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ABC MADRID 26-01-1956 página 15
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ABC MADRID 26-01-1956 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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O sabemos hasta qué punto se podrá hacer efectiva la jubilación de un actor como Ricardo Calvo, que lleva su amor al teatro, con vocación y aptitud inequívocas, en la masa de la sangre. Hijo y nieto de actores, Ricardo Calvo nos ha hecho pensar alguna vez- -y al mismo tiempo, en los Romeas y los Vicos- -que el abolengo familiar hace, en determinados casos, de magnífico Conservatorio. El prestigio escénico de esta ilustre familia de actores arranca de don José Calvo, nacido en Murcia a principios del siglo XIX; culminó a extraordinaria altura en su hijo, el incomparable y malogrado Rafael, y éste transmitió su sangre y sus laureles al gran Ricardo da nuestros días, segundo de su nombre en tan famosa estirpe, ya que el primer Ricardo, tío carnal suyo, fue también un actor de acusada, personalidad. Luis Calvo Revilla, hermano de Rafael y de aquél otro Ricardo, refiere en Actores célebres -curioso líbrito, pobre en expresión literaria, rico en noticias que sólo ahí se encuentran- -que pasaron del padre al hijo y al nieto algunos toneletes y el traje andaluz de Don Alvaro del duque de Rivas que usó don José Catyo, y dijérase que con esas prendas fue transmitído el poderoso aliento, gracias al cual se incorpora a la historia de nuestro teatro una familiar vinculación. Don José Calvo se distinguió siemore por un extremado celo en punto a su caracterización, atendiendo al menor dstalie, con gusto y propiedad, puesta la mira en te exactitud de la indumentaria y en el sfecto escénico. Recuerda Calvo Revílla un túnico que don José estrenó en el Rey de Sancho Ortíz de las Roelas tejido en seda y cristal, fabricación hasta entone: s no vista, propia parn tapiz, que ha u un efecto deslumbrante Como don José Calvo no era alán sino barba en las compañías de que formara parte, difícilmente hubiese podido brillar con luz propia junto á los fulgurantes Julián Romea y Joaquín Arjona a la cabeza de los rermrtos. si no se tratara, por lo visto y lefio, de un excepcional actor de carácter. Debió su fama don José Calvo a la interpretación de papeles como el del Jorge e! armador en melodrama así titulado, o el Colón de Isabel la Católica óe Rodrigue? Rubí: certero en la expresión de? heroísmo, el honor, el cariño paterno, las virtudes o las flaquezas de la ancianidad... Por lo que, encarnando al Don Juan de Zorrilla, no acertó a dar la nota de la pasión juvenil y arrebatada que, evidentemente, es propia del burlador sevillano. Don José Calvo hacía, según Calvo Revilla, un Don Juan desamcrado Esto es. un Don Juan radicalmente contrario al que recibiría de su hijo Rafael memorable vida escénica. Rafael Calvo enriqueció la herencia paterna de amor a su arte, de elegancia y fausto, de maestría declamatoria, con acentuadísima sensibilidad para percibir y expresar lo poético y lo lírico, apasionada y gallardamente, a tono con el héroe ro- N mántico- -en el teatro como en la vida- típico de los días que le tocó vivir: los del corazón del siglo XIX, de 1842 a 1888. Entre los homenajes que mereciera de aquel público, que tanto sabía de versos, en dramas y periódicos, recitaciones caseras, álbumes y abanicos, ninguno le resultó a Rafael Calvo tan valioso y eficaz como el rendido por el descontentadizo y exigente Clarín en uno de sus más felices Folletos literarios Clarín relaciona sus inquietudes y nostalgias de estudiante recién llegado a Madrid con la emoción profundísima que le causara el primer actor del Español- -no recordaba en cuál obra- por el simple hechizo de su canto Aquella voz vibrante- -escribe Leopoldo Alas- llena de pasión mal contenida, aquellas piernas temblonas, aquel gesto de dolor y los ojos punzantes y fogosos me interesaron pronto y me hablaron de una manifestación plástica del romanticismo dramático tan amado, que ya podría vislumbrar tal como era. Ausente Leopoldo Alas de su hogar, de Oviedo, su Vetusta necesitaba amor, poesía, y en la de Rafael Calvo, cantada dulcemente en versos, halló Clarín un regazo Ricardo Calvo. En la evasión de la realidad inmediata que proporciona el verso tocado de gracia poética radica, sin duda, la más poderosa fuerza del romanticismo. Si las cuitas, arrogancias y melancolías de trovadores y amantes hasta la muerte siguieron conmoviendo a públicos inclinados ya al realismo burgués de las comedias al nuevo uso, y si los autores dramáticos del Siglo de Oro todavía se representaban con éxito e interés, pese a las mudanzas de los tiempos, se debía en gran parte a Rafael Calvo, fiel al difícil culto de la poesía dramática, sin dejar que se abatiera sobre su repertorio, en momento alguno, el grácil y firme airón del verso castellano. Corrían los tiempos en cftle una sola frase, una metáfora oportuna, un grito bastaban para hacer- famoso un discurso, un artículo de fondo, una poesía, el papel de un actor... Cuentan que Julián Romea arrancaba un clamoroso aplauso con el modo de decir: (Compañeros, venganza! en Guzmán el Bueno de Gil y Zarate. Rafael Calvo necesitaba menos aún para impresionar a su público. La pregunta de Don Juan a Ciutti. en el Tenorio de Zorrilla: ¿Y don Luis? cuando éste queda encerrado por el ardid que todos recordamos, se cargaba de tanto sentido- -sarcasmo, picardía, desdén... que el público rompía en rotunda ovación. Echegaray, viendo a Rafael Calvo vestido de fraile con la capucha echada; en cierto momento del Don Alvaro dijo: Esa capucha mira... No se llega a cales ponderaciones sin algún fundamento. De igual suerte que también lo tuvo la fama de galanteador afortunadísimo que hubo de ganar Ricardo Calvo en no pocas aventuras. Rival suyo fue, en alguna de ellas, don Marcelino Menéndez y Pélayo: Don Juan a veces, pero no gallardo y calavera Bríndanos un tema de novela psicológica la emulación a que se vieron arrastrados los dos hermanos Rafael y Ricardo Calvo, éste, inferior, a aquél, pero actor de mérito en grado bastante para que los enemigos de Rafael, no satisfechos con la natural rivalidad de Antonio Vico, trataran de alzar a Ricardo contra Rafael, en virtud de ese expeditivo e innoble recurso dialéctico: el que vale es el otro... Queriendo y admirando mucho Ricardo Calvo a su hermano, no dudó en sacrificar p a r t e de sus facultades para especializarse en la comedia y así eludir todo motivo o pretexto de comp a r ación. Muerto Rafael, Ricardo representó el Don. Alvaro y, seííún Luis Calvo Revilla, no desmereció en nada la interpretac 1 ó n del, hermano superviviente. Ricardo Calvo era un actor capaz de hacerlo todo bien: desde el encumbrado drama a la apacible comedia de costumbres. No olvidemos que llevaba. también la sangre de Rita Revilla, su tía- abuela, cara c t eristica de muy celebradas gracias. Hijo de Rafael y sobrino de Ricardo Calvo es el Ricardo de ahora, actor de heroica vocación, de entusiasta y abnegada historia a lo largo de medio siglo; Ricardo Calvo, ahora jubilado, presente siempre en la memoria de muchos públicos, heredero y conservador de la áurea llave del almario que guarda las almas de Segismundo y Don Juan. M. FERNANDEZ ALMAGRO rit; ¡a Etsal Acadcntin Jíajxtito. ln

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