o de Funes Robert. ¿Qué hechos se han producido, qué circunstancias se han dado para que por los verdes jardines del Edén y por los amplios caminos de la literatura puedan ya circular, como Pedro por su casa, los misteriosos y oscuros cultivadores de la ciencia económica de otro tiempo? Pues a mi modo de ver, el hecho fundamental ha sido la propia transformación de la ciencia económica, que ha pasado de ser una estricta teoría de burdos y groseros materialismos a una ciencia de brillante imaginación y verdadera fantasía. Se ha pasado, en efecto, de un liberalismo económico rígido, inviolable y fatal, a unas tremendas posibilidades de orientación y dirigismo económico. De la sucesión inapelable de los booms y de las crisis económicas- -representada desde la más remota antigüedad por los sueños faraónicos de las siete vacas flacas y las siete vacas gordas -a las r e c e s i o n e s con que se disimulan ahora los conatos de crisis y a las reactivaciones y relanzamientos con que ahora se conocen los cada vez más seguros períodos de recuperación económica. Es lógico que cuando en los problemas económicos de nuestros días jueguen tan importante papel las maravillosas fórmulas de la fantasía- -hoy es pura fantasía el crédito, la financiación, los presupuestos y hasta los planes de desarrollo- -la literatura reclame su puesto en el tejemaneje de estos brillantes resortes y luminosas palancas. De esta forma, no estamos muy seguros A de que se hayan conseguido sustanciosas didos cuando no debieran serlo, sin que conquistas en el factor económico de los falten tampoco los que astutamente buspueblos- -que a lo mejor se han conse- can una publicidad gratuita y se amparan en cualquier sutileza para que su guido- -pero desde luego de lo que sí estamos seguros es de que nos divertimos nombre, o sus actividades, alcancen resomás cuando intentamos navegar en los en nancia en forzadas polémicas o en obliotro tiempo procelosos mares de la es- gadas aclaraciones. En Inglaterra, en Francia, en Italia... peculación económica. De esta forma, de igual manera que la creación del nuevo en los pueblos más ilustres, con una gran ente de Closon denominado por este in- carga de experiencias sobre sus espaldas geniero- economista sirve de pararrayos y un refinamiento cultural de siglos, la gente soporta, con elegancia y serenidad, al político y al gobernante que se rodea los cosquilieos de los humoristas. Sobre de técnicos para asegurar y garantizar su todo los hombres públicos. Naturalmengestión gubernamental, el pueblo, la masa te cuando los darignara se pone en fila detrás de los lite- dosel panorama cambia lo personal e inno se detienen ante ratos economistas que no sólo le revelan timo, ante todo lo que es sagrado, o si algunos de los secretos de polichinela que las ironías envuelven injurias, o calumtienen muchas de las teorías económicas nias. Nuestros más agudos escritores y clásicas, sino que también le enseña a nuestros mejores caricaturistas no puereírse, con risa sana, de tantos tópicos y den apurar su ingenio, como los de otros exageraciones, vecinos de la superstición países, por culpa de absurdas suspicacias. con que hasta ahora eran tratados mu- Todavía siguen creyendo, muchos homchos de los problemas de la economía y bres importantes, que su prestigio quede las finanzas públicas. Hay que desna- dará deteriorado si el lápiz de un dibujante prolonga sus orejas o subraya cualrigar a puras pedradas literarias tantos ídolos y santones como han pontificado quiera de sus más inocentes manías; o si la pluma de un escritor descubre cualquier sobre la economía. paradoja en sus actitudes, o resume, en una frase feliz, el punto flaco de cualAntonio DE MIGUEL quier farragoso discurso. Están absolutamente equivocados. Sólo pueden temer esos lanzazos de los humoristas, los falsos prestigios. Quien haya alcanzado una sólida reputación, lejos de perderla ganará en popularidad. A todos nos cae en gracia el que sabe soportar, con buen ánimo, tales agresiones La Cierva no perdió un ápice de svs HORA que se habla tanto de alcan- prestigio de gobernante enérgico, por muzar niveles europeos no estaría de que se más que incluyésemos en nuestros cho la época empeñaran los caricaturistas de en con planes de desarrollo social- -en la más unos pantalones presentarle siempre que, a amplia acepción de este concepto- -un ca- por otra parte, no cuadros, prenda a De solía usar; ni pítulo destinado a promover un sentido Gaulle le preocupa gran cosa que se endel humor que nos haga menos ariscos y sañen con sus narices; ni a Fanfani que más comprensivos. A muchos españoles, bromeen con su corta talla; y lo único con responsabilidades rectoras o sin ellas, eme le molesta a un personaje inglés es todavía les producen verdaderos sarpulli- que se olviden de él en el Punch Hudos las caricaturas, las bromas o las iro- bo un presidente sudamericano que oblinías que, sin incidir en sus vidas privadas, gó a seguir publicando su caricatura a matizan aspectos de sus actuaciones pú- una revista cuando el director de la misblicas. Sarpullidos que a menudo levantan ma creyó que se estaba pasando de la abultadas ronchas. A otros los dedos se raya al darla todas las semanas en priles antojan huéspedes y se dan por alu- mera plana. El hombre que trabaja cara al público tiene que soportar estas servidumbres, pero, cuando se entrega abnegadamente al servicio del Estado, o de la nación, en lo económico, en lo cultural, en lo social puede estar seguro de que, ni el aplauso de sus contemporáneos, ni los laudes de los historiadores, le van a ser regateados porque alguien descubra que tiene orejas de simio o se encierre en su casa los martes y trece. El humorista, espuma de la civilización, sal de las culturas seculares, es un eficaz sistema para desaguar muchas represidas insatisfacciones. Algo que las leyes permiten, aunque exijan como contra- partida que la mesura y la responsabilidad frenen los ímpetus de las juguetonas musas que inspiran a los humoristas. SOBRE LOS PICAJOSOS MADRID, 2657802. BARCELONA, 2514223 VALENCIA, 272826 Ramón SIERRA

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