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ABC MADRID 12-01-1969 página 7
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ABC MADRID 12-01-1969 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página7
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U I? i EL L ser humano se afana. Lucha, trabaja, agota sus energías en una contienda a veces titánica. ¿Qué persigue? ¿Cuál es su norte en el largo camino de su existencia? ¿Sobrevivir a secas? ¿Durar tan solo, como decía aquel chusco? Reducir tan intrincada ecuación a tal primitiva tesis es como contemplar el problema a vista de pájaro. Quien más y quien menos, desde el fondo de su ser, lo qu 3 busca con su esfuerzo es, con la mano en el corazón, el éxito, el éxito pura, simple y sencillamente. Unos, como medio; otros, como fin. Pero todos aprietan los dientes y persiguen el triunfo con todas sus fuerzas. Lo importante es participar, decía el barón de Coubertin. Sí, lo importante es participar, pero lo mejor es ganar. Si quisiéramos definir el éxito en pocas palabras, muy pobre ayuda encontraríamos en el diccionario de la Real Academia: Éxito (del latín exitus, de exire, salir) fin o terminación de un negocio o dependencia. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc. Bien está que el éxito en los negocios abarca la mayor parcela del tema, pero resumir éste en términos exclusivamente crematísticos quitaría toda su grandeza a la reciente hazaña del Apolo 8 por poner un ejemplo de actualidad. El éxito coronó si viaje a la Luna da Bor. man, Lovell y Anders. ¿Por qué? Alguien dirá que porque fueron los primeros. Otros que porque todo salió bien. ¿Basta con estas afirmaciones? Evidentemente, no. No hay duda que ser el primero en algo es estar ya en el camino del éxito. Siempre y cuando el objetivo merezca el esfuerzo en términos de homo sapiens Hay quien baila durante cuatro días seguidos, o toca el piano durante una ssmana, o se está setenta y seis horas bajo una ducha en pos de un record ridículo. El ser el ÉXITO primero en detentar una marca de esta clase no califica, naturalmente, al individuo que lo consigue como un hombr ¡de éxito. A lo más se traduce en un rrinúsculo y pintoresco recuadro de emergancii en una plana incompleta de cualquier periódico. Luego existe el problema de las aptitudes de cada uno en la búsqueda del tan soñado éxito. Dentro de su exageración alguna razón tenía el médico de aquel chiste que daba ánimos a su tristísimo cliente, tras someterle a una larga serie de pruebas diciéndole: Albricias; usted no tienen ningún complejo da inferioridad... Lo que pasa es que es inferior. No hay duda que n la carrera por el triunfo algunos parten con v e n t a j a Familia, posición, inteligencia, suerte, desnivelan frecuentemente la balanza de las oportunidades. Una persona a quien yo estimo mucho me comente un día irónicamente, hablando de las de: enturas de un amigo común: El prob tema de Fulano es que el pobre no es consc ente de sus propias limitaciones. Quizás lal mamáxima de conocerse a sí mismo debería tener en el mundo de hoy una más cuidadosa puesta en práctica. Estas desventajas intelectuales con las que más a menudo de lo conveniente nos regala la ciega Naturaleza son marginadas por muchos con aquello da más val; ser cabeza de ratón que cola de león Katuralmente, que mejor que cola de leen es ser cabeza del rey de las fieras, pero la persona consciente de sus propias limitaciones regala su ego convirtiéndose modestamente en un simpático Mickey Mouse. Es una especie de están verdes ie la zorra de la fábula con el que muchas se conforman, la mayor parte de las veces muy a pesar suyo. En ocasiones el esfuerzo obvia el lastre de una menor intatgencia, pero en otras es tan desigual la contienda... Que la posición y las relaciones son llave de éxito tampoco habrá nadie que lo pueda negar. Razón tenía el gitano aquel que decía sentenciosamente: Yo no pido 4 a Dios que rns dé, sino que me ponga donde haiga Más ocasiones de éxitos financieros tendrá el hijo de un Rothschild, pongo por caso, que el de un analfabeto cargado de deudas. Y da pena, porque no siempre los méritos están de parte del primero. Pero es algo que tiene difícil remedio; siempre, por algo atávico, nos fiamos siempre más de nuestros iguales. Por último, la suerte es factor casi siempre decisivo del éxito. Las mil y una anécdotas de los descubrimientos trascendentales nos hablan de ello: la casualidad que puso a Flemming en el camino de la penicilina; la oportunidad de la manzana que cayó sobre la nariz de New ton; el azar por el que Becquerel guardó junto a una porción de uranio unas placas fotográficas. Cuentan que Napoleón cuando se le proponía que ascendiera a general a algún oficial que hubiera destacado en su carrera, preguntaba siempre al candidato: ¿Tenéis suerte? La valentía, la capacidad, la inteligencia quedaban en un segundo plano. El espaldarazo era solo una palabra: suerte. O buena estrella, que algunos nacen con ella y otros no la tienen en toda su vida. Y lo paradójico es que el triste derrotado en las cien batallas de la vida no sabe que sobreponerse a un éxito es mucho más difícil que. sobreponerse a un fracaso. En el fondo, si lo supiera, sería un pobre consuelo, porque estoy seguro que le gustaría hacer la prueba personalmente. Rafael DE GONGORA E

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