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ABC MADRID 10-01-1969 página 9
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ABC MADRID 10-01-1969 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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lo tocante a nuestro trabajo, si debemos, cueste lo que cueste, dar media vuelta en lo referente al ocio. Como los automóviles, provistos de cambio de velocidades, tendríamos nosotros así dos ritmos de tiempo: el ritmo rápido para el trabajo y la relaciones sociales, y el ritmo lento para nuestros ocios y nuestro trato intimo. Los atletas, esos virtuosos de la organización del tiempo, nos dan el ejemplo. En descanso, son la viva imagen ds la nonchalance En la acción, se concentran y, de repente, hacen explotar sus fuerzas en sus puños o en sus piernas. En descanso, ¡sumámonos nosotros en una sima de lentitud! Leamos libros que obliguen al pensamiento a ir al paso, a ahondar, a ensimismarse. Para dormirse, por la noche, muchos contemporáneos nuestros han de tomar tranquilizantes. Un buen libro es el más eficaz de los tranquilizantes: aquel que enriquece. No quiero insinuar malévolamente que duerme. O, mejor dicho, si: duerme las vanas agitaciones, los sobresaltos de la fiebre del día. Pero despierta, en cambio, el pensamiento profundo. La cultura física nos equilibrará, nos desintoxicará. Cuidemos nuestro jardín: ¡cavemos, escardemos, binemos, podemos, injertemos, escamondemos, reguemos! Establezcamos de nuevo el contacto con la tierra, con las estaciones, con las plantas y las flores. Al mismo tiempo, realizaremos ejercicios de que el automóvil nos priva, transformándonos en tullidos. ¡Hagamos labores con nuestras manos! Imitemos los gestos apacibles de los artesanos de otrora que labraban la madera y los metales con la misma lentitud con que el mar modela las rocas. Reparemos nuestros muebles, construyamos otros, cambiemos los enchufes defectuosos, aseguremos un hermetismo perfecto a nuestros grifos, esos incorregibles derrotistas. Paseémonos despacio, recordando que nuestros pies se hicieron para andar y no para permanecer inactivos bajo él asiento del automóvil, cual herramientas inservibles. Deambulemos por los barrios antiguos de las ciudades en busca del pasado. Por esos barrios ricos en evocación en los que se empieza a prohibir el acceso a los automovilistas. Entremos también en contacto con el pasado en nuestras propias moradas. Tratemos de vivir en una casa antigua. Y hagamos que reme dentro de ella el más audaz confort moderno. ¡Que nuestra calefacción central sea la más eficaz y la más sensible! ¡Que nuestro cuarto de baño ofrezca todos los refinamientos acuáticos? Pero saquemos provecho de las ondas de lentitud depositadas entre esas paredes por los siglos y que emanan de los muebles antiguos. El pasado nos cita, asimismo, en los museos. Visitémoslos asiduamente, como balneario al que iríamos a menudo para regenerarnos. Los cuadros, las estatuas, los objetos preciosos que contienen reconstituyen en nosotros la paciencia y las impulsiones vitales que los suscitaron. Nos proporcionan nuevas fuerzas. ¡Que nuestras esposas no acaben siendo simples abrelatas! Que nos hagan beneficiar, con la mayor frecuencia posible, de las excelencias de la verdadera cocina, fruto del matrimonio de los productos de la tierra y del fuego. ¡Cesemos, de vez en cuando, de embrutecernos ante la televisión! Charlemos con nuestra esposa, con nuestros hijos. Demos rienda suelta a nuestro espíritu por los meandros de la conversación. Hoy en día sólo se dejan subsistir los sentimientos extremos: la violencia, la náusea, la risa mecánica. Reconciliémonos con los sentimientos medios: la ternura, la delicadeza, la nostalgia, el ensueño. liémelancolía, la sonrisa. En fin, por la noche, antes de dormirnos, evoquemos visiones agradables y recuerdos felices. Asi lograremos, tal vez, hacer habitable el siglo XX. Paul GÜTH

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