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ABC MADRID 24-07-1956 página 3
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ABC MADRID 24-07-1956 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DÍA R l O l í L U S T R A D O D E IN. F O Fi M A C I O N G EN ERAL FUNDADO En 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA DÍA R! O I L U S T R Al JO D E IN F O R M A C 1 ON G E N ER A L J l s? s pregonar la guerra como un medio ideal de solventa ¡r las inevitables discordias entre los hombres, ya consistan en pugnas de intereses, ya, sobro todo, de convicciones doctrinales. El Derecho internacional moderno ha hecho un esfuerzo tan noble como relativamente baldío, no sólo para reducir los males de la guerra. a sólo los beligerantes- -aspiración, en gran parte, frustrada por los progresos de la técnica bélica- sino para, encauzarla jurídicamente, por el doble cauce de las negociaciones rjrevias y del. Tratado de paz subsiguiente; finalmente, para hacerla inenecesaxia mediante la constitución de una Sociedad de Naciones llamada a resolver entre todas los pleitos que las dividen. Ya vemos el escaso resultado hasta ahora logrado por este camino, el único en el que cabe cifrar alguna esperanza, sin que ello quiera decir que hay que desespera de él. El problema supremo latente en tal unión de naciones es el asegurar con la fuerza la eficacia del criterio internacioncíl que ¡se forje en su seno. A falta de ella, sólo la progresiva educación de la conciencia moral y jurídica de los hombres es capaz de ir vigorizando la perspectiva de que algún día deje el espectro de la guerra de ser la pesadilla mayor de la Humanidad. Entretanto, nuestro deber es aproximarnos, cada vez más, a este, ideal, reduciendo las causas y motivos de conflictos de los hombres entre sí, que radican- ¡quién lo dijera! -en la lucha del hombre consigo mismo. Poner en orden y en paz la jerarquía de nuestras tendencias y apetitos individuales y sociales, subordinando los inferiores a los reconocidos como superiores no por un instinto vital, sino por el dictamen racional de la conciencia, tal es la tarea no sólo individual, sino social por excelencia que el hombre tiene ante sí, como condición de viabilidad de toda fórmula jurídica de convivencia. La paz 1 entre los hombres no puede venir, ¡según el angélico pregón del nacimiento de Cristo, sino por la buena voluntad de los individuos llamados, a convivir pacíficamente entre sí, pero a condición de ponerse antes en paz con su conciencia y con Dios, Juan. ZARAGÜETA ES PRONTO PARA EL PARAÍSO ONVIDARON a c i e r t o sujeto, muy amante de gozar de la vida, a que pasara sus vacaciones en un lugar paradisíaco. No sé si se trataba de pintoresco lugar a la orilla del mar o de amena altiplanicie, desde la que se gozaba de hermosísimos panoramas. Un sitio, en fin, donde los purísimos goces de la paz y de la belleza se encontraban a pedir de boca. Y aquel hombre, que pasaba por un voluptuoso, se negó a aceptar el convite. Jamás he oído un razonamiento tan sensato como el de su repulsa, aunque a primera vista podría parecer bastante peregrino. -Los días del vivir terreno están contados- -respondió a sus amables anfitriones- y a mí particularmente me van quedando pocos. El tiempo que tiene previsto, en cambio, cualquier persona decente para gozar del Paraíso tengo entendido que es ilimitado, y he dedicado los años de mi vida a ese supremo merecimiento. Todas las veces que caí en la tentación me levantó el arrepentimiento he resistido a las pasiones y roe tengo por una persona bastante honesta. Eñ un cálculo en el que entran a partes iguales mi optimismo y mi confianza en la misericordia divina resulta que, traspuesto el ineludible trámite de morir, tengo Paraíso para rato. Dicho esto, se fue a pasar sus vacaciones viajando por el mundo, por el mundo de las calles en cuesta, de los trenes, de los teatros, de los museos, de las tiendas. ¿Quién me asegura a mí que en la Gloria podré probar los ecrevises de tal restaurante, o contemplar una vez más los cuadros del Tiziano, o emocionarme con la representación de Tristan e Isolda? Sin duda que se me ha de brindar cosa mejor, ¡quién lo duda! pero esto me- temo que nó. Le echaron en cara su punto de vista, que las más de las gentes consideraron impío, f Corro atreverse a comparar los goces mediocres de un viajecito por Europa con los excelsos goces de la Gloria? Pero él no quería decir semejante hsrejía. Y aun afinaba más este buen vividor, para justificarse: -Temo pecar si me voy de aquí desairando lo QUe me rodea, y que allá arriba me tomen cuentas por haber sido un habitante de la tierra tan descontentadizo. Y explicaba a quienes querían oírle- -que por cierto eran muy pocos- -que el mundo lo había creado Dios para los mortales y el Paraíso para los Inmortales, y querer recibir trato de elegido en tierra firme podía ser pecado de satanismo y hasta costar caro a la larga. Y se volvió de espaldas, y siguió frecuentando las calles y las plazas, las trattorias y las verbenas, todo ese mundo de pequeñas cosas cuya misma insignificancia era indicio seguro de que no había de trasponer la inefable frontera de los cielos. Pero sin dejarse convidar prematuramente a ninguno de eses lüsrares llamados paradisíacos. Mercedes BALLESTEROS OR belicismo se entiende el recurso a la guerra para solventar las desavenencias humanas de orden político intranacional (guerra civil) o internacional, y que pueden ser de carácter afectivo (odios y venganzas) o efectivo (antagonismos de intereses y de ambiciones de mando en lo doctrinal y en lo real) La guerra es Una forma de lucha; pero el concepto de lucha es más amplio y abarca toda oposición vital con el ambiente físico, biológico y social que nos sea hostil, siquiera pueda ser en lo social conducida por vías pacíficas (convencimiento en lo doctrinal y convenio en lo jurídico) y aun cabe que el hombre luche consigo mismo, o sea con sus propias tendencias e inclinaciones naturales, con la mira de asegurar en sus colisiones el triunfo de las más valiosas. En este amplísimo sentido cabe decir con Job: Milicia es la vida humana sobre la tierra. Reducida la lucha al ámbito de lo social, se da bajo la doble forma de lenguaje pacífico en la lucha de ideas y violento en la injuria personal, y de la conducta, también pacífica en la rivalidad profesional y violenta en la pena inexorablemente impuesta por el Estado a sus subditos delincuentes, y en la guerra entre poderes estatales 6 que aspiran a ser soberanos dentro de cada nación y lo son entre diversas naciones. Si no se discurriera acerca del hombre, sino en función de su presunta racionalidad ño cabría admitir en la vida social sino oposiciones de carácter pacífico, enderezadas a convencer y no a vencer al adversario. El enorme volumen que las guerras tienen en la historia humana nos hace ver lo ilusorio de tal concepción, y nos induce a considerar las soluciones belicosas como tanto o más frecuentes y normales que las pacíficas en las contiendas humanas. Y es que la apelación a la razón para dirimirlas tropieza con límites vitalmente infranqueables. En el orden de las polémicas intelectuales se dan no sólo las cognoscitivas, sino también las estimativas señaladas por una acentuada subjetividad y variabilidad; y aun las cognoscitivas se hallan impregnadas de ésta en cuanto se complican los problemas y se hace inevidente su solución (a este propósito, es interesante advertir la ausencia de discusiones en todo el ámbito de la matemática reductible en su verdad a la plena evidencia) En el orden de las colisiones volitivas, a las divergencias anteriores se añaden las que brotan del egoísmo individual o colectivo, que recaba pa (ra sí y no para los dsmás. el bien reconocido unánimente como tal. Por eso, cuando la referencia por la guerra o por la paz adopta la forma exclusivista y sistemática que acusa el sufijo ismo en las palabras belicismo y pacifismo se hace difícil conciliaria con las realidades humanas. Es absurdo C CORRIGEN EL ESTREÑIMIENTO

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