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ABC MADRID 17-11-1966 página 3
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ABC MADRID 17-11-1966 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO EDITADO POR PRENSA M A D ESPAÑOLA, R I D SOCIEDAD ANÓNIMA REDACCI 0 N, A D MIN I STRA CION Y TALLERES: 61 SE R R ANO, FUNDADO CN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DC TENA E N una estrofa de Martín Fierro, ese poema p o r donde anda el alma argentina coma duende que no tiene a quien dar su queja dice José Hernández que Djos creé al que huye de la sociedad, pelea en su nombre, sin darse cuenta, contra el indio y blanco y al negro sin ninguna declararegresa al orden civil cuando la pampa ción de preferencias y que a todos distribuyó dolores por igual mas también se estabiliza. Don Segundo Sombra es hizo la luz- -pa distinguir los colores lo que queda sin domar. Jorge Luis BorPues toda la Argentina está, entonces, en ges es la enorme llanura prohibida, angustiosamente tomada en consideración esa distinción De color el cielo, de color el agua, de color la tierra, de color metafísica. la vida. Así es fácil mirar. Es fácil maEste ser argentino es, por lo pronto, rearse con la húmeda transparencia de todo lo contrario de un personaje inmulos glaciares andinos, la seda fría de las table. Hay a veces por el mundo un fiestepas, el sol caliente de los olivares, los gurón argentino, de dudoso gusto y dupálidas grises de la alta puna el oro dosa moral, que a ratos ya viento en popa de los viñedos, la floresta plateada, el y a ratos se desmorona desde las alturas dorado vellón de las ovejas, el blanco al- de su empaque vanidoso. Son los restos godonal eatamarqueño, la vastedad ceni- de algunas malas cristalizaciones. La concienta de las aglomeraciones urbanas, el dición afirmativa del argentino es de raíz azul inmenso de la mar Dulce el aza- muy contraria. Yo lo veo siempre, sea cual bache de los caballos, el rojo vivo de los sea su posición, rico o pobre, labrador rosales y hasta el coral de los amaneceres o intelectual, como un pampero que cay el malva dorado de los crepúsculos. La balga contra el viento: el cuerpo erguiArgentina marea. La Argentina: todos los do, atirantado por un resorte de acero; colores de la creación pintando una tie- los ojos como dos balas lanzadas a una rra donde los primeros navegantes vieron pelea; las manos proyectadas hacia adea la plata crecer como las plantas y lante, gravitando sobre el mundo, con la sobre ella, un ser humano efervescente dinámica de un par de alfanjes. Su orque canta por no llorar sufre por la den de valores está clavado para toda la mujer, el amigo, la libertad o la injusti- eternidad. Son almas vigorizadas por la cia, y se calma después, en la diaria bre- espléndida tensión de unos cuerpos emga, como en una formidable cura exis- prendedores. Helos, con nada, vagando tendal. por el mundo, con el ánimo dispuesto a y edificar, pero ¡Cuidado con los resúmenes! Argentina destruirtorno su casa- ideal, llevando siemlistos para dees la llanura infinita, la montaña melan- pre n y defenderse en cualquier bélico cólica, el desierto árido, la playa íntima, fenderla curiosos de ia vida ajena y disel hervor selvático, el cielo de muchos pá- acaecer, emergencia, a voljaros y el agua de muchos peces. Argen- puestos, a la primera como a una horma. tina son los campos empapados de puro ver a la propia casa Esa es otra. Hay pocos pueblos, en la rocío donde pasta un rango de rebaños que cada día levantan un nuevo reducto actualidad, con tamaña índole migratocontra ei hambre. Argentina es la meseta ria. No me refiero sólo a la trémula sed patagónica de los campos de oro, la es- viajera de los argentinos. Es algo más pontaneidad bellísima de la botánica de radical. La. perspicacia, la curiosidad ante los parques andinos, el imperio de los cualquier síntoma- -en cualquier lugar, a lagos lagos y los glaciares, las simas y cualquier distancia- -que anuncie o- prolos torrentes, los arrayanes, las truchas, yecte la incorporación de una nueva forlos pinos y los salmones. Argentina son ma de vitalidad creciente- -en las artes, los valles del algarrobo, el olivo, las man- en las ciencias, en la industria o en el cozanas y los melocotoneros. Los valles blan- mercio- -moviliza fulminantemente a tos cos y verdes de Mendoza y San Juan, argentinos. Nada puede sonar ni resonar donde los álamos se alinean envolviendo en el mundo sin que ellos se dispongan a las sensitivas venas de tos viñedos; los ser, al menos, vibrátiles espectadores. La prados alteradas por los verdes cactus del capacidad emocional del ser argentino- pa arrope y los telares de la lana de vi- rece, y es, una forma muy aguda del estucuña; los caminos trepadores de los arrie- pendo y reconfortable lujo intelectual y ros por los que huyen los guanacos, revo- sensorial de un pueblo que ama, entiende lotean los cóndores, se extravían los hom- y respeta todas las jerarquías y aptitubres, y revientan los amarillos puros, los des, todas las noblezas y facultades, todos rojos puros, los azules puros de una enér- los esfuerzos, todas las ideologías y todos los valores. gica geográfica de avanzada. Esta rica condición del alma argentina ¿Y el ser argentino? Pedro de Mendoza fundó Santa María no actúa, simplemente, modificando la nadel Buen Aire en 1536 y se retiró después tural agresividad con que se ejerce la abandonando setenta y seis caballos lu- vida en una aglomeración urbana del injuriosos, que son los puros generadores creíble tamaño de Buenos Aires. El criode la actual