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ABC MADRID 24-08-1960 página 3
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ABC MADRID 24-08-1960 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO T R ADO I Ii O S DE I N. DIARIO T R ADO ItüS. DE I N. F 0 RM AC I 0 N E N E R A Ií FUNDADO EN 1906 POR DON O se l o g r a nada contra el ruido nocturno. No se quiere, o no se puede, que es siempre el pretexto de la floja voluntad. Es fácil, y no tiene riesgo mayor, multar al excesivo altavoz de un aparato de radio. La radio es un ruido anclado, responsable, con toma de tierra. Y, puestos a sufrirlo en demasía, un ruido organizado, cronometrado, con sus proporcionados o desproporcionados, anur cios, sus lágrimas, sus canciones, sus preces y sus equipos especiales, que, en el peor de los casos, a la una de la madrugada cierra el pico hasta la mañana siguiente. Es la hora, que se prolonga y funde con las claras del día, en que aviva el ruido nocturno callejero, insolente, zafio, desmandado. Todo tiene remedio, menos la muerte- -y, para eso, la ciencia nos ha librado ya de muchas muertes ciertas, prematuras, que parecían inevitables- Todo tiene remedio si se procura. No se diga que esa motocicleta desalada, Ubres todos los escapes, incluso el de la procacidad de su jinete, es inasequible. Un motor de aproximada fuerza puede darle alcance, y motores de esa clase no faltan para la multa Sustanciosa de las carreteras, para el alarde y hasta para la sorpresa al amor, mucho más respetable cuanto es, por su dulce índole, silencioso. Unas cuantas motocicletas situadas al acecho por las esquinas de Madrid darían cuenta de tantos profanadores de la tranquilidad nocturna. Y si no se quieren extremar las sanciones, basta con impedir la circulación del artefacto hasta que sea provisto del obligado silenciador. Su estrépito, que corta bruscamente el descanso, introduce entré el sueño perdido y el sueño a duras penas recobrado, una lámina de odio. Y bien, sabemos que el odio es perjudicial para nuestra salud. El motociclista sonante es un ser vanidoso de la potencia que aprieta entre sus rodillas, loco de vértigo, ufano de cilindros. Desde que su vehículo ha venido a serio, también, del donjuanismo, su estrépito resulta un indirecto, simbólico, mundo de promesas, como el cacareo o como el relincho. Su complejo de mestizo lo lleva a ser, en muchos casos, más osado y despreciativo. Unas cuantas motocicletas discretamente prevenidas, repetimos, podrían echarles mano, a poco esfuerzo. Si no se sabe dónde, de M momento- si en el campo no hay acero- indicamos la calle de Bailen, con todos los ecos de nuestra plaza de Oriente, a las altas horas de la madrugada. Queda el ruido nocturno entero y verdadero francotirador de la noche, cuando el silencio ha logrado morderse la cola y el sueño cerró sus siete llaves. Allá va, suelto, desgarrado, solitario o en cuadrilla. La. voz menos que humana. La canción difusa. El folklore desperdigado. La turbia expansión. Es más ardua su caza. Suele flotar sobre posos de perverso vino, y va escudado en el humor de su desatendida educación. Los prudentes serenos le huyen cuanto pueden, sobre todo si los ven ir de pasada, aunque su giro deje, calle arriba, TORCUATO LUCA DE TENA F 0 RMAC G EN E R I0 N AL EL RUIDO- NOCTURNO los españoles que no saben o no pueden hablar de otra cosa, con la autoridad que un rastro de sueños interrumpidos, de les concede tan sencillo conocimiento, que reposos segados, de turbadas vigilias. Sólo alcanza su máxima petulancia en los resi el ruido nocturno se estaciona, y algún torcidos y lejanos conceptos de los cropacífico desvelado protesta, el sereno se nistas especializados. decide a intervenir, a duras penas, sin Con el ruido nocturno no caben, pues, más que un mal palo para el por si la advertencia ni la amenaza escrita. Sólo acaso V frente al ruido nocturno, por na- la vigilancia y la sanción inmediata, aturaleza jaque y pendenciero. una hora en que la ciudad queda desguarPorque el ruido nocturno no respeta necida de cascos, encomendada sólo su nada, ni el elemental derecho a la calma calma a esa institución cauta, patriarcal. siquiera, y la menor advertencia echa p, or tertuliana, no dotada más que de una esdelante su mal entendida libertad, olvi- taca y de un pito de socorro- -al que dedado de otrat, a cuya negación se somete terminantemente se alude, para indicar lo de buen grado. El altivo español, dócil que se toma por objeto de burla- y que, al palo, pone toda su fuerza en él desaho- más de una vez, ha pagado su inerme go menudo y, esgrime sus humos de rey intervención conciliatoria con la hoja de -su real ga. ia cuando de los usos de un acero o la bala de un cargador. la convivencia se trata. Hay, si la cosa va alguna vez de veras Así como hay una agravante de delito y hemos de dejar de sufrir esa perturllamada desprecio al sexo habría que bación, en los instantes más nuestros del llevar a nuestros códigos otra que señala- reparador sosiego, que tanto desacredita se el desprecio al silencio, al descanso, al la ciudad que la consiente, que perseguir orden de cada hora. esa fiera ambulante- -el ruido nocturno- -Se da la particularidad de que el ruido por todos los medios oportunos, a partir nocturno opera siempre lejos de sus ba- del de la multa adecuada. Si el escandases, porque es valiente en libertad, pero lizar empieza a resultar gravoso, vendrá se reduce en el ámbito doméstico, y lleva a poner recato la economía, y nos vereuna doble vida, de estrépito: y sigilo, como mos libres del flamenco extemporáneo, una especie de doctor Jekill que arras- del estentóreo sin ton ni son, del jaleatrase a cuesta un tonante Mr. Hide por dor noctivago, con lo que, a más de galos barrios- o en s. nar todos en nervios, habrán mejorado Ni en su calle, ni en la escalera de su un tanto las costumbres. casa, ni en el pasillo del piso donde duerSi no, si se nos deja a merced del que men los suyos- -los padres, los hermanos, vocifera, riñe, increpa, canturrea, habla la esposa, los hijos- el ruido nocturno en voz alta ¿a lo que no, nos importa o persiste. El propio ambiente frena sus co- da rienda a su increíble primitivismo bardes instintos. Donde se le conoce, y acompañado su caminar con patadas a. puede ser amonestado o corregido, cobra un bote de hojalata- ¡con lo que un unos respetos que. no siente ante el repo- ruido así, desde que se barrunta hasta so ajeno, sin rostro y sin nombre, de- su que se pierde de oído, resuena en el siruta. Alguno- -el miserable- -llega a qui- lencio vulnerable de la noche! habrá tarse el calzado, o andar de puntillas para que pensar en la propia defensa, en lo no interrumpir el descanso familiar, des- que se ha dado en llamar acción directa. pués de haber perturbado los fueros de Reclamaremos licencias de caza, qué se los balcones abiertos a la ñocha del ve- otorgan contra mucho más inocentes alirano, de los oídos abiertos del indefenso mañas, y pediremos que se abra la veda sueño. del ruido nocturno y todo valga para su Es inútil que se llenen de bandos las exterminio. Que cada cual luche con lo paredes. Es. inútil que la Prensa lo repi- que tenga más a la mano para salvar su ta, una vez y otra, ante la dilación de descanso, aunque con ello moje, manche, la providencia oportuna. El ruido noc- lesione o deteriore. Es la guerra. Si una turno es analfabeto, en, proporción a las ley de arriba, ya dictada, no se cumple, aterradoras estadísticas del cupo de libros otra ley más feroz, la de la selva, debe y periódicos üs corresponde, por. cabeza, ser tolerada y una vindicación individual a cada ciudadano. Sólo lee, si acaso, un responda a los mil ruidos de la noche diario que le permite poder hablar de lo madrileña. Nadie se quejé después de que hablan constantemente, a todo trapo, nada, si una queja reiterada, angustiosa, no se escucha y el desamparo ampara con la violencia su sueño y el dé los que está llamado a proteger. No nos preocupa a otras, pero sí nos, quita, a ciertas horas, literalmente, el sueño legítimamente ganado, la noticia, transmitida a grito pelado, de lo que sucede entre Santurce y Bilbao, o el número de cascabeles que lie va el caballo de un romero de Aracena. Resistiremos con todas nuestras fuerzas al rigor con que nos llegan, a las tantas, tales informaciones. Si es verdad que, como jugó don Miguel con don Pedro, el sueño es vida estamos- defendiendo el último reducto, nuestra vida, en esa isla de libertad y de descanso José LÓPEZ RUBIO

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