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ABC MADRID 03-11-1965 página 51
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ABC MADRID 03-11-1965 página 51

  • EdiciónABC, MADRID
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CANDELARIO ñas o burgalesas, de los campos alcarreños o salmantinos, de las pequeñas villas leonesas o manchegas. Este año, sin embargo, por la serena humildad y fortaleza de las tierras centrales, mas que con San Juan de la Cruz o con el don Antonio Machado adusto de los versos serenos! haciendo quiebros por el pedregal, fuimos a tropezamos con el epicúreo Arcipreste y el goloso Baltazar de Alcázar. Siendo todavía agosto, ya no se paraba de frió en los Cuatro Postes abulenses, y seguimos carretera adelante hasta el Barco de los fríjoles tiernos y enjundiosos, para acabar en la Bajar de los telares y en el Candelario de El choricero de Ramón Bayeu. Candelario absorbió por entero nuestro primer fin de semana purificador y que San Juan y don Antonio nos perdonen, aunque- -pese a lo que pudiera parecer por el título de este artículo- -tampoco hubo ocasión de pecado grave, como se verá. Lo hubo, eso si, en cuanto al desconocimiento que de España tenemos los propios españoles, y eso que uno cree ser de los inquietos y asendereados. En honor a la verdad, hemos de confesar que, en cierta manera, fuimos a Béjar por lana y salimos trasquilados. Quiero decir que a sólo cuatro o cinco kilómetros de la ciudad de los paños, un pueblecito escondido y casi ignorado- -ignorado por mí, repito- me dio unos cuantos tijeretazos en los bordes del alma, dejándomela marcada para mucho tiempo. El descubrimiento se lo debo a un amable librero bejarano, déí que siento no recordar en este momento ni su nombre ni sus señas. Más que asentado, Candelario parece estar resbalando sobre la montaña. En constante y acentuadísima pendiente desde las primeras 1 a las últimas casas, desde la maravilla del Humilladero- -ese asombroso conjunto de plaza, crucero y viviendas qua no sabría concebir el más exigente de los stetas- -hasta el puente de arriba, por suyo ojo y en todas las épocas del año van entrando en vereda los abundosos regalos que hacen a Candelario los permanentes neveros del Calvitéro: aguas cristalinas que recorren de arriba abajo el pueblo, dando a, sus calles, día y noche, viva compaña de acequias y regueros. No está hecho Candelario, por tanto, para corazones desfallecientes. Ni para aventuras de desorientación por confusas nominaciones callejeras. Porque, pese a su pequenez, toda la villa aparece ordenada por manzanas, con un rigor ciertamente desusado en ciudades y burgos de nuestra geografía. Un rigor casi miniaturesco. Así, por ejemplo, el viajero se ha tropezado, mediada la calle Mayor, con una manzana tan diminuta- -no más de una decena de metros cuadrados- -que posiblemente no las halla iguales sino en Liliput. Manzana con sus cuatro calles preceptivas y que mis dos hijos se han puesto a rodear en pura carrera y alborozo. Villa de topografía jugando a lo vertícal, el poso arremansado de su historia también parece ser de fondo lejano y profundo. De tiempos de la dominación romana datan las primeras noticias que de Candelario se tienen. Cuartel general de Viriato, se la denominaba por entonces Lu 6o nia. Nobles candelarios aparecen enrolalados en las mesnadas del señor de Béjar en la renombrada coyuntura bélica de las Navas de Tolosa y, posteriormente en la del Salado. Durante la guerra de la Independencia, muchos hijos de la villa formaron en las valerosas guerrillas de lanceros salmantinos que mandaba Julián Sánchez... Pero con ser claro el valor e hidalguía de sus hijos, Candelario tiene puesto de privilegio sobre todo en la historia del buen yantar de los españoles. Sus casi universales títulos y reconocimientos los debe a la industria chacinera. Como a un heraldo de la buena pitanza, los puentes de los castillos nobles y las cancelas de los El choricero José Rico, de Candelario, cartón para tapiz, de Ramón Bayeu. existente en el Museo del Prado. (Foto R. Vernacol.

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