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ABC MADRID 11-01-1969 página 81
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ABC MADRID 11-01-1969 página 81

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página81
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LOS AÑOS LOCOS con sus pretendientes del barrio. No quiere hacer cine. No quiere cantar. No es ambiciosa. No le gusta salir a cenar con usted, mi querido joven y admirado lector. Porque tiene un solo interés en la vida, una fuerte afición hacia una profesión determinada que le impide ver las ventajas de las otras cosas por muy en bandeja de Aplata que se las presenten. Lo único que le interesa en el mundo es peinar señores, porque además de ser una belleza es una artista, y los más afamados cantales ye- yé de la ciudad no dudan en poner sus preciosos cabellos en manos de la hermosa: -Si yo fuese tú me daría unas mechas en lo alto para que brillen bajo los reflectores... -A tu susto, Lynn, guapa. -Pero hijo, si estás lleno de caspa; voy a ponerte ahora mismo un baño de crema... -Como quieras. Lynn, encanto. Los caballeros que se ganan hoy día la vida pegando gritos armoniosos, tocando la guitarra, pintando, o haciendo papelitos en films de gran espectáculo, tienen que cuidarse el cabello aún más que las mujeres. Las melenas de Los Beatles son más célebres ahora de lo que fueron nunca las de Greta Garbo, Carole Lombard o Brigitte Bardot. Han hecho correr bastante más tinta que el fabuloso cabello de la emperatriz Isabel de Austria y necesitan más mimos que las plateadas cascadas de pelo que estaban de moda en los viejos tiempos del cine mudo. Y pobre del chico ambicioso cuyo cabello empieza a clarear en la coronilla por mucho talento que tenga: -Sálvame, Lynn. Mi porvenir está en tus manos, y el de mi novia, y el de mis padres, y el de los hijos que tendremos algún día... -A ver si con este nuevo producto que me han recomendado tanto... Lucharon duramente las sufragistas inglesas para intentar promocionar a la mujer. No me parece que consiguieran demasiado las pobres señoras con sus ridículos sombreros y sus pancartas, aparte de car- garse la Venus de Velázquez y de ser consideradas locas por toda la Humanidad, pero lo que ellas, infelices, iniciaron tontamente, la moderna civilización lo p; a llevado a cabo. Ahora las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres. Pueden ser médicos, ingenieros, arquitectos, jefes de empresa, ministros y todo lo que se propongan de verdad si tienen arianque y capacidad para ello. Pueden sobre todo ser dueñas de su destino, casarse o no casarse, tener un empleo, un oficio, una carrera, una actividad, elegir. Entonces ¿porqué diablos no ha de ser peluquera de hombres la guapa Lynn de California si ese es su gusto? Extraño gusto, de acuerdo. Pero también hay hombres que son sepultureros pudiendo ser labradores; niños guapos, listos y con- posibles que se casan enamoradísimos de. mujeres horrorosas; jóvenes destinados desde que nacen, con alegría por su parte, a picadores de toros; señoritas que prefieren morirse de hambre a trabajar, y caballeros elegantes cuya única ocupación y placer consiste en matar animales escopeta al hombro. Si nos dieron a las mujeres, con mucho ruido, con mucho trabajo, tras de mucho grito y de mucha discusión el derecho a elegir, es para que cada una rlija lo que la dé la gana. ¡Faltaría otra cosa. Adelante- pues, preciosa Lynn, con tus tijeras, tu ¡frasco, tu sonrisa y tu- peine cardador: -r- Siéntese un momentito que ahora mismo le atiendo. Ya sabe, mi querido, joven y admirado lector: no sé sus señas, pero sí donde trabaja. Madrid, Nueva York, Los Angeles, y allí, a la derecha, cruzando la cal e, subiendo a Beverly Hills, en la más lujosa peluquería de caballeros, la tiene usted. Pero yo no mé: molestaría, es un viaje caro y no va a conseguir naJda. Nada, de nada, de nada. Se lo digo yo. Begoña GARCIA- DIEGO

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