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ABC MADRID 29-07-1959 página 3
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ABC MADRID 29-07-1959 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO TR A D O í E O S. DE IÑ- DIARIO ILÜS. T R A DO DE I NFORMA GENE fUNDADO EN 190 S POR OOli TORCUATO LUCA Ob TENA F 0 RM AC 1 0 N G E N E R A CI 0 N RA t S frecuente en la actualid a d h aib 1 a r de c r i s i s religiosa pero sin ahondar suficientemente en las caractírísticas que la diferencian de las de otros tiempos, en suS causas determinantes y en las soluciones que pudieran aliviarla. Veamos si aclaramos un tanto tales extremos en este artículo. Se distingue la pr esente crisis religiosa por su grado de extensión, que ab arca una gran muchedumbre de ciudadanos, analizados o no, señalados, a veces, por su carácter colectivo- -así se había de la irreligiosidad de las clases obreras o intelectuales- y afecta a la religiosidad en su raíz, llegando al ateísmo. Hoy no se habla tanto de herejes o cismáticos como ds carentes de toda religión y de creyentes y practicantes de ella en alguna de las variadas formas aue reviste a través de naciones y Estados. H a y dos tipos de irreligiosidad: el uno, de incredulidad, del que carece de fe en la religión; el otro, de indiferencia, del que no se interesa por ella o, cuando menos, no la practica. ¿A qjié causas obedece este estado de ánimo? Frente a las religiones que presumen de reveladas y por ende se basan en un criterio de autoridad. hr hre moderno alardea de autonomía y no. admite más criterio que el de la opia razón. Al po- ncrse éste a criticar el contenido de la ív, en el de las religiones reveladas, la crítica histórica pretende haber mostrado la endeblez de s s fundamentos y, sobre todo, en la historia de las religiones, a multitud contradictoria de la -mismas, fi cuando menos hace poner en tela de juicio su verdad. Pero hasja en el dominio d e l a religión natural, ue presume de racional, el hombre de ciencia va explicando en progresión ascendente l o s misterios- -de la Naturaleza sin recurrir a la Divinidad, y cada paso de avance que da en tal sentido es de retroceso para la fe religiosa. Esta le va apareciendo cada vez más como un residuo de la edad pueril de la Humanidad, llamada a desaparecer con la plena madurez del espíritu, cícnj fico. A Id incredulidad se añade la indiferencia. El hombre actual se desinteresa cada vez más de lo ulterior a la exceriencia- -ser creador del mnndo. vida nosterior a la presente- -y cifra todo su afán en perfeccionar el vivir presente, enriqueciéndolo de objetivos atirayeptes y dotáiidolo de la máxima seguridad posible. ni CRIS El dominio de lo sagrado píopio de la religión, va cediendo gradualmente ante el empuje de lo profano cuyo progreso constituye la única preocupación para el hombre actual, obsesionado con el logro, merced a su prodigiosa técnica, de, su mayor bienestar, de una buena vida más que de una vida buena Se agrega a todo ello el descrédito que afecta a la religión por considerarla comprometida con formas de vida humana jürídicío- económicas, llamadas históricamente a desaparecer- la religión, opio del pueblo o políticas, también propias de Un pasado irreversible, de un poder absoluto y antidemocrático; y hasta eclesiásticas, de una Iglesia que se supone poco fiel al espíritu religioso (anticlericalismo) o vinculada a una nación determinada (anglicanismo) ¿Qué hacer ante un estado de cosas semejailtes? ¿Cómo reaccionar eficazmente frente a un movimiento disolvente de cuánto antaño fué considerado como el nervio de la vida humana? Los procedimientos de apostolado que lograron la conversión del mundo antiguo, ¿no parecen mostrarse ineficaces ante la crítica dé que son objeto? Debemos mantener la fe en su valor fundamental, pero vsin prete, nder solidarizarlo con modalidades más 0 menos perecederas que hayan llegado a revestir. Des de luego una actitud de refutación de los errores modernos ha hecho ya, sus pruebas de esterilidad ante la índole singular de la incredulidad scíuaL. Tiene ésta un aspecto nositivo- -de exaltación del saber científico- -y otro negativo, de todo lo que no. sea él; y lo que procede es sumarse al pleno rcconoci miento de aquél y mostrar a la par su insuficiencia para resolver todos los problemas de la vida. Arite todo, en el pro- pió dominio del saber científico, cuya justificación última se halla fuera de él: lo visible del mundo de que se ocupa tiene- su raíz en lo invisible de Dios. Luego, en el orden del sentir- -culto desinteresado de lo humano e interesado por lo divino- -y del querer, en el dominio ile lo moral y lo jurídicd. cuyos imperativos carecen de base fuera dé la voluntad divina. -En una palabra, mostrar en la religión no la sustitución, sino la culminación de los afanes de la vida profana y temporal, tal debe sé r el método del apóstol moderno. Ello le inducirá a distinguir en la religiosidad lo esencial y permanente de lo accidental y pasajero, no vacilando en depurarla de los errores y abusos con que se la haya envuelto en el curso de la Historia, ni comprometiéndola con las formas populares de la reli- gión, que a veces se resienten de una puerilidad que ofusca a los espíritus fuertes de enfrente. Por el contrario, el apóstol moderno hará- por extraer de los grandes principies de Ia vida religiosa toda la fecundidad de aplicaciones a que se prestan los complicados problemas de la vida actual, pdr- falta de cuya oninr nsión los fonien- tadores de ésta consideran religión como algo extra ño, si no hostil a su progreso. Ello se traducirá también en la revisión del yocabulario con que se formulaíi nuestros dogmas y nuestras normas de acción, vocabulario cuya vetusta condición se presta a veces a equívocos con el lenguaje presente, que hace suponer oposiciones de fondo cuando no lo son más que de forma. Finalmente, debemos poner n u e s t r a confianza, más que en artificios ds apologética doctrinal- -sin restar nada dé sus méritos- en la virtud avasalladora del ejemplo: no se olvide que en el Evangelio se nos presenta a Jesús subyugando a las masas con lo que haría y decía ante ellas, dando cierta nrioridad al hacer sobre el decir ¡Cuan otra seria la eficacia propagandística del cristianismo si cada uno de. los que todavía alardean de este nombre se hiciera digno de él en su conducta! Juan Z A R A G Ü E T A-

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