innumerable cabana. Juan llismo -y la gauchada son embriaguede Garay, en 1580, fundó otra vez la ciu- ces convenidas, suaves líneas curvas del dad, poco después de los asentamientos espíritu que matizan la empequeñecedora vida de enjambre de la ciudad. No. La de Tucumán, Córdoba, Salta, Jujuy. Mendoza y San Juan. Mezcla, pues, de la san- mayor utilidad sentimental del amor argre hispana- -celta, goda, vasca, romana, gentino a tos senderos de la inteligencia árabe y judía- -con la india; mezcla en reside en la creación, de un aura, una ebullición sobre la que cae, cada día, un penumbra que envuelve a cualquier géchorro invasor de inmigrantes franceses, nero de actividad, adherida a cualquier italianos, alemanes, rusos, sirios, japone- señero de trabajo y que permite al ser ses, griegos, libaneses, negros, amarillos, humano, al más. presuroso, al más hublancos, gentes de corazón angosto, gen- milde y maltraído, al más adusto, al más tes de nobles facultades, altos, bajos, atre- miserable, cultivar las ilusiones más finas vidos y cobardes, el ser argentino es de so yo los tesoros menos pétreos de una de las más altas expresiones de inte- su fantasía; zona en calma, donde el ser gridad del mundo americano que por un de actividad más ruda puede ampararse lado lo quiere todo, romántica y turbu- bajo un saludable arco espiritual y dejar lentamente, mientras por otro aprende a de picar piedra i ara atender a un conhundirse en un reino propio y excluyen- cierto de música de cámara. Tamaña dimensión placentera de la te cuyo misterio provoca, a veces, cierto malestar social. La saudade argentina vida deportiva, cultural o artística es muy- Aquí me pongo a cantar- -al compás- bonaerense. Acostumbrados a la inmenside mi vigüela -es una forma subterrá- dad de la urbe, del agua y de la tierra, nea de 1 ufanía nacional. Martín Herró, los argentinos reclaman dosis inverosími ARGENTIN A les de música, pintura, literatura o televisión. La ciudad está alerta a cualquier reverberación cultural. La curiosidad de sos minorías tiene una prometedora tirantez, que se ensancha con la misma lógica que un paisaje pampero. Las gentes e s t á n siempre, graciosamente, delicadamente, esperando a Bach o a Velázquez, con una rodilla hincada en tierra y el corazón mudo, atento al golpe de arco magistral. Ciudad expectante todavía, crecida hasta ser la agrupación máxima de la lengua castellana, que, insatisfecha, mantiene aún la porosidad de hace cien años, cuando el pequeño cosmos de la indiada y ia menuda tropilla de los conquistadores se impuso una Idea del Es- 9 tado, la convivencia y el amor, que han llevado la pura materia geográfica inicial a la espléndida realidad contemporánea. Pues no les basta. Los argentinos no se satisfacen con la belleza natural ni aun con la ventura económica. La- sobreexcitación por la actividad propia, el colosal entusiasmo ante la obra personal, el juicio de valor hipertrófico, la famosa prepotencia e incluso la fanfarronería pueden ser grandes heterodoxias para la cartilla del buen comportamiento en sociedad, pero encierran tanto ímpetu ideológico y material que hacen al país y a sus gentes dar, sobre la vida, espléndidos saltos independientes, como si cada ciudadano estuviese esperando al fin de la jornada a un Hornero relator de sus pasmosas hazañas. Cuando tantas gentes del mundo cifran su- ideal en vivir una vida Ae infusorios, parece sobremanera saludable este lirismo existencial, este enorme apetito del ser argentino, dispuesto a vivir íntegramente, con talento y audacia, todo el re- pertorio de proposiciones que le rodean. Dispuesto a ser, a la vez, el mejor escritor, el mejor estanciero y el mejor amante. Hay pueblos donde la única forma de diálogo es la compraventa. Las relaciones humanas son fugaces, irregulares, casi solapadas. Los- contactos son meramente contractuales y. después que un ademán mí- nimo perfecciona el negocio, la especie zoológica se satisface tras un reducidogesto cortés. En Argentina, en cambio, tierra de gentes melancólicas, la presión afectiva mira esas relaciones un poco de abajo a arriba, busca los ojos del interlocutor y esconde en la perspectiva psicológica de la amistad algo como una relación fraternal. Esto se debe a la versátil condición social- del poblamiento. La buena rutina y buen compás con que el hijo del emigrante continúa instalando comercio en Buenos Aires, el nieto prepara una licenciatura y la tercera generación es ya dueña indefectible de una factoría, la seguridad del éxito final confiere a las gentes argentinas, junto a su condición idealizante, una voluntad muy alerta, muy crítica, muy dispuesta a girar en redondo, con un estremecimiento de placer, y a buscarle a la vida una salida diferente. Esto hace ite la realidad- argentina algo bastante sugestivo, sustancial y sensible. El país interpela al hombre constantemente y le salva así de la terrible inercia cotidiana. ¡Eh, vosotros, a inventar! Este apetito de grandeza, este frenético querer ser cada día más, cada día más, cada día más, es la condición objetiva mayor del éxito de los grandes pueblos. Nada malo hay en exigirle al ideal que movilice todas las corrientes, todos los remolinos, todas las fuerzas del ser humano La prueba: ahí está la Argentina, esa tierra hermosa, fulminantemente Incrustada entre los grandes países, cuyo ideal de vida reside. en lanzarse hacia, el futuro, galopar hacia el mañana, con cada uno de sus hombres y mujeres convertido en un jinete de enloquecida y porfiada espuela. Enrique LLOVET

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