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ABC MADRID 26-10-1956 página 3
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ABC MADRID 26-10-1956 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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D I A R I O I L U S T R A P O DE I N FORMACIÓN GENERAL FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA D I A R I 0 I L U ST RA D 0 DE INF 0 3 E M A C I 0 N l GENERAL LGUNA v e z hemos citado a los Ortegas entre l a s familias con a m b i e n t e dé Episodios Nacionales que en tanto grado contribuyen no ya a ilustrar o enaltecer, sino también a explicar el desarrollo de la España contemporánea a través de la sociedad burguesa. Primero, don José Ortega y Zapata, abogado y periodista, secretario que fue del primer conde de San Luis; violinista notable, crítico musical y redactor de periódicos cuyo título basta para situarle en el corazón del siglo XIX: El León Español El Puente de Alcoleá El Eco del Progreso funcionario además de la Administración de Justicia y del Ministerio 1 de la Gobernación. Hijo suyo fue don José Ortega Munilla, director de El Imparcial y de sus célebres Lunes novelista y cueníistí que ganó prestigio cuando lo gozaban en grado máximo un Galdós y un Valera; maestro del artículo en cualquiera de sus modalidades. Viene después don José Ortega y Gasset, gracias al cual el árbol genealógico desborda la cerca familiar y asoma su rama más cargada de fruto al campo abierto de la cultura universal. Pero hoy sólo es ocasión de referirnos, con especial interés, a Ortega Munilla, por cumplirse él centenario de su nacimiento: en Cárdenas, provincia de Matanzas, 1i sla dé Cuba: la perla de las Antillas como se decía en el lenguaje ponderativo de la época. No creemos que tuviese Ortega Munilla sangre cubana, pero, de atenernos al convencionalismo de la Geografía literaria, tendríamos que reconocer en la prosa de Ortega Munilla una cierta exuberancia tropical, como si el ambiente respirado en los albores de su vida le hubiese transmitido el gusto por frondas y colores. Desde luego, fue escritor de extraordinaria fertilidad, d tan auténtica, profunda, espontánea, fluida vena, que su precoz aprendizaje en la Prensa de Madrid- La Iberia Los Debates El Imparcial -le deparó, con sorprendente rapidez, el magisterio que en el transcurso del tiempo habría de ser confirmado y realzado en esa lucha constante del periodista de raza que hace de cada día una trinchera. Y observemos que, al hilo del cotidiano asedio, Ortega Munilla gustaba de sustraer gran parte de su atención a la actualidad política y social, para proyectarla, sin. el sosiego debido quizá, sobre la Literatura creativa. Corrían años brillantísimos para la novela española cuando Ortega Munilla publicó- -1879- -la primera de las suyas: La Cigarra Galdós ya ha dado cima a la segunda serie de los Episodios Nacionales e inicia la publicación dé sus grandes novelas con Gloria Marianéla La familia de León Roch Los éxitos de Pepita Jiménez de Valera y de El Escándalo de Alarcón, son todavía recientes. Pereda avanza en su camino con El buey suelto y Don Gonzalo González de la Gonzalera Emilia Pardo Bazán sé da a conocer con Pascual López El momento exigía mucho, y Ortega Munilla, en plena mocedad, afrontó la prueba con gallardía y fortuna. La Cigarra gustó y tenía A EGA MUNILLA que gustar, dados su ternura, su fondo humano, su interés narrativo, el encanto de su prosa, tan recargada como se quiera, pero ese exceso verbal, la cláusula complicada, enfática, era ei tributo que se solía pagar al gusto dominante, sólo que Ortega Munilla coimipénsaba, evidentemente, tales demasías con una vibración cordial que otros escritores no lograban transmitir. Entre los héroes y heroínas de la novela española del amplio ciclo que se centra y culmina en Galdós, la pobre chica que va por el mundo cantando- al son de su guitarrilla, pidiendo limosna, sin que le falle un instante el resorte de una increíble ilusión, de una fe tenaz, de una paradisíaca pureza, esa cigarra inolvidable ocupa señalado lugar. No importa la traza folletinesca del asunto. De ahí procede uno de los valores que la novela entraña. Ortega Munilla, romántico inserto en naturalista, utiliza los recursos inverosímiles del folletín que otros narradores