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ABC MADRID 01-11-1961 página 17
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ABC MADRID 01-11-1961 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página17
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LA TUMBA DE QUIEN FUE CASI UN REY El sapulcro de Fernando Muñoz i Altar mayor del santuario. Al pie la entrada a la cripta, donde reposan los restos de Fernando Muñoz. C UANDO al cruzar la campiña por los inmensidad por esas otras provincias, total caminos que rompen surcos y lon- y absolutamente manchetas, como Toledo, gueras divisamos los cementerios Ciudad Real y Albacete. En esa ermita que campesinos, nunca nos sentimos sobreco- la tradición une a una bella historia progidos por la idea de la muerte. El Campo- tagonizada por Recaredo, rey que donó la santo, que dicen los labradores, es un cer- imagen de María que él ¡llevaba sujeta al cado minúsculo, no mayor que un huerto arzón de su cabalgadurav un sepulcro reen la vega, en donde! as cruces y las lápi- cuerda el amor que se profesaron la reinadas se inundan por el verdor de rosales doña María Cristina de Borbón y el guarque en primavera dan flores amarillas y dia de corps Fernando Muñoz Sánchez. que contrastan vivamente con el rojo vio- Mientras vivieron, doña María Cristina lento ofrecido por la flor del ababol que pudo imponer su voluntad y vivir unida en crece en el cementerio, igual que en los matrimonio al hombre que amaba y a quien lomos de las tierras sembradas de trigo. elevó desde simple guardia de corps a teNo, no nos da una idea sobrecogedora de niente general de los Ejércitos. Sin embarla muerte el humilde camposanto, ni si- go, después de muerta, no pudo unir sus quiera cuando, conwahora, ya no tiene ro- restos a los del taranconero Fernando Musas el rosal, aunque si hojas que alternan ñoz, que, enamorado de su tierra, mandó el calor verde on el amarillo, Junto a esa construir expresamente en la bóveda del especie de pequeños globos rojos dejados lado de la epístola en la ermita de Riánpor las flores al deshojarse en los tallos es- sares, el sepulcro que deseaba para cuando pinosos del rosal. Yo creo que el cemente- le llegase la muerte. Así, cuando murió el rio campesino invita a reflexionar sobre la lil de septiembre de 1876 en una casa de eternidad, que se nos antoja más próxima campo de Saint- Adresse, cerca del Havre, y más fácil de conseguir si contemplamos sus restos fueron trasladados a la ermita aquel pequeño recinto que viene a ser co- levantada en la llanura manchega y junto mo su terrena y última antesala. Pero no son únicamente los cementerios donde la muerte fue dejando, en el transcurso de los añost el recuerdo y los nombres de gentes que tuvieron fama en la vida, que gozaron del poder y de la riqueza, hasta que por fin sus cuerpos vinieron a quedar sepultados en el cementerio del pueblo donde habían nacido, en alguna capilla de la iglesia parroquial o en el interior de aquellas ermitas levantadas para canalizar la devoción y el culto a una imagen que la tradición dio como aparecida en algún lugar próximo al pueblo. Y si el cementerio no causa en nosotros esa impresión sobrecogedora, pese a la soledad de los campos, mucho menos nos la produce la contemplación de un enterramiento en cualquier ermita manchega. No hace mucho meditaba sobre todo esto admirando la de Nuestra Señora la Virgen de Riánsares, en las proximidades de Tarancón. Muchas veces había contempla. do su silueta, porque destaca poderosamente en lo alto de su peana de tierra sobre la llanura que desde Tarancón parte para irse ensanchando y adquiriendo perfiles de Ermita de Hueste Señora la yíroen de mansares. (Fotos tunes. a la cü 1, 1 Fernando y María Cristina construyeron ui? tello palacio rodeado dé frondosa arboledt? -l a Precisamente Reina, que tanto y tan bien quiso ocultar en un principio su mae trimonio morganáticl v aum a r ego puso el mismo empeño en prou 1 su amor al esposo que había elegido, tnandó colocar en el lugar elegido por Fernt ¿n d o Muñoz, dos sepulcros de mármol blanco, exactamente Iguales, uno para su esposa y CÍ 7 S para él. En el de Fernando Muñoz, María Cristina hizo grabar el siguiente epitafio: Al Excmo. Sr. D. Agustín Fernando Muñoz, duque de Riánsares, marqués de San Agustín, grande de España de primera clase, caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro, senador del Reino, gran cruz de la Orden de Carlos n i de la Legión de Honor, de Francia, y de la Pontifical de San Gregorio, teniente general de los Ejércitos, etc. Su Majestad la Reina, doña María Cristina de Borbón y Borbón, regente y gobernadora que fue del Reino, su desconsolada viuda, fue a erigir este monumento al lado del suyo, para que, a la unióa de los esposos en la grandeza de la vida, terrena, suceda y reemplace su unión en el sepulcro, mientras llega la mejor y suprema, en la vida inmortal. -Deus est diáritas Pero en la ermita de Nuestra Señora de Riánsares, de Tarancón, tan amada por ellos como la misma tierra taranconera, solamente quedaron los restos de don Fernando Muñoz, aquel que dejando el estanco de sus padres salió del pueblo para habitar en palacio como esposo de la reina. Doña María Cristina no pudo conseguir que sus restos reposasen junto a los de Femando Muñoz en la recoleta ermita, objeto de las dádivas reales. Una prueba de que la reina quiso estar coa él en la muerte como lo estuvo en vida, nos la da el epitafio que ordenó grabar sobre la blanca página del mármol sepulcral, pero esa voluntad claramente expresada en aquellas dos tumbas colocadas en la cripta del santuario no pudo prevalecer tras de su muerte. Allí, en la ermita de típico sabor manchego, continúa solitario el sepulcro de Fernando Muñoz, cuyos restos fueron exhumados violentamente por las hordas rojas, para recobrar, por fin, la paz solitaria que le otorga la cuna humilde de la tierra donde naciera, en tanto que el cuerpo de la Reina que tanto le amó reposa en El Escorial, como si la muerte hubiese querido restablecer las distancias que en un principio hubo entre el guardia de corps y la mujer que ocupaba el Treno de España. Martín ALVARKS CHIRVECHES

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