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ABC MADRID 09-03-1958 página 3
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ABC MADRID 09-03-1958 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUS. T R ADO DE INF 0 RM A C 1 0 N GEN ER AL FUNDADO EN 1805 POR DON TORCUATO LUCA DC TENA D I A R I 0 I L ü s. T R ADO DE I N F 0 RM A C 1 0 N GEN ER AL jUEDE parecer una pedante r í a de clase, casi una ordinariez arbitraria, pero yo creo que, a poco bien que nos salgan los hijos- -quiero decir a poco que ellos contribuyan a justificar este afecto y a no desilusionarnos tozudamente- los escritores queremos más a los hijos que los querríamos sin ser escritores. Aparentemente, la extraña teoría puede sonar tan falsa, tan literaria que alguien encuentre, sino razones, motivos para que ocurra, todo lo contrario, pensando en 1 div i s m o frecuente chez los literatos, en su condición generalmente distraída o abstraída, en una cierta tendencia a la dispersión mejor que a una concentración en la vida familiar. Pero es que sospecho yo que no siempre ni el amor ni el cariño sean cuestión que pueda medirse por la circunstancia de asistencia c a s e r a de riguroso cumplimiento de la peq u e ñ a ortodoxia burguesa. Por otra p a r t e- -o por la misma- para un escritor con temperamento y alma de escritor, no p a r a un funcionario de la literatura, ni la mujer ni los hijos son familia Son mucho más. Y no resulta demasiado extravagante reconocer al escritor quizá más sensibilidad y, desde luego, más imaginación. Como tampoco es exagerado afirmar que el amor tiene mucho que ver con la imaginación, aunque no sea estremecimiento ni mantenimiento privativo de ella. Con frecuencia suele afirmarse- -y lo dicen muchos escritores- -que sus obras son como hijos propios y como a tal se las ama. Yo creo que es esta otra cosa. Un escritor ama a sus hijos como padre y a sus creaciones- -quien las quiera, que a mí me importan un rábano- -como ma. dre. Porque lo de menos en una obra es su fecundación, sino su parto, lactancia y cuidados posteriores al nacimiento. Un escritor muy hombre tiene, muchas veces, características íntimas absolutamente femeninas. Y un acto femenino, más que masculino, s el crear, aunque, en general, las mujeres sean precisamente más intérpretes que creadoras. i AL FIN, MADRE! Este es un profundo misterio. La literatura llamada literatura macho suele ser abominable o grosera. Un escritor macho pudo ser Blasco Ibáñez. Los poetas son siempre femeninos. Aunque, en general, las poetisas sean muy poca cosa. Y ahora, cosa que me gusta mucho hacer como gimnasia literaria, pasemos a una anécdota más divertida y episódica. Un individuo de Londres, un tal Brian Oleo de NandA Paplní. Wílson, estuvo en prisión siete años y tuvo con él durante bastante tiempo un pájaro al que amaba- -dice erVelegrama como un padre, comparación, creo yo, equivocada, por lo qu ahora veremos. En la penitenciaría Dartmoor este hombre vivía con un grajo, autorizado CUANDO EL ENFERMO ÜMElVETOffOAUMENTO g ES SIEMPRE TOLERADO YCERE 61 IWL a men b termos por sus carceleros. Parece que el propio Wilson incubó al pájaro. El encontró en la cárcel un nido de grajos. Se llevó un huevo y con el calor de su cuerpo le incubó, operación que parece casi imposible y que, según un técnico en avicultura, requiere, además de un extraordinariq cuidado por la fragilidad del huevo, un periodo de incubación de dieciséis a dieciocho días. El hombre insiste en que eljjrajo es hijo suyo. Y los técnicos dudan. Eso es todo. Pero, ¿por qué no va a ser verdad la historia de Brian Wilson? ¿Por qué Wilson no va a ser la m a d r e- n o el p a d r e- -del grajo en cu e s ti ó nr En principio, ¡negarlo sería c o m o negar la creación literaria. El escritor tiene una idea, que casi nunca es enteramente suya, porque hay muy pocas ideas. Eí escritor se encuentra una idea que anda por los laberintos de su subconsciente: lectura, recuerdo, argumento onírico, montaje m á g i co, chispazo de la realidad que los demás no ven, noticia que a los otros resbala. Bien, eso es el huevo. Y coge i esa idea, ese huevo y lo incuba. Después del nacimiento de lo que sea- -ipóemá o artículo, grajo o gorrión- domestica la idea, la alimenta, la da de comer. El huevo es la inspiración y la incubación es el oficio. Está muy claro. El escritor es madre de sus creaciones, como Brian Wilson es madre- -no padre- -del grajo en cuestión. Lo que nos diferencia a Wilson de quienes escribimos es que Wilson tuvo que ser madre exactamente de aquello que ya estaba hecho para nacer. Y en nosotros la cosa es distinta. Hay escritores que incuban una gr an idea, un huevo de águila, y les sale una gallina, y escritores que encuentran un huevo de pato e incuban un cisne. Pero al fin, ésta es la verdad, todos madres. Cada uno mostramos en la copa del estilo, en el cristal de la creación, un extraño hueyo de mundo mágico con carita de persona o personaje cerca de la cual revolotean extraños, pájaros, como en ese cuadro de la pintora italiana Nanda Papini, que ilustra mis comentarios y que parece como el argumento de un sueño de una noche de verano. César GONZALEZ- RÚANO

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