solían desdeñar. El folletín constituía un mundo aparté en el que Ortega Munilla se decidió a entrar, convencido, sin duda, de la eficacia y de la justificación de no pocos de sus efectos. Muchas veces hemos pensado que no sabe nada del mundo y de sus tremendas contingencias quien crea que no se da lo folletinesco, lo absurdo, lo inverosímil, las más insospechables situaciones en la vida real. Como en La Cigarra y en su segunda parte, Sor Lucila que forma con aquélla un extraño díptico en cuya composición alternan inspiraciones tan diversas como la del folletín y la del Flos Sanctorum No en vano alude Ortega Munilla, en más de un pasaje de estas dos novelas, al maestro Balzac y al incomparable Dickéns Técnicamente, tal es su escuela. Pero el espíritu señorea la letra de las novelas de Ortega Munilla, y ese espíritu es cristiano a la española, imbuido de vehemente pasión. La sangre de su arte narrativo y de su propio organismo venía de los más profundos hontanares de la raza, con todos sus pros y sus contras. Fáciles de enlazar con la tradición del romance el Quijote la picaresca, la comedia de capa y espada, el folletín romántico- -repitámoslo- -y el MINGÓTE HUMOR, 1953- 1955 El libro humorístico más importante de la época. Una sátira incomparable, una perspectiva de extremada agudeza sobre la sociedad de nuestro tiempo, un libro y un autor que son ya clásicos en la literatura festiva. Es una publicación de la EDITORIAL PRENSA ESPAÑOLA Precio: 40 pesetas. Pedidos contra reembolso al apartado 9.080- Madrid. realismo costumbrista, las novelas de Ortega Munilla se distribuyen, cronológicamente, en dos ciclos. Pertenecen al primero, además de las dos citadas, Lucio Tréllez El tren directo El fondo del tonel Y al segundo, correspondiente a los últimos años de la vida del autor- -fallecido en 1922- El paño pardo Estrazilla La señorita de Cisniega Al margen, corre el irisado caudal de los cuentos- -modelo: Tremielga de las impresiones de viaje- Viñetas del Sardinero por ejemplo- de los artículos al dictado de la actualidad, en El Imparcial y sus Lunes y luego, en nuestro A B C como tanta y tanta crónica de tema vario, fruto de instantánea reacción ante la vida y los hombres, todo visto con agudeza y generosidad. Algo de La Cigarra reaparece en Estrazilla dando unidad a los dos ciclos antes aludidas, y unos parece hallar la frase que pudiese ligarlos en una del Zarrapastroso chicuelo que, con su mote, titula la novela en segundo lugar citada: Tandeemos que dormir en lo s árboles corrab los pájaros... Tiene razón Estrazilla y la Cigarra se la reconocería. Hay mucho de pájaro cantor en esos típicos personajes del mundo novelesco de Ortega Munilla, tan sencillo y tan complicado, tan fácil y tan difícil de reproducir como un gorjeo o una fragancia silvestre. Enrique Díez- Cánedo, crítico sagaz y preparado como pocos, descubrió en la prosa de Ortega Munilla algún vislumbre del estilo que en Ortega y Gasset había de lograr espléndidas realizaciones. Ortega Munilla poseía un sentido del lenguaje figurado, una capacidad para la creación de imágenes, un concepto de la metáfora tan distinto al dé su época, que le aproximan a ulteriores generaciones literarias. Valga este ejemplo: Sus ojos oblicuos- -los de unos chinos- -rasgan la aceitunada piel del rostro, como acentos circunflejos; su boca redonda pudiera confundirse con un paréntesis; sus cráneos rasurados, ebúrneos, relucientes, parecen un juego de bolas dé billar, enviados aquí para hacer carambola diplomática... El artículo a que se refieren los anteriores párrafos se publicó en los Lunes del Imparcial el 26 de mayo de 1879, día en que comenzó Ortega Munilla a dirigir el famoso suplemento, no cesando hasta veintisiete años después. Durante ese tiempo Los Lunes fueron la puerta de la fama franqueada por Ortega Munilla a quien mereciese el acceso. Cuantiosa parte dé la literatura española contemporánea tiene en los Lunes del Imparcial su fuente o su espejo: desde Emilia Pardo Bazán y Leopoldo Alas hacia acá, pasando por Unamuno, ValleInclán, Azorín Maeztu... Bastaría esa consideración para justificar el recuerdo de Ortega Munilla, escritor que alentó poderosamente a otros escritores. M. FERNANDEZ ALMAGRO de lo Real Academia Española

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