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ABC MADRID 12-01-1969 página 3
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ABC MADRID 12-01-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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K D I T A DO POR i R E N S A ESPAÑOLA, SOCIED, E) ANÓNIMA M A D R I D REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: 61 SERRANO, FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA SOBRE LOS GÉNEROS UTERARIOS flores... Se apoya, pues, en una nomenclatura que ya a comienzos de siglo, a ¿ES CREAR 0 PROCREAR? R E S U E L T A parece estar aquella cuestión polémica, tan bizantina como propia de una abolida perspectiva, que preocupó años atrás: la existencia o inexistencia de los géneros literarios. Sin necesidad de mayores precisiones, la respuesta afirmativa vendría dada por una simple comprobación: la infaltable inserción, previa al título, de un epíteto genérico definidor. De él no se privan ni aun las obras más aparentemente indefinibles. En los últimos años la adjunción de una partícula negativa- -antinovela, antiteatro, antipintura... lejos de ser una evasión hacia algo nuevo, resulta contrariamente el reconocimiento de una incapacidad inventiva. Y es que no se innova fundadamente en la terminología literaria, al revés que en la científica. Los términos unamunianos de nivola druma sonite no pasaron de ser cascaras que aún carecen de almendra. Por lo demás, vemos todos los días cómo aun los autores de presuntas narraciones más voluntariamente dsscosidas se cuidan mucho de calificarlas de novelas a modo de un estampillado que atraiga al lector y facilite la problemática circulación o legibilidad del producto. Del mismo modo, cualquier escritoi de renglones que no llenan enteramente la caja tipográfica tendría a deshonor- -por grande que sea su aversión a toda preceptiva- -no calificarlos como poemas (Obsérvese, por cierto, cuan arrinconada quedó hace muchos años su equivalente poesías este rótulo, en la intención de sus autores, debe entenderse probablemente como aplicable únicamente a fruslerías de aficionado, en tanto que el de poema implicaría algo mayúsculo y trascendental, una obra orgánica cual la Divina Comedia Salvo si se aspira a diluir cualquier expresión intelectual, imaginativa o de pensamiento, en una especie de magma inasible, con el aspecto de una efusión lírica o de una logorrea pseudorreflexiya, es innegable la perduración de los géneros. Lo que en modo alguno equivale a su petrificación, a seguir conteniendo siempre lo mismo, presos en las celdillas de Aristóteles. No olvidemos, además, qus su Retórica es sustancialmente dialéctica, arte suasoria, antes qus normativa de Belleza. Sucede, por otra parte, que ningún género vive a priori sólo se manifiestan- -escribía Croce- -cuando violan las leyes de los establecidos anteriormente es decir, acotemos que cada obra radicalmente nueva- -fenómeno muy excepcional, desde luego- -no tanto destruye un género, como crea otro. Este simple hecho socava las bases de la tesis que el mismo Croce, en su Estética pretendió establecer sobre la inanidad de los géneros literarios. ¿Cómo no se ha advertido aún la falsedad de los supuestos en que el filósofo napolitano quiso basarse? Por ejemplo, clasifica a los cuadros por su género temático: cuadros de costumbres, paisajes, retrato, de batallas, de animales, de tamente por géneros literarios ciertos temas radicales, irreductibles entre sí, verdaderas categorías estéticas Lo que puede interpretarse como una predominancia del contenido sobre el continente. Y, en efecto, ¿no es este último quien decide sustancialmente la estructura de cualquier obra literaria o artística? Al encararnos hoy con los géneros, lo que importa, empero, no es tanto señalar su permanencia como su constante ensanchamiento o metamorfosis, su polimorfismo, las nuevas vestiduras que adoptan. Sin duda, donde más claramente se advierte tal mutabilidad es el cambio de materiales que utilizan, según sucede en las artes plásticas, revelándose así más fluidas y maleables que las del verbo. A tal punto llega la intrusión de nuevos elementos en el lienzo o la tabla- -que y i no suelen ser tales y son reemplazados por otras materias antes insospechables- -que los términos pintura -o escrituri -devienen estrechos, y todavía no se ha encontrado un calificativo para designar estas variantes del arte -obsérvense los entrecomillados dubitativos. ¿Dónde está el por qué de tal desnaturalización técnica que otros verán como superación? En contraste con las artes del espacio, las del tiempo- -las literarias en general- -son y habrán de ser siempre más conservadoras en la forma, pues la palabra inlinita posee límites finitos. Se hallan exentas de! a esclavitud representada por el parecido natural o antropomórfico, ya que- -pese a sus mutaciones formales- -np podrán dejar de ser nunca recognoscibles. El espectador muy adiestrado está en condiciones de ver impávido- -hasta complacido- -kilómetros de pintura que no le digan nada tratando de adivinar en esa misma inefabilidad valores formales más ocultos. Pero contrariamente, ni aun el lector más evolucionado soportad ¡más allá de una docena de páginas donde todo se le oculte, sin que en las rendijas det vocabulario supremamente desordenado atisbe un claro de luz, la posibilidad de incluir esa maraña en el casillero de un género. Guillermo DE TOKRE J AMAS el hombre padeció como ahora el drama de su inestabilidad en el mundo, en razón de dos problemas unidos: el desnivel e n t r e el progreso científico y el moral; y el desenfreno de la cifra humana, que aumenta el desajuste entre las exigencias de la sociedad y los derechos de la persona. Poblar la Tierra debe ser ocuparla racionalmente, y por lo tanto con una den- f sidad y conducta que no comprometan el orden de los elementos y las especies naturales. Pero si el solo paso que media entre la generación actual y la que brota ya duplica nuestra cantidad, ¿no es ocasión para la pregunta de si la función del hombre es, principalmente, crear o procrear? Decidir por la multiplicación significa olvidar que las masas más prolíferas resultan ser las más necesitadas, menos instruidas e incapaces de justificar su crecimiento, tan dramático, que resultan insuficientes y h a s t a imposibles cuantas empresas sociales y educativas procuren refrenar la incontinencia, g. ue a todo sobrepuja y precipita con la matemática frialdad del alud. Y de súbito, una comprobación orientadora: mientras que las funciones de la planta y el animal culminan en la procreación, el hombre demuestra ser el único con calidad de sujeto para conducir y aún sublimar sus propios Impulsos, asumir el gobierno de las demás especies, la administración de los materiales del planeta y las energías del cosmos. Nos em- 4 puja la disyuntiva: o aplicamos sobre nosotros mismos los recursos que nos permiten regir las demás especies, las fuerzas y los materiales del globo, o afrontamos la probabilidad de que nos falte, más que alimento, sitio dónde y cómo justificar la vida. Pero lo que aquí deseamos destacar es el destino humano. No hay duda que lo mayor y más efectivo de nuestros poderes y facultades como obreros, científicos, artesanos, técnicos o artistas, se halla en las posibilidades ascendentes por la calidad de las obras. Y hasta el fruto del amor, el hijo, ha de ser obra, y obra suma, evaluada no en cifras sino en valores capaces da sostener y todavía superar el genio de nuestra estirpe. Para resolver la cuestión procuremos definir sus términos. Procrear es hecho fisiológico e instintivo, y su consecuencia es la simple multiplicación de la especie. Crear es misión plena, consciente y voluntaria, de p e n s a miento y sentimiento, de justificación y responsabilidad, desde los propósitos a ¡os efectivos resultados. Lo dicho parecería suficiente para de cidir nuestra c o n d u c t a No obstante, ¡cuánto nos falta para llegar, con hechos, a la comprobación, sin exclusiones, de que el máximo signo de la sociedau humana es su exponente de creación! Edgardo Ubaldo GENTA MADRID. 2657802. BARCELONA. 2 S 14: VALENCIA. 272826

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