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ABC MADRID 29-04-1960 página 3
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ABC MADRID 29-04-1960 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO Ni U S DE IN) p C RM AC I 0 N E N E R A J 3 r i r R ADO D IX RIO IL U s. T R A DO DE I N F 0 a M A C I 0 N G NERAL cánones de la lógica conscientemente perseguidos) y no de mala ni de buena fe cuando sin darse cuenta de ello se falta o no a la verdad, ya que la simple falibilidad no es un pecado, sino sólo el no hacer lo que uno juzga que puede y debe hacerse en la búsqueda de la verdad. De esa manera cabe decir que el pensamiento no es libre y que puede delinquir al dejar de buscar la verdad o buscarla por el camino del error, si bien haya de proclamarse su libertad en la investigación de los caminos conducentes igualmente a la verdad o al error, ínterin, no sea patente esta discriminación. Si todos se hicieran cargo de estas distincio- nes y las tuvieran presentes en la convi- vencía social, jcómo se aliviarían sus durezas y colisiones, al dejar de tachar a los adversarios de hombres de mala fe! La tolerancia bien entendida no eg más que el respeto al pensamiento ajerro, incluso divergente del propio, y por lo tanto presunto como erróneo, ínterin no nos conste que en su elaboración se ha faltado a eso que yo llamaría sinceridad interna o sea ía fidelidad a las normas de la lógica en cuanto se nos alcancen y tengamos medios y tiempo para aplicarlas, cosa que no ocurre siempre. r n dominio de la vida social a que afectan estas consideraciones es inmenso. Lo constituyen ante todo, según lo ya dicho, las creencias religiosas, en cuyo enjuiciamiento es ya clásica la distinción de la buena o mala fe. Luego cabe registrarlas en las discusiones doctrinales, científicas o filosóficas, y en las controversias políticas, en cuyo curso tanto influyen los factores lógicos o extralógícos. Sigue el orden de los hechos geográficos o históricos, cuyo desconocimiento o reconocimiento nos afecta e interesa tan vivamente, sobre todo a favor de nuestro sentimiento patriótico. Finalmente, queda en el trato social el ámbito de la conciencia propia o ajena, aquélla juzgada por ésta o viceversa, donde la estimación y el amor llegan a su grado álgido y se imponen a la verdad y al errQr desinteresados. Adviértase que el amor y la admiración para sí mismp se halla, no sólo en los juicios que nos afeétan personalmente, sino también los que parecen ajenos a nuestro interés, pero que al ser adoptados y hacerlos nuestros se resienten de esa condición. La paz social está en gran parte pendiente de la búsqueda desinteresada de la verdad y de la presunción de que ella no es monopolio de nadie. Juan ZA. RAGÜETA FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO tUCA DE TENA P OR fe se suele entender, en un s e n t i d o más estricto, la fe r i o s a en el más lato, toda convicción, y en un sentido medio, el asentimiento prestado a la persona ajena informante de tin hecho o profesante una doctrina. Toda fe, además del objeto (creer en algo) o de la persona (creer a alguien) a que se refiere, supone unos motivos de la misma, de los que el creyente puede 9 no darse cuenta. La confianza es pareja a la fe, pero se dice sobre todo de la que acompaña al hacer voluntario y a su resultado: así se tiene confianza o fe en un negocio emprendido. Se dice también de la que se tiene en la capacidad o fidelidad de una persona. Todo esto resulta claro y debidamente entendido hasta por el vulgo. Pero hay una expresión- -pensar y obrar de buena o mala fe -tan empleada como jncompfendida por quienes la emplean, que nadie intenta definir, pero que se alega a menudo con graves consecuencias para la armonía social. Por lo mismo no estará de más que ahondemos aquí en su auténtico sentido. Desde luego, es obvío un primer sentido de la buena o mala fe que es el de la sinceridad o insinceridad de palabra o de conducta. La mentira y ía hipocresía pasan por ser actuaciones de mala fe, y la veracidad y franqueza como de buena fe. Eso no quiere decir que el mentiroso y el hipócrita abriguen siempre una mala intención: hay mentiras piadosas que se dicen para evitar una mala impresión o una funesta consecuencia, y por lo tanto en favor de alguien; pero cuando no es así, sino que son proferidas en provecho propio y en perjuicio ajeno, se dice que el mentiroso ha obrado de mala fe Pero cabe también aplicar el calificativo de buena y mala fe al propio pensamiento íntimo de una persona, al de sus creencias particularmente religiosas, en cuyo dominio es frecuente hablar de profesadas de buena o mala fe considerando al creyente inculpable en el primer caso y culpable en el segundo. ¿Cómo se entiende esto? Qué significa orofesar una creencia de buena o mala e en el fuero íntimo dé la conciencia? roda persona convencida de algo lo está Je que tiene razón al prestarle su avenimiento, y de que está en la Verdad 10 tiene sentido el creer que se está en 1 error a sabiendas, mas que cuando deja ino de creer en una presunta verdad anerior de la que se ha desengañado. P A Y MALA FE eso, el creyente en una religión que juzgamos falsa, está tan de buena fe como el creyente en la que estimamos verdadera: la verdad y el error de nuestra creencia son ajenos a la buena o mala fe con que la profesamos; ésta no puede tener sentido más que en orden al modo como llegamos a profesar la creencia en cuestión. Ahora bien, este modo es en una inmensa proporción ajeno a la voluntad, y por tanto no calificable de bueno y de malo, epítetos que suponen moralidad e inmoralidad y requiere voluntad. Nuestras convicciones se forman ante todo espontáneamente, en virtud de razones o de una lógica natural de la que apenas nos damos cuenta, sea que obedezcan a un criterio propio, sea a la adopción del ajeno por vía de autoridad; al hacerlas nuestras podemos proceder acertada o desacertadamente y estar en la verdad o en el error, pero no nos cuadra el calificativo de actuar de buena o mala fe. A veces, no obstante, hacemos de ello Un problema para la voluntad, y- entonces ya hay lugar a todo esto. Pero para ello hace falta que el actuante voluntariamente para resolver un problema teórico o práctico, se aperciba plenamente de la conclusión a que pueden conducirle determinados métqdos que juzga lógicos, y los adopte o no, e incluso aborde o no la discusión, por afectó o desafecto a aquella conclusión, en vez de hacerlo por la pura estructura lógica o ilógica de las pruebas, sea cualquiera la conclusión a que nos lleven, y que se da verdadera en el primer caso y errónea en el segundo. Puede decirse que los primeros actúan de mala fe (o sea, por vías deliberadamente ilógicas, señalando entre ellas las influencias sentimentales) y los segundos ds buena fe (o sea, conforme a los

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