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ABC MADRID 28-12-1961 página 61
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  • EdiciónABC, MADRID
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A E C- J U E V E S 28 DE DICIEMBRE DE 3961. EDICIÓN DE LA MAÑANA. PAG. Gl derla y rodearla de medicinas y halagos, sí, pero sin menoscabo de nuestro ser natural, sin convertirnos por eso en los Ma ¡anda el mundo cuando la Huma- roñaría, comprendo que puedo hablar temblorosos enfermeros de nuestra debinidad da en preocuparse por la dieta. desde una altura que no le es dada a lidad. Yo creo que les médicos son necesa- todos los mortales, precisamente porque Toda enfermedad que aspire al título rios, pero- -entendámonos- -los módicos no se sienten tan mortales como son. Así, de tal debe contar con un mínimum psípuedo decir alegremente, con la sereni- quico, sin el cual el hombre enfermo es para enfermos; no ios médicos para sanos, cuya úráca misión es la de hacer ásá común a los enfermos de algo: Nos- sólo un animal enfermo. El secreto reinaguantable la vida a Jos hombres me- ciroS los ¡ue estamos tan cerca de la side en la dosificación de uno y otro elediante la predicación de ios modernos eternidad o Yo soy yo y mis coro- mento, en el sabio equilibrio entre lo fínarias o- -si mi interlocutor es un lo- sico y lo psíquico, para lograr lo que dofrrsa higiénicos. Está bien que el hombre se cuide, pero pista- A mis coronarias voy, de mis podríamos llamar angelizar el mal a condición de cue previamente se asus- coronarias vengo, que para vivir conmi- vale decir, otorgar al enfermo una cierta te: de que antes de dejar el tabaco, por go me bastan rnis pensamientos conciencia de ángel malucho quizá de Sentirse enfermo es un privilegio: una ángel con mala crianza en las alas fcjempio. haya tenido su buena angina pectoris y eso mientras el susto le superioridad que tenemos sobre nuestros acaso- ¿por qué no? con ictericia de dure. Lo terrible- -lo inmoral, diría- -es semejantes, a quienes estamos autoriza- eternidad cue se cuide sin necesidad, o sea, fuera dos para mirar desde el sitial de nuestro No es el abandono, no es la desespede la oportunidad y la medida en que fuero, de nuestro derecho, de nuestra res- ración, no es el entregarse a la idea e petabilidad de enfermos. Porque estar en- la muerte por lo que la entrega pueda Dios le manda cuidarse Yo he conocido hombres jóvenes que, fermo nc es ser la víctima de un mal: tener de suicidio involuntario, no es el a fuerza de ocuparse de su s- lud, a les es tener a nuestro cargo una enfermedad, que Dios se las arregle Ni es una veinte años eran vieios: viejos por den- una pequeña huérfana, una desvalida protesta, ni es una dejación. Es más tro, que es la única vejez ciertamente la- criatura a quien debemos cuidar. Porque bien, un dejo. Ni es un pavor ni nad mentable; viejos de su propio yo. inca- no es Í nosotros a quienes debemos aten- que se nos caiga encima. Es más bien, paces de correrse la aventura de una der, sino a nuestra enfermedad. Es a algo que nos lleva hacia adelante. AWo tortilla de seis huevos y una botella del eila a quien debemos atender y rodearla que nos permite repetir, sin tacha y sin de medicinas y de halagos, para que no miedo- -al menos sin excesivo miedo- Sibeiro por herror a ese nuevo pecado capital que se llama la colesterina, crea- se nos escape de entre las manos, para aquel esperanzado Hágase Tu voluntad do por los médicos cuando los hombres quí no nos deje de mala manera, libra- así en la Tierra como en el Cielo -sea per falta de imaginación, sea por dos a las vulgaridades de la salud. Aten- Ignacio B. ANZOATEGUI. razones de economía- -cayeron en la excentricidad de dejar mal a Dios suprimiendo por propia decisión el pecado de ía gula. ÍNTERNATIONAL STANDARD OF EXCELLENCE Grandes tiempos eran aquellos etique las gentes, atentas antes a la austeridad del f! aa que a la del cuerpo, alababan al Supremo Dador engulléndose terneras rellenas de gallinas, perdices, becades y avutardas: tiempos: aquellos de iocundas comilonas remotamente amenazadas de Ota, pero tiempos también en que la gota del futuro servía- -horizontal 3 a pierna entorna- -entre ayes y dolamas, para ofrecérsela a Dios en anticipo de la deuda del Purgatorio; tiempos en que el comer y el beber eren, si no un pretexto, un motivo para agradecer a Dios los beneficios recibidos, porcue a Dios le halagaba eso de ser el Gran Anfitrión: tiempos y años en que el problema ce la salvación eterna- -el ¿e la? alud del alma- -era bastante más actual que el ce la tsobrecita y perecedera salud del cuerpo. Alguien ha dicho que la salud es apreciada sólo cuando se la pierde. Esto no pasa de ser una simple comprobación: un nuevo documento de la realidad; de ninguna mansrj una advertencia, ni ur a admonición dirigida al posible pródigo de su salud. Documento y nacía rnás que documento; comprobación, por ejemplo, de que. alcanzada cierta edad, las coronaras empiezan a 1 hacer da lr. s suyas. Ha llegado la hora de que empiece a hablar da las nras, para hablar con un peco de autorrdid. o, nejo 1 dicho, con vn poco de particular emoción, que esio único 1 cue autoriza el escritor a escribir: porque todo io que no es autobiográfico- -desde la poesía lírica hacta la crónica- -es falso y como de presindo. No sé si alcancé a asustarme cuando s, padecí mi primer ataque de igustia- -un rnoníaplaíos ¿e angustia que ascendía desde! a boca deí estómago hasta el escote de is garganta- Probablemente, sí; pero no demasicoo: estrictamente lo suficiente para pedirle a rr. i medico que me escuchara ep confesión, aunque sin excesivo prc j 5 ¿iio de z mienJa. Porque, a n i asustado ti hombre d; be ticíeisder su autoridad y ¿r ir -i í í: a caerías priva- j ciernes imprepivv r. ii coíid: cirr ¿o ser r racional y naturalmente tentado a la práctica de todas las actividades lícitas. j Dueño, por fin, de- mi deficiencia co-

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