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ABC MADRID 31-12-1955 página 37
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ABC MADRID 31-12-1955 página 37

  • EdiciónABC, MADRID
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LO QUE Los encantado palacio de la A 1 hambr n tiempos de W ¿Wngton Jrvlng Hay tal poesía en los dulces recuerdos de la Península, que se siente gratamente arrebatada la imaginación, W. I. G UANDO Washington Irving viene por primera vez a España, en 1825, tiene cuarenta y dos años (como su patria) muchos pauses recorridos, algunos libros publicados y una gran ilusión: conocer el país donde el naranjo y el limonero crecen junto al mirto y el rosal la nación cuyo pasado tan poéticamente estimuló sus sueños de muchacho. Al embajador Alejandro Hill Everett, que entonces negociaba en Madrid el reconocimiento de su Gobierno por España, debemos la visita del que había de ser nuestro amigo entrañable, enraizador de esta afectuosa corriente de curiosidad norteamericana por lo español, cuyos nombres más significativos van desde Irving, el pionero, a Ernest Hemingway, pasando por George Ticknor, William Prescott, William Cuiten Bryant, Henry Wadswortli Longfellow, James Russell Lowell, Bret Harte, William Dean Howells, Waldo Frankí Dos Pasos y tantos otros. A la llegada de Washington Irving, el país anda en manos del Bey don Fernando VII, acaban de fusilar al Empecinado, fusilarán a Torrijos y a Mariana Pineda, y, como dice el conde de Romanones, las Universidades sé eclipsan ante las escuelas de tauromaquia: estamos en plena década ominosa la de los cien mil hijos de San Luis y los caminos andaluces, infestados de bandoleros y contrabandistas, dibujados más tarde por Gustavo Doré, historiados por don Julián Zugastl y púes- tos en solfa por Bizet, al que se los sirvió Próspero Mérimée, admirador de Washington Irving... No obstante, aquello no debió vino a España el sobrino del escritor, Teodoro Irving; Chronicle of the conquest of Granada en 1829; Voyages of the companlons of Columbus por la que Fernández de Navarrete lo felicitó; The Alhambra en 1832; Legends of the conquest of Spaln en 1835, y otros muchos trabajos sobre temas españoles. Pero sobre el historiador (no estudiado debidamente aún) habría de triunfar el literato, el poeta, y serian sus obras de viajero enamorado de España, sus líricas evocaclones de la Alhambra nazarita, las que Washington Irving, n sus año mozos, ser tan tremebundo como nos lo pintaron los casticistas y- los retóricos liberales, y, en 1955, puede sospecharse que todo aquello fue algo asi como jugar a la raña. Irving, que vivió aquel tiempo de trabuco naranjero y patillas de boca de hacha, no cuenta cosas que pongan la carne de gallina. Mr, Everett llamó a Irving para que estudiara ciertos documentos hispanoamericanos, y el escritor fue ratón de archivos y bibliotecas en El Escorial, en Sevilla y en Madrid. De aquellas búsquedas hablan de salir The Ufe and voyages of Christopher Columbus en 1828, año en que Washington Irvinci. en 1845. embajador de Norteamérica en fl

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