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ABC MADRID 31-12-1955 página 43
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ABC MADRID 31-12-1955 página 43

  • EdiciónABC, MADRID
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m i; l l EL PROBLEMA AGRÍCOLA Y SU SOLUCIÓN La inconfundible lección que nos da la Historia es que la fuerza de una nación está arraigada en su suelo L atribuir a la agricultura moderna un alto grado de eficiencia, por razón de un mayor rendimiento por unidad de mano de obra, es casi siempre una ilusión. Cuando la mayor producción se ai tiene con el empleo de más maquinaria, más fertilizantes químicos e insecticidas, simientes híbridas, etc. es preciso considerar cuidadosamente si en realidad se efectúa un verdadero ahorro o si lo que se produce es solamente un cambio de la mano de obra del campo por un aumento de la misma en fábricas, minas y laboratorios. Además, con esta sustitución de mano de obra agrícola por la urbana, que da la sensación de una mayor, producción por unidad de trabajo en el campo, va él factor de empobrecimiento de la fertilidad del suelo, que actualmente es casi universal en agricultura. La verdadera medida de la productividad agrícola es mucho más difícil de obtener de lo que se deduce de las estadísticas de diversos países respecto a rendimientos de cosechas por unidad de trabajo. Es más, es preferible muchas veces ignorar estas estadísticas, porque donde parecen más impresionantes es frecuentemente donde el suelo cultivado sufre el peor trato. Esta manera de tratar el suelo no merece el nombre de agricultura; debería considerarse cómo minería en que la depreciación del suelo representa una parte importante del costo de producción. lia disminución de fertilidad en el suelo y sus consecuencias de mayor frecuencia de sequías, inundaciones, erosión, plagas, enfermedades, baja calidad y poca resistencia de la fruta, etc. no son calamidades inevitables. En los tiempos modernos son más bien el resultado de ideas equivocadas y de la ausencia de comprensión de hechos científicos en la actualidad claramente demostrados. No obstante, el problema que se plantea en el mundo no es sólo el de detener el empobrecimiento gradual del suelo, sino el de reconstruir la fertilidad malgastada. Pero esto no puede llevarse a cabo dando un descanso a la tierra y restringiendo la producción de alimentos a fln de permitir que los procesos naturales Restablezcan la fertilidad. La población del mundo ha crecido demasiado para que esto sea factible. Es probable, por lo tanto, que en ninguna época se le haya planteado al hombre con tanta urgencia la necesidad de poner en práctica un sistema agrícola que permita rehabilitar la tierra cultivada mientras se la capacita para dar mejores y mayores cosechas. La tarea parece; casi imposible de realizar. Pero no lo es, como se ha demostrado plenamente en los últimos años, en determinadas explotaciones agrícolas, del mismo modo que lo demostraron, en Una escala nacional, los árabes españoles al reconstruir la tierra qué una intensa explotación por parte de los romanos había esquilmado. ¿Puede repetir esta hazaña la agricultura moderna? En teoría la respuesta es que sí. En la práctica, la situación se complica con factores de carácter politico, industrial y económico que hacen casi imposible que muchos países adopten los remedios necesarios hasta que un verdadero caos les obligué a hacerlo. La clave del problema está, evidentemente, en establecer un sistema agrícola mejor que el actual. En estos tiempos de Inventos sensacionales, podrá sorprender la comprobación de que para Implantar este sistema no hay mejor solución que la E de echar una mirada retrospectiva a lo que se hizo en la antigüedad. No sólo por el hecho de que entonces se demostró el éxito del sistema, sino porque en años recientes se ha descubierto la explicación científica de aquel éxito. Existe un interesante paralelo en el hecho de que la cien cia moderna tardara igualmente tanto en descubrir el secreto del átomo y su inconmensurable poder. En los artículos precedentes hemos descrito brevemente los principios básicos del nuevo sistema agrícola que comprende la conversión de toda la materia orgánica ordinaria de que se disponga en las fincas agrícolas en composte y humus antes de aplicarla a la tierra como fertilizante. Muy importante es también en esta época en que los desperdicios de las ciudades aumentan en mayor proporción que los del campo, la conversión de estos desperdicios, para 10 cual la técnica moderna ha ideado sistemas que llevan a cabo la transformación empleando un mínimo de tiempo y mano de obra. Otras ventajas de estos sistemas son la desaparición de vertederos antihigiénicos en los linderos de las urbes, sustituyéndolos por instalaciones sanitarias, en las que se puede obtener un abono valiosísimo en vez de recurrir al costoso y despilfarrador procedimiento de quemar estos residuos. En España se podrían producir asi más de 3.000.000 de toneladas al año. Los importantes y prácticos beneficios de la transformación de estiércol y residuos agrícolas en composte, resultan algo difíciles de comprender para los que no han usado nunca el producto. De ahí que se justifique la repetición de los siguientes datos: 1) Con esta operación, en la que pueden Usarse todos los tipos de desperdicios orgánicos, se duplica, por lo menos, la cantidad de fertilizantes orgánicos, 2) El valor fertilizante de esta mayor cantidad de abono es también, como mínimo, tres veces superior al del estiércol corriente, de lo cual se deduce que el labrador puede aplicar a la tierra el equivalente de seis veces la cantidad de estiércol que emplea en la actualidad. 3) Todas las semillas e insectos que lle- ven los residuos se eliminan en, el proceso de producción del composte. 4) Al transformar el estiércol en composte, a medida que se va reuniendo en vez de apilarlo a la intemperie, como se acostumbra a hacer ahora, se impiden considerables pérdidas jie elementos nutritivos. Ay 5) Convirtlendo previamente, el estiércol en composte, en vez de dejar que se descomponga en la tierra, las, energías del suelo se aplican al crecimiento, de las cosechas en lugar de dividirse eóire ambas funciones que, por depender de las mismas actividades micrdbianlasC resultan opuestas y competitivas. Surge ahora la cuestión de si estas cantidades mucho mayores de fertilizante orgánico de mayor calidad, producido en los distritos rurales e incrementado con el composte hecho de los residuos, urbanos serán suficientes para llevar a cabo la necesaria rehabilitación del suelo. La respuesta está en la diferencia entre cantidad y calidad. La agricultura moderna comete el error de pensar principalmente en la cantidad y relegar la calidad a segundo término. El composte es una sus- tanda muy concentrada y viva en sus microorganismos, muy parecida a las simientes que se transforman en grandes plantas. La capacidad para suministrar alimento a las plantas y disgregar la tierra, aumentando sus poderes de absorción de aire y agua, está completamente fuera de proporción con su reducido volumen. Basta con decir que el humus del, compost al ser incorporado a la tierra puede provocar la, absorción de diez veces su volumen de agua. 7 obsérvese también el hecho de que un buen composte Jóntienen miles de millones de microorganismos por gramo. La creencia popular de que las plantas extraen del suelo una gran parte de su alimentación es totalmente equivocada. Al contrario, aproximadamente un 90 por 100 proviene del aire y sólo un 10 por 100 de la tierra, pero estos elementos de la tierra constituyen la porción cualitativa de los alimentos, ya que encierran combinaciones de más de veinte elementos diversos junto con las vitaminasi los encemas y las hormonas, de los cuales nace el misterioso impulso de crecer y multiplicarse. En el último artículo de esta serie se tratará de los ntedios propuestos por el autor para una rehabilitación relativamente fácil y sumamente práctica de la tierra agrícola española. Erlc EWESON Ingeniero bioquímico